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lunes, 28 de agosto de 2017

LA HORA DEL PLANETA

LA HORA DEL PLANETA
CRIS COVO GÓMEZ
Cuando en la década de los setenta los movimientos ecologistas comenzaron su actividad eran cuatro pelagatos los que se manifestaban. Hoy en día el movimiento se ha extendido considerablemente y son muchos los que tratan de hacer oír su voz por una causa que a todas luces vale la pena. El ciudadano de a pie, medianamente informado, es consciente de las consecuencias que va a traer el cambio climático. De hecho, ya se están percibiendo los efectos: subida del nivel del mar en 10 cms, cambio brusco de estaciones sin proceso intermedio, subida de la temperatura en todo el globo.
En las cumbres que se han venido celebrando (Kyoto, París,…) se advierte de la importancia de asumir responsabilidades en ese sentido, cada país debe sumarse al compromiso: el acuerdo para frenar la emisión de gases de efecto invernadero debe tratarse antes de alcanzar el punto de “no retorno”. Por desgracia, los países intervinientes no se ponen de acuerdo y dejan en el aire un tema tan importante como este.

¿Quién pondrá salvavidas al planeta?  La gente entiende que la cosa no funciona exactamente como nos la han venido explicando. La contaminación y la corrupción han ido desgraciadamente de la mano, toda vez que políticos y empresarios impresentables han decidido instalar tal o cual negocio arrojando vertidos al mar de modo desconsiderado.



El mar es hoy por hoy el gran vertedero, aguas fecales, medicamentos, residuos industriales van a parar a nuestras aguas. Biólogos marinos y científicos advierten sobre el problema, asociaciones ciudadanas los apoyan para que el gobierno adopte al fin medidas… antes que sea demasiado tarde. El desvío de agua potable hacia sectores donde se consume en abundancia ha hecho alzar la voz del agricultor que también la necesita en su trabajo.

Si pensáramos en los árboles que hay que talar para abastecer una papelería o las tortugas que tienen que morir en las faenas de pesca, nos daríamos cuenta de la magnitud real del problema. Tomar conciencia de que este es nuestro mundo en el cual nos movemos y existimos nos lleva también a pensar en el uso que estamos haciendo del medio y la explotación de sus recursos, que por otra parte, son limitados.

La Tierra es un ser vivo, que resuella y siente. No podemos mirar hacia otro lado, ignorando el problema; es la hora de decidir cuál es el planeta en el que vamos a seguir viviendo en las próximas décadas

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