ELLAS.CAPITULO29
DUNIA SÁNCHEZ
Sirenas y más
sirenas en la oquedad del mutismo. Llueve, una lluvia liviana que nos alza en
el rincón de la celeridad por llegar a ese océano donde el bello mundo abisal y
extraño se mece. Sirenas y sirenas, no me imagino a nadie con este tiempo en la
playa. Pero si, allí se erigen las luces. Sonatas penosas de un violín rajado
se mezclan en el aullido de estos coches. Aprisa, aprisa van a orilla. Algún ahogado. Anne se difumina, se asusta,
se siente vagar por pasadizos de clavos hirvientes en su sien. Teme lo peor.
Tomamos la celeridad de su mano despegada ahora de mí y corre y corre a la
playa. Fangos la recorren. Llega a la orilla, se detiene. Mira atrás a mi…a mí.
Me paro. No sé qué hacer. Sus ojos remotos se tornan lacrimosos, sus ojos
azules se muestran desplazados donde los precipicios nos empujan a la nada.
Glaciales desplomándose sobre mis piernas hastiadas, cansadas…muy
cansadas. Todo ha acabado. Siento el
chillar de niños que también andan en el lugar. Llueve, una lluvia de hiel
sobre los hombros de la fragilidad. Cae de rodillas sobre ese cuerpo inerte,
cuerpo de ataúdes danzantes en arenas movedizas. La siento desplegar sus alas
deshilachadas en el pasado ¿Qué pasado? Ayer, todos estos años. Su amigo, su
cómplice se marcha. Le da la espalda en las tormentosas quiebras de sus
cimientos. Ven…ven Anne ¡ay Anne¡ Mi querida de Anne, anudado a los deseos del
alma se ha ido.Ven...ven Anne ¡Ay Anne¡
Solas bajo un techo donde el temblor de la memoria te hará estrangular el paso
de las horas. Ya descansa, es su decisión. Por qué no, Anne. Llueve. Estamos
mojadas. Ella viene con la cabeza baja, con sus ojos pisando una arena donde se
hunde sus sentidos. Me coge de la mano y me dice, volvemos a casa. Tal vez hoy
sea una noche clara, veremos la estrella fugaz que entre ballenas azules lo
llevará lejos, muy lejos. Donde el sufrimiento no tiene cabida. De su mano deja
caer una nota: Adiós Anne, querida Anne.
No hay comentarios:
Publicar un comentario