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miércoles, 7 de junio de 2017

LA PREPOTENCIA POR BANDERA



LA PREPOTENCIA POR 
BANDERA
EVA NAVARRO SAN LUIS
Cuando Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe cuestionaba si en esta vida vale más ser temido que ser amado. Las relaciones basadas en el dominio y la dependencia van más en la primera línea que en la segunda.
Con frecuencia los medios de comunicación nos sacuden con la noticia de que un hombre, haciendo uso de la fuerza bruta, asesina a su mujer o aún peor, a su mujer y sus hijos y luego se quita la vida. Lo mismo ocurre a otra escala cuando hablamos del terrorismo. Ya no es sólo suficiente segar la vida de los espectadores de un concierto o un rallye sino que hay que sacrificar la de uno mismo porque el fin justifica los medios. El atacado no puede hacer frente al atacante ni al lenguaje de la violencia. A un nivel aún más preocupante podemos observar este abuso de fuerza y autoridad entre naciones y gobernantes, mentes perversas y gentes sin capacidad de diálogo que tienen implantado por defecto ese lamentable microchip. El débil asume el papel de doblegarse impotentemente ante ese alarde de prepotencia, asumiendo que es mejor no discutir o no acercarse demasiado al que tiene ideas contrarias a las tuyas.
Entrenados en el juego de la violencia no podemos evolucionar favorablemente en ningún aspecto de la vida. Las personas diseñadas de este modo deberían recurrir al nosce te ipsum que decían los antiguos, para descubrir cuál es su verdadero temperamento y actitud, por qué se crea un bloqueo que nos impide fluir como personas, cuál es la disposición con la que salimos cada día de casa, si somos capaces de dominar nuestros impulsos o ellos nos controlan a nosotros.
Hoy en día se critica el desplante de Trump, como en otra época innombrable se hizo con las ideas de Hitler o cualquier otro dictador de la Historia.
Sin ánimo de hacer juicios esperemos que tomen consciencia de su papel, de lo que las personas esperan de sus superiores, más allá del discurso fulminante del poder y el ego.

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