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lunes, 18 de septiembre de 2017

EL CUADERNO DE LANZAROTE DE FERNANDO ZÓBEL

EL CUADERNO DE LANZAROTE DE
 FERNANDO ZÓBEL
SAMIR DELGADO/MÉXICO DF
El Perseguidor-DIARIO DE AVISOS
17 septiembre 2017
En la ruta de los volcanes: acuarela, tinta y lápiz sobre papel, año de 1976, un paisaje de malpaís con anotaciones sobre la diversidad cromática de la isla y fotografías en casa de César Manrique dan cuenta para la posteridad del paso por Lanzarote del artista filipino Fernando Zóbel, alma máter de la fundación del museo de arte abstracto español, fallecido en el verano romano de 1984. De su particular y desconocida odisea por Timanfaya se da constancia en uno más de los bellos cuadernos de apuntes que atesoró durante toda su vida, el número ochenta y cinco, inédito hasta la fecha, muy a pesar de la lámina que ha sido reproducida ocasionalmente en versión facsímil y con edición limitada, a cargo de la Fundación Juan March el pasado año, especialmente con motivo del medio siglo del museo de Cuenca, aquel espacio aglutinador de buena parte de la generación abstracta española en los años decisivos de eclosión cultural a una década de la transición, y que comparte junto con la colección internacional del Museo Eduardo Westerdahl la custodia de las primeras experiencias de museos contemporáneos en el Estado español.
En una más de las miles de páginas que el filipino legó tras su desaparición física, el artista nacido en Manila en 1924, forjado entre la universidad de Harvard y los viajes alrededor del mundo que le otorgaron el estatus de exponente singular del propio arte del coleccionismo a nivel internacional, ofrece una mirada de atracción plena y curiosidad analítica hacia los contornos geológicos de la isla, con incisivas anotaciones sobre los peligros del turismo de masas y un ambiente artístico que durante aquellos años convulsos había hecho de las islas un polo de referencia radiante y de renovación creativa en plena ebullición, gracias a la obra en auge de Manrique, los nuevos baluartes del arte canario y la reciente pérdida de Manuel Millares, el artista total de las arpilleras y los homúnculos, cuyo sepelio años antes en Madrid el propio Fernando Zóbel recuerda expresamente durante su viaje a Canarias.
Y es que ese cuaderno de apuntes de Zóbel es uno más del patrimonio inigualable del acontecer vital que registra su periplo artístico innovador, a caballo entre la plasmación de una síntesis de abstracción ecolírica y un método de riguroso apasionamiento por el color que le llevó a sustituir el uso directo del pincel por jeringuillas y cuadrículas en el tratamiento de sus telas, cada vez más cotizadas en el mercado del arte y en pleno proceso de catalogación razonada a cargo del prestigioso crítico de arte Alfonso de la Torre. Aquel cuaderno de Lanzarote, representa un maravilloso documento para los anales de su historia, a  sumar junto a las otras crónicas de la isla de los volcanes que la incluyen entre uno de los singulares paradigmas de recreación artística universal: cuadros del belga Pierre Alechinsky o Jan Hendrix, libros de Saramago, Ignacio Aldecoa, Houellebecq y canarios de la vanguardia como Agustín Espinosa y el propio Rafael Arozarena, sin olvidar las primeras expediciones normandas del siglo XV que hacen de Lanzarote el primer lugar de expediciones hacia el nuevo mundo.
Entre las acuarelas y apuntes de Zóbel de 1976 aparecen numerosas consideraciones que de forma espontánea, bajo la mirada de un artista exquisito que roza la perfección en su quehacer pictográfico, repiten nuevamente la constante histórica del ensueño provocado por las islas en viajeros extranjeros de toda época, esa configuración del paisaje insular que sigilosamente se ha ido conformando bajo una estela de perplejidades y seducciones comunes, a través de cuadros, libros de viajes y poemas, todo un imaginario de más de cinco siglos que las amenazas del desarrollismo y la irreversibilidad medioambiental hacen de esas láminas de Zóbel una auténtica reliquia, un tesoro de interés público que revaloriza, fuera del régimen de fluctuaciones monetarias de la industria turística, el incalculable patrimonio de la ruta de los volcanes.   

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