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sábado, 16 de septiembre de 2017

EL VOLCÁNICO VERBO DE VÍCTOR RAMÍREZ

EL VOLCÁNICO VERBO DE
VÍCTOR RAMÍREZ
Por José Manuel Balbuena Castellano
PRÓLOGO DE LA NOVELA “CRIATURADIVINA”
(José Luis Gallardo Navarro, a comienzos de 1981, escribió proféticamente estas palabras sobre la aún escasa narrativa de nuestro autor –formada tan sólo por cuentos y relatos breves, editados en CUENTOS COBARDES y una antología:
“Pocos escritores logran así de golpe producir en nosotros esa desazón punzante que nos induce a confirmarnos en la sospecha de que la literatura consiste en algo que nos resulta atractivo sólo porque es inútil. Y, como sin quererlo, sin embargo consiguen esos pocos escritores ponernos los pe-los de punta, desde un esquinazo de la escritura, cuando él camina descalzo sobre cristales de botella recién rotos, cortantes.
Porque uno ha leído hasta demasiado -hasta las más de las veces o por inercia o por compromiso-, tiende a olvidar la necesaria conexión con la vida que haga que la literatura no sea algo nocivamente ocioso. A uno también le ahíta la re-petición de lo mismo, hasta que tropiezas con un Víctor Ramírez, un Rimbaud, un Artaud, un Kafka, un Passolini. Entonces las cosas, como quien dice, se enderezan, se ponen a contrapelo.
Es que o al lenguaje hay que tomarlo desde dentro de su partición o el lenguaje simplemente no es. Como afirma Freud de las intenciones: Antes de llegar a ser perturbadoras, tienen que haber sido alguna vez ellas mismas perturbadas.
Nada que añadir, sino que Víctor Ramírez practica en su narrativa a tumba abierta, si no la única, sí al menos una de las escasísimas actitudes posibles que no sea la claudicante, la de negarse al discurso y sin embargo, por imperativo de rebeldía, continuar de todos modos escribiendo” –José Luis Gallardo Navarro.)
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Y ahora pudimos leer “Su literatura es un derroche de lenguaje con toda la soltura del mundo creativo. Narración sin tiempo histórico ni costumbrismo, que pone a flote la memoria de personajes primarios de un barrio en una ciudad sin esquinas”: así define el profesor, escritor y cronista de Artenara, José Antonio Luján, la obra de Víctor Ramírez, a quien comencé a leer y admirar cuando publicó su libro NOS DEJARON EL MUERTO, editado por vez primera en 1984. Acto seguido la recomendé  a mis conocidos e, incluso, la llevé a amigos y parientes que vivían en la Península para que la leyeran.
Por su parte Luis León Barreto proclama: “En una cosa admiro al compañero escritor y sin embargo amigo Víctor Ramírez: en su fe militante, en su capacidad para mantenerse en el ruedo. Víctor es hombre explosivo que no se anda con rodeos, que proclama su fe allí donde va”.
También señala el autor palmero que “entiende VR la escritura como una forma de solidaridad primaria con su pueblo, con esa masa de lectores y no lectores, con ese público indeterminado que no puede apreciar la literatura hecha en las islas, esa literatura marginada por tantos y que, a pesar de todo, sale a flote”.
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Personalmente le fui siguiendo el rastro a todo lo que produjo VR y al que me encontré ofreciendo su opinión en los numerosos artículos aparecido en Diario de Las Palmas gracias a las puertas que le abrió en desaparecido director Santiago Betancor Brito. Víctor refleja en su conversación y en sus escritos el profundo amor a esta tierra y no oculta para nada su inclinación independentista.
Pero no es un independentista cerrado e intransigente que ve enemigos por todas partes o que culpa de los males de Canarias a los que colonizan esta tierra. Él reconoce que personas peninsulares le han ayudado y abierto las puertas más que otras que sí son nativas canarias, pero que tienen una mente estrecha y se comportan como godos y no como compatriotas de la Patria Canaria.

Recordemos otras obras de VR: Arena Rubia, La tercera mitad del cariño, Precisamente, Guirres sin alas, Machanguita, Largo oscuro origen… Pero es polifacético. Además de sus obras en prosa, escribe también poesía convertida en canciones mexicanas  con música propia y que canta en emisoras de radio, donde también aprovecha para comentar la actualidad o promocionar a escritores y músicos nuestros. Es, a veces, tan mejicano como el fallecido Premio Nobel colombiano Gabrial García Márquez, que guarda ciertas semejanzas con nuestro escritor.
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Mucho antes de que escribiera NOS DEJARON EL MUERTO, editó en 1976 con el profesor y escritor Rafael Franquelo, con el que ha coincidido en otras publicaciones, una antología de textos de la LITERATURA CANARIA, en la que figuran 97 autores isleños.
Ha contribuido a una siembra de semilla en esa escuela sometida, según recalca una y otra vez, “a la ignorantación del sistema educativo”, que bajo mi punto de vista está dando sus buenos frutos, tanto por la creatividad cada vez mayor originada en las islas, como por el conocimiento de lo que se realiza actual-mente y de lo que se elaboró en el pasado. Pero hay que insistir, no cejar en la tarea de culturizar a este pueblo.

Tenemos en Canarias, en nuestros escritores, un mundo de fantasías, de anhelos, de utopías, de quimeras, que deben salir a flote y ser conocidas por las futuras generaciones. Es una responsabilidad que han de asumir quienes influyen sobre los niños que aprenden y los jóvenes que se forman.
Un deber de profesores, de las instituciones, de los políticos y, cómo no, de los padres. Es un derecho inalienable y no puede estar vetado a nadie. Se trata de abrir mentes, fomentar la iniciativa propia, crítica, la toma de decisiones, el impulso a salir de los pozos en los que nos han metido o, a veces, en el que hemos entrado voluntariamente.

“Víctor vuelve a mostrar en su novela que es nuestro escritor más cercano, el que mejor se mueve en los bordes de la ciudad, en las laderas duras y desnudas, pobladas por quienes añoraban un campo que nunca fue de ellos, pero donde quedaron para siempre sus recuerdos, sus muertos”, fue la opinión de Faustino García Márquez de la novela LARGO OSCURO ORIGEN y que puede aplicarse a CRIATURADIVINA.
         Lo mismo podemos decir de estas palabras del periodista Antonio G. González tras leer MACHANGUITA: “Me embarga cierta emoción cuando puedo volver a disfrutar de un hecho de estas características referenciado a mi realidad más inmediata, la canaria; pues uno tiene la sensación de que VR logra así, como lo han hecho también algunos pocos autores, regalar a la Islas un mayor bagaje identitario. Sin politizar este hecho, pues echaría abajo el edificio de la pluralidad canaria, nadie está en condiciones de negar que la producción cultural de altura es un elemento importantísimo en una sociedad tan desmemoriada y tan falta de referentes, por su tendencia al olvido, como ésta en la que vivimos la mayoría de nuestros paisanos... Cuando esta aparición de un nuevo lenguaje acaece, lo cual es bien difícil, surge esa gran literatura, algo que nos identifica sin duda alguna”.
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Víctor, en toda su obra, expresa preocupación por los problemas sociales, por las ansias de que haya equidad, sin esas desigualdades que nos diferencian de forma desorbitada, insultante y cruel. Para ello se sumerge en ocasiones en una utopía que supone que quizás se pueda alcanzar si todos nos embarcamos en esa misma tarea, sin excepciones. De esa forma se contribuiría a elevar nuestro grado de evolución que ayudaría a mejorar, al mismo tiempo, la raza humana.
Aparece en sus relatos ese lenguaje sencillo y llano del pueblo, con palabras que forman parte de nuestro vocabulario y patrimonio más arcanos y que se quieren desterrar debido a las nuevas tecnologías del lenguaje y la comunicación, a la introducción de neologismos y barbarismos que corroen nuestra lengua, nuestro léxico y hasta nuestro deje. Y cuando habla, presentando libro o dando charla, nos sigue sorprendiendo este Víctor auténtico, espontáneo, que dice lo que piensa y que no se esconde para hacerlo. Utiliza un lenguaje sin recovecos, claro, que todo el mundo entiende, incluso aquellos que prefieren no entender.
Pregona que existen en esta tierra escritores que se arriman al poder o se arredran porque no son capaces de lanzar al viento determinadas situaciones que rayan la opresión, tanto social y cultural como real y que es necesario reivindicar. Son los vendepatrias que agachan la cabeza, cobardemente, sumisos, como si no tuvieran dignidad.
Sí, no me queda más que corroborar ese valor identitario y certero de nuestro autor, que a veces confundo con la personalidad de otro genio de la literatura, o sea, Gabriel García Márquez, aunque cada cual actúa en su contexto.

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