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viernes, 9 de febrero de 2018

ESTUDIOS SOBRE FETASA, parte 2


ESTUDIOS SOBRE FETASA
Estudios sobre Fetasa
por Estefanía G. Cruz
(un trabajo dirigido por Anna Caballé Masforroll.
 Universidad de Barcelona) parte 2

Mararía: una novela poética
Mararía fue publicada a principios de la década de los 70' aunque llevaba oculta más de dos décadas. Rafael cuenta en una entrevista a Emilio González Déniz que escribe Mararía durante su estancia en Lanzarote por motivos de trabajo, allí se encontró con esta historia. El propio autor comenta que no supo que había escrito una novela hasta 30 años después de redactarla, después de que un amigo encontrara esas notas en un cajón.  Su elaboración coincide con la gestación del grupo fetasiano en la década de los 50'. Afirma que fue
fácil de escribir y que de alguna manera esta historia no le pertenece, le pertenece a cada uno de los personajes de la novela, personajes reales que conoció y que a cambio de vasos de vino, le ofrecieron esta historia.
Imaginemos un joven que viaja a Lanzarote desde la isla de Tenerife. Es importante resaltar el contraste de ambas islas, el verde de la laurisilva con el negro calcinado de una isla envejecida, casi canosa, que aún siente en su interior la lava brotar. Una isla árida, seca, llana y dura. De colores oscuros y extensiones de tierra que terminan en el mar sin nada que interrumpa nuestra visión a excepción de algunas piedras y cardos. Ambas islas parecen pertenecer a mundos diferentes, ocupan lados de la balanza contrarios. Rafael tamizó el paisaje y la realidad majorera a través de un alma puramente poética. Lanzarote, para cualquier canario, está fijada en nuestra retina. Sin embargo, Rafael Arozarena nos dibuja una isla, que aunque ya es conocida, se muestra de nuevo con una apariencia y una magia totalmente nueva.
Mararía es la historia de una mujer de ojos, pelo y silueta impresionantes. Impresionantes en el sentido más puro de la palabra, era inevitable fijarte en ella y admirarla, aunque solo fuera de lejos. El propio Rafael la conoció y menciona, que a pesar de tropezarse con ella en la vejez, sus ojos seguían escondiendo un fuego y una belleza sin igual. La novela cuenta las anécdotas de todos aquellos que compartieron su vida con ella, de alguna manera o de otra, por amor o por cariño. Mararía fue conocida como una bruja que hechizó todo cuanto le rodeaba, con un poder de arrebatar la cordura a cualquiera que estuviera a su lado. Para ella, su belleza se transformó en su maldición y queriendo acabar con su tormento, se quemó.
Sabas Martín, en su capítulo sobre Mararía en el libro Doce novelas que hay que leer, afirma que Mararía es la novela de un poeta. Esta novela fue publicada en 1973, cuando Rafael ya contaba con una amplia trayectoria poética y era reconocido en el mundo de las letras por su labor lírica. Sabas sintetiza en tres puntos claves porqué considera que estamos frente a una novela poética:
        Destacar, en primer lugar, el deseo del autor de ahondar en realidades elementales situadas en un entorno insular.
        Rafael utiliza una ingeniería del lenguaje cercana a las técnicas poéticas, como es el uso de las metáforas y las derivaciones simbólicas y mágicas.
        Transformación de la realidad bajo procedimientos poéticos.
Mararía está precedida por dos de sus poemarios: Romancero canario y A la sombra de los cuervos. Ambos libros fueron excluidos por el autor en su Poesía completa. En los años que publica Mararía, Rafael ya se había adentrado en una cosmología íntima que se refleja tanto en su poemario El ómnibus pintado con cereza como en su novela Cerveza de grano rojo. Sus técnicas habían evolucionado en la búsqueda de encontrar lo absoluto. Sin embargo, no hay que olvidar que cuando ese grupo de escritores nacidos en torno a los años 20 comienzan sus debates sobre esa sensación que les invadió a todos por igual y que refleja ya el núcleo metafísico que sujeta Fetasa, Mararía comienza a escribirse, así que no es difícil intuir que esta novela ya recoge esas incertidumbres que le invadían.
En su poemario A la sombra de los cuervos publicado en 1984 aparece la semilla de Mararía en el poema María la de Femés

María la de Femés
ahora por estar vieja
nadie recuerda quién fue.

Los ojos como dos higos
como dos higos tunos
con las pestañas de picos

Era arisca como un cacto
y al hombre que la rozara
le sangrarían las manos.

Tronco torcido de vid,
el tiempo calcó en su cuerpo
arrugas de malpaís.

Secas sus piernas, resecas,
lo mismo que a los camellos
se le volvieron de arena.
Como vemos, este poema describe a Mararía utilizando metáforas que corresponden con elementos propiamente isleños. Supone por tanto, el arranque de una historia que se convertiría años después en una de las novelas más importantes de Canarias, ficcionalizada en el cine y traducida en varios idiomas. Rafael aún no conocía el poder de su historia, porque si pudiéramos destacar, lo primero que salta a la vista es la potencia y la fuerza que irradia este relato casi convertido en el mito canario por excelencia. Saber que fue real, que el propio autor la conoció y que también vivió su muerte, consigue que la historia sobrepase los aspectos formales de la novela.
Durante su estancia en Lanzarote, Rafael Arozarena es testigo de su muerte. Fue encontrada entre cardos y así lo refleja las últimas páginas de la novela.

La magia de Mararía
Mararía es una novela que a pesar de ser testimonio de una historia real, la envuelve un hálito de magia, de misterio y de hechizo. No se trata de que aparezcan elementos míticos o fantasía, pero si podemos reconocer como algo, especial sin duda, camina de puntillas entre sus personajes y en la negrura de su isla. Es difícil definir esa sensación que te invade cuando te acercas a la narración, sin embargo, es evidente para cualquier lector. Esta experiencia narrativa que proyecta Mararía, me servirá posteriormente para abrir el debate que culmine el trabajo: ¿Es Mararía fetasiana?. Pero antes de llegar a este punto, analizaremos primero, esta magia que eleva a la novela y que no nos permite encajarla dentro del realismo.
Desde mi punto de vista, y de manera muy personal, considero que es inevitable trazar una analogía entre esta novela y algunas que pertenecen al famoso movimiento desarrollando en hispanoamérica a mediados del siglo XX: el realismo mágico. No afirmo con rotundidad que Mararía encaje dentro de los parámetros mágicos de estas novelas, sin embargo, si considero que de manera inconsciente, Rafael abarcó esta historia desde una mirada que nos acerca con ese movimiento que encabezó genios como Gabriel García Márquez.
El realismo mágico pretende infiltrar extrañeza en la cotidianidad, pasar por normal algo que evidentemente no lo es, como puede ser un hechicero o un niño con cola de cerdo en el pueblo de Macondo en la novela Cien años de soledad, así como personajes que hablan con sus familiares muertos en el mar en Mararía. El realismo mágico es una actitud frente a la realidad, como también lo fueron los jóvenes de la generación fetasiana. Rafael Arozarena comenta en una entrevista con Emilio González Déniz “lo que ves está tamizado por una especie de gasa y lo que estás viendo no es real. La fantasía está sobrevolando toda la isla”. Evidentemente, la respuesta no fue igual y entre ambas vanguardias hay muy poco en común, sin embargo, en Mararía, la cuestión es diferente.
Veamos los puntos claves que podrían relacionar a Mararía con el realismo mágico:
        Aparecen elementos mágicos que se intuyen, aunque no puedan explicarse como es el hecho de hablar con los muertos fallecidos en el mar. Mararía y Marcial se dirigen a las rocas a hablar con las brumas. Las brumas devolvían las voces de aquellos que perecieron en el océano. Marcial y Mararía no son los únicos que habitúan pasear por allí, son muchas las mujeres del pueblo que lo hacen. Lo curioso es que el forastero que es totalmente ajeno a Mararía y que es quien conoce la historia por parte del resto de los personajes, también escucha esas voces. Podríamos identificar sin duda a ese forastero con el autor Rafael Arozarena.
        La realidad en muchas ocasiones se percibe desde un aspecto sensorial. Podríamos identificar este hecho a lo que he comentado con anterioridad, Rafael Arozarena era poeta y esto se refleja durante toda su obra. Esto no quita el hecho de que esa percepción sensorial de lo que les rodea, no se sume a la niebla mágica que se cuela por todos las rendijas de la obra.
        En la obra aparece el mito canario que he comentado en el primer punto. En la noche de San Juan, las mujeres de los marineros fallecidos se acercaban a la orilla a hablar con sus maridos o sus hijos. En el realismo mágico es característico la aparición de mitos y leyendas hispanoamericanas. En sí, la historia de Mararía a medida que avanza la novela, se va convirtiendo en mito y tras la publicación de la obra, queda fijada como uno de los mitos canarios.
        Aparecen múltiples narradores, los personajes cuentan desde la primera persona su experiencia con Mararía. El encargado de hilar las diferentes narraciones es el forastero que llega a Femés que identificaríamos con Rafael Arozarena. Conocemos de primera mano las anécdotas, sin intermediarios, como así sucede en el realismo mágico, que recoge la multiplicidad de narradores.
        Nos encontramos con un tiempo cíclico, continuamente viajamos en el tiempo, pasado y presente se mezclan y parece repetirse la historia desde el principio. El encanto de Mararía y el dolor posterior de la experiencia junto a ella. El tiempo se emborrona y el pasado y presente acaban confundiéndose.
Como he dicho, son múltiples los elementos de esta corriente que se hacen presente durante la novela de Rafael, sin embargo, a pesar de las similitudes que aparecen, nunca podríamos encajar esta obra dentro del realismo mágico. Me puse en contacto con un experto para ver qué pensaba sobre esta analogía. Sabas Martín, el Académico Honorario de la Academia Canaria de la Lengua, me comentó que no había un acuerdo crítico mayoritario al respecto, pero que bajo su opinión es que a pesar de que puede haber ciertas concomitancias, no existe una relación directa. Tal y como él lo ve el realismo mágico se nutre de lo hiperbólico, del exceso, de una cierta desmesura generalmente suscitada por un elemento externo que hace que la naturaleza adquiera esa dimensión mágica desbordante. En el caso de Arozarena y de Isaac Vega, ese hálito surge de la mirada poética, de una impregnación lírica de la mirada y de la escritura que hace que la realidad sea contemplada desde una esencialidad interior. Pero la realidad sigue siendo la misma, solo que interiorizada y tamizada por lo poético. Esto es: realismo mágico = hipérbole; fetasianos = lirismo. Por lo tanto, aunque sí aparezca esa magia que envuelve la novela, es difícil atribuirlo a una intención del autor, más bien podríamos hablar de una aparición inconsciente producto del alma poética de Rafael.
 “Intrahistoria” en Mararía.
El valor intrahistórico de esta novela es trascendente. A pesar de que como he comentado con anterioridad, la realidad se tiñe de lirismo y de magia, lo cierto es que la narración corresponde con hechos concretos acaecidos en la isla de Lanzarote. No habla de política, de cultura o de aspectos sociales conmemorativos de la época, responde a la realidad de los pueblos, a la forma de ver y sentir la vida por aquellas personas aisladas en un medio árido donde lo cotidiano y banal cobra importancia. Miguel de Unamuno, en 1905 escribió en En torno al catecismo: “Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del "presente momento histórico", no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros, y una vez cristalizadas así, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intrahistórica que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro. Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que, como las madréporas suboceánicas, echa las bases sobre las que se alzan los islotes de la Historia. Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido, sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la Historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentida que se suele ir a buscar en el pasado enterrado en libros y papeles y monumentos y piedras”.
Desde una mirada superficial, Unamuno hace referencia a las anécdotas cotidianas que sirven de telón de fondo a la historia que aparece en los libros de textos. Las pequeñas historias personales de todos y cada uno de nosotros. Sin embargo, el concepto de “intrahistoria” va mucho más allá, no es simple y llanamente dibujar la cotidianidad. Como explica en el texto anterior, la “intrahistoria” corresponde con el fondo oceánico, identificando esa capa superficial del mar como la historia textual que estudiamos en el colegio. Esto quiere decir, que los pilares donde se sostienen las grandes historias que forman parte de nuestra memoria, se sitúan en el día a día de cualquier campesino o en el interior de cualquier casa de España. Como defendían los kraussistas, el alma nacional se esconde en el valor intrahistórico que proponía Unamuno. Nuestra esencia se sitúa en la historia personal de cada uno de nosotros y sin conocer esa esencia, no podremos resolver los problemas que afectan al Estado. La solución para regenerar el país reside en la “intrahistoria” ya que es portadora de la tradición eterna.  Por tanto, trazar una analogía entre el concepto de “intrahistoria” y la novela de Rafael Arozarena es fácil. No solo porque la novela nos cuenta lo que sucede en Femés desde diferentes puntos de vista, desde la aparición de numerosos narradores que nos cuentan la vida diaria que corresponde con el ámbito rural. Además, esta vida diaria, estas anécdotas de pueblo o esta forma de vida que corresponde, por extensión, con la de muchos pueblos canarios por aquel entonces, también sitúa a Fetasa dentro de la novela.
No podríamos hablar, de nuevo, de una intención de Rafael Arozarena por exaltar el valor “intrahistórico” dentro de la novela, pero sí, como sucedía con el realismo mágico, este concepto cobra relevancia. El fetasianismo, por lo general, se sitúa dentro de una realidad canaria conocida por todos, dentro de unos parámetros insulares y cotidianos. Este eje donde se establecen las novelas fetasianas sirven como telón para desarrollar esa búsqueda de lo absoluto eliminando los instintos más comunes en el ser humano, esos instintos que no permiten trascender el conocimiento y acercarnos a ese concepto abstracto denominado Fetasa. Entendemos, por tanto, que Unamuno le da valor a la “intrahistoria” porque considera que ahí reside la esencia del pueblo español, la tradición eterna y regeneradora, así como los fetasianos sitúan la búsqueda de lo eterno y lo absoluto en un escenario desnudo, real y sin máscaras como es la cotidianidad de un pueblo. La ausencia de velos permite acercarnos a la visión de lo trascedente, entiendo como trascedente, aquello que se vislumbra de manera intermitente en epifanías de los autores, esa búsqueda del Todo, de lo que va más allá de lo que observan nuestros ojos.
Tenemos constancia de que Rafael Arozarena era un gran conocedor de Unamuno. En el capítulo VII escribe “Don Miguel, ahora me refiero al único don Miguel de España, a don Miguel de Unamuno, claro, cuando estuvo por estas casas dijo que Fuerteventura era un esqueleto. De
Lanzarote podemos decir otro tanto”. Con Emilio González Déniz explica “la isla atraía por la aridez y la pobreza del paisaje. A mí me impresionó, porque venía de Tenerife, que era una isla verde, y comprendí que no todas las Islas Canarias eran un paraíso, aunque para mí Lanzarote era paradisíaca en otro aspecto. La clave me la dio Unamuno, que decía que para entender a la esquelética isla de Fuerteventura había que restregarse el corazón con la aulaga, que es espina, pobreza, no miseria, una pobreza grata que en Lanzarote me hacía adentrarme en la profundidad, en la esencia misma de la belleza.”.
Volví a ponerme en contacto con Sabas Martín para ver qué pensaba respecto a trazar una analogía entre “intrahistoria” y Fetasa y estuvo de acuerdo conmigo en tanto en cuanto,  se entienda lo intrahistórico como aquello que, al cabo del suceder del tiempo, contribuye a caracterizar y a definir la condición esencial de un pueblo, sus individuos y su medio. En ese sentido, los fetasianos siempre han tA pesar de que el propio autor no considera Mararía como una obra propiamente fetasiana, como si considera que lo es Cerveza de grano rojo, Mararía es una historia autosuficiente e incipientemente fetasiana. Es inevitable pensar que Mararía  es receptora de todas las ideas que el propio autor fue desarrollando de manera simultánea a su creación. Escribió esta novela mientras el grupo fetasiano se gestaba entre tertulias y amigos, sin embargo, considerar Mararía como una obra fetasiana ha creado controversia entre los críticos. Mi primera aproximación a la obra me creó una extrañeza que relacioné con Fetasa. A pesar de la sencillez de la historia, resulta innegable que hay elementos que nos permiten vislumbrar el concepto fetasiano. Desde mi punto de vista, Fetasa camina por Femés de puntillas, sin embargo, aunque al principio pensé que el polvo que levantaban sus pasos era apenas insustancial, después de hablar con el experto en la materia Juan José Delgado, me he dado cuenta que, lejos de ser insustancial, el caminar de Fetasa es una orquesta en el pueblo majorero. endido a buscar esos elementos perdurables, esa esencia identitaria que permanece, tanto en lo colectivo histórico como en el medio natural. Y todo ello con hibridaciones y rupturas entre las fronteras entre lo real y lo imaginado, entre la vida y la muerte, entre conocimiento e intuición...
Identificar ambos conceptos nos permite apoyarnos para poder entender mejor la trascendencia de Mararía, sin embargo, caería en el error si hago una relación directa considerando que Rafael Arozarena fundamenta su obra en el valor intrahistórico de Unamuno. Hay que tener claro que no se puede concebir lo fetasiano sin la “intrahistoria”, sin la vida silenciosa de las islas.
@ Estefanía G. Cruz
 ENLACE PARTE 1
http://anghelmorales.blogspot.com.es/2018/02/estudios-sobre-fetasa.html



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