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viernes, 19 de enero de 2018

DE ELEVADO CORAZÓN Y ESTATURA

DE ELEVADO CORAZÓN 
Y ESTATURA
RAFAEL ZAMORA MÉNDEZ
Todo aquel buen herreño, como mi atento coligado, Ánghel Morales García, fiel apegado entusiasta del nativo ancestro, correspondiente a La Lucha Canaria, intuye bien a las claras que el mismo, ha sido mucho lo que hasta más allende de las distantes fronteras nos ha sabido hacer sobresalir, motivo por el cual, sobre todo, los curtidos veteranos, suelen estar al corriente de haber llegado a conocer a toda una extensa lista existente de Grandes Figuras oriundas, que en el presente, para nosotros, nos sería bastante arduo de intentar especificar, dada la extensión de la misma y, por desdicha, totalmente al pairo entre los vigentes contextos de la moderna juventud, actualmente, adherida con desbordante fervor a las intrincadas peripecias del tan difundido balompié.

Cierto que, para muchos, nunca quedarán en las tenebrosas negruras del egoísta olvido, los populares nombres de RAMÓN MÉNDEZ, CIRIACO MÉRIDA, los BRAVOS y MARTÍNEZ, PASCUAL HERNÁNDEZ,   JUAN GUTIÉRREZ,   AGUSTÍN PADRÓN, alias ROMERO, LUÍS CANO, TOMÁS ZAMORA, y otros muchos, pertenecientes por entero a unos remotos tiempos, perennemente señalados ya en las vivientes páginas de la más difundida tradición.

Sobre el justipreciado tío, Tomás, al que nunca tuve  el inmenso agrado de haberle podido personalmente conocer, por certeros labios de otros queridos familiares y excelentes amigos, con indicados pelos y señales, gratamente, he conseguido captar algunos singulares hechos que nos ponen de manifiesto, con auténtica veracidad de que, además de su imponente estatura corporal, también fue algo impresionante en muchos de los variados aspectos habituales de su absorbente existencia.

Al parecer, se distinguió por su singular esplendidez, inaudito altruismo, buena voz cantarina y caballeroso corazón desprendido. 

Con toda equidad, como meritoria recompensa y honorífico galardón, recibió el curioso  título de “ARISTÓCRATA DE LA LUCHA”.

De esa congénita hidalguía, de su campechana nobleza, a lo largo de su equitativa presencia sobre la faz de este mundo, supo dar grandes muestras de factibles realidades, poniendo de relieve unas loables virtudes particulares, muy plausibles de embelesar para ser íntegramente admirarlas, al mismo tiempo que de procurar tenerlas en cuenta.

Como simple prototipo de lo que estamos aseverando, nos basta relatarles, un sorprendente hecho que, claramente, lo pone de manifiesto:

Celebrábase una de esas apasionantes “luchadas corridas”, por regla general, casi siempre interminables.

No se desafiaban equipos contra equipos, como se hace en nuestros días, sino pueblos contra pueblos.

Se emprendían los deportivos choques con el pesado sol de la tarde y, no acababan hasta la total desaparición  de su luminosa luz.

Por aquellas fechas, había regresado de la tórrida isla de Cuba, la soñada meta de todos los emigrantes de antaño, un buen paisano que quiso darse los pomposos aires de “indiano”, de hombre a quien le había sonreído la excéntrica Diosa Fortuna; de que traía los bolsillos bien repletos de dinero.

No encontró mejor manera de darlo a demostrar públicamente que, ofreciendo  una tentadora  onza de oro al valiente que aquella célebre tarde,  fuese capaz de tumbar a Don Tomás.

La extraña propuesta se extendió rápidamente como un reguero de encendida pólvora por lo que el encuentro, cobró un excepcional interés, consiguiendo  que el gentío  fuese enorme y la emoción se elevase al más intenso rojo vivo, esperando sin interrupción, la llegada del tan anhelado momento.   

¡Tumbar a aquel coloso era algo imposible, inaudito!

¡Reunía todas las condiciones necesarias  para practicar, como diestro campeón, el autóctono deporte!

Sus pasmosas dotes de altura, bimbache fortalezca y fenomenal agilidad prodigiosa, le hacían casi invencible.

Se hallaba nuestro hombre en medio del corro, erguido, desafiante, tirando a unos y a otros, con una facilidad de vertiginoso asombro.

Aquella tarde, no había podido acudir su esposa a verle luchar por encontrarse algo indispuesta y, él le había dicho que “no regresaría a casa... ¡hasta después de haber tumbado a cuarenta hombres!”

¡Casi nada! Pudo decirse que anduvo rozando tan exorbitante cantidad y, que si no lo consiguió, fue porque le salió al paso un curioso  contrincante que...él, sabía, andaba verdaderamente falto de agobiantes recursos económicos.

¡Entonces sí, entonces sí que, voluntariamente, se dejó caer por dos veces seguidas, con el solo propósito de que aquel pobre ser necesitado, se apropiase de la apetecida onza de oro!

La plaza se vino abajo de atronadores aplausos al comprender enseguida, la magnanimidad dadivosa de aquel campanudo gesto, siendo sacado a hombros por la enardecida multitud que, sin paliativo alguno, unánimemente, le aclamaron como único y exclusivo triunfante de aquella irrepetible y destacada jornada.

¡QUÉ COLOSAL FUE MI DESCONOCIDO TÍO TOMÁS!

GRANDE  EN TODOS LOS SENTIDOS:

¡EN EL DE LA ESTATURA, CABALLEROSIDAD Y CORAZÓN!

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ESTE RELATO, TAN  SINGULAR,
DE TAN NOBLE LUCHADOR HEREÑO,
SIEMPRE SERÁ  DIGNO DE IMITAR.
POR LA FORMA SUBLIME  ESPECIAL,
DE PERDER CON SEÑORIAL EMPEÑO.









1 comentario:

  1. ESTOS hechos, Amigo MORALES,parecen de puro cuento pero, la realidad es que sucedieron en su día y que, ¡todavía, al mencionarlos en tu "NACIÓN CANARIA", uno se emociona y entusiasma!

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