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sábado, 13 de enero de 2018

EL BALCÓN


EL BALCÓN
DUNIA SÁNCHEZ
Escavo los sonidos del alba. Me asomo al balcón, geranios rojos, blancos inundando su estructura. Me doy paso para embellecerme con las primeras tonadas de la jornada, perfecta, casi eterna en mis sentidos.  La polución aun está en calma, cacharros abogados al asfalto con el trepidante ronroneo de sus motores. Me molesta o tal vez no. Ahora solo quiero inspirar y espirar de esas filigranas solares primerizos atenuante de la sequedad y frialdad de mis manos. Me asomo al balcón, la memoria me escuece. No sé por qué ambulo sonámbula en un ayer manchado ¡ahí la memoria¡ La cogería por el cuello y la retorcería, le amputaría cada dolor, cada pena asentada en mis espaldas.  Sombra negra de lágrimas y fijamente miro  este despertar, el tiempo pasa pero siempre hay un resquicio de torbellinos turbulentos que ata cada uno de mis pensamientos.  Miro los geranios, habrá que quitar las hojas secas.  Cojo unas tijeras posadas en la mesa donde ellos sonríen y los podo. Así están mejor, hay que arrancar lo feo, lo malo, lo dañino aunque sus heridas no supuren. Los mirlos, mosquiteros y herrerillos comienzan su concierto y me pierdo en lo armónico, en lo gracioso, en la belleza  resultante de sus conversaciones.  No las entiendo pero hay algo de felicidad en sus corazoncillos. Pausadamente cierro los ojos, profundamente observo algo de mi esencia y continúo en la existencia secreta de las llagas.  Las desalojo. Me voy adentro, el gélido ambiente mañanero rompe mis pesadillas.  Me sitúo frente a un viejo aparato de música y suena Gorecky con su  sinfonía nº 3. Me siento y embelesada soy estática mirada de una pared, blanca, muy blanca.

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