EL PNV SE LLEVA EL GATO
AL AGUA
GORKA CASTILLO
El
PNV vuelve a estar en primera plana de la política nacional por causa de fuerza
mayor. El mismo portavoz nacionalista en el Congreso, Aitor Esteban, lo ha
reconocido. Sencillamente, su partido ha apoyado los presupuestos del PP por
responsabilidad, porque al quedarse sin ellos la imagen que proyectaría España
a Europa y a los mercados financieros “sería nefasta”. Seguro que es verdad.
Con los cinco escaños que tienen el argumento suena de lo más sensato. Si sus
cinco votos no hubieran sido tan necesarios para Rajoy, no es difícil imaginar
a los dirigentes del PNV deambulando por Sabin Etxea sin saber muy bien qué
hacer, recordando sus batallas nacionales, ganadas y perdidas, con Adolfo
Suárez, con Felipe, con Aznar y hasta con Zapatero. O hundidos en un sofá del
Gobierno vasco, derrotados por la melancolía de los viejos tiempos, sin ganas
siquiera de sacar pecho por un sistema fiscal propio que ha permitido a la
Comunidad autónoma vasca vadear un poco la política de recortes leoninos
aplicados por su nuevo amigo a nivel nacional.
Es
posible que hasta su extravagante experiencia como negociador implacable –solo
ha llegado a acuerdos cuando tiene la sartén por el mango– haya provocado a los
jeltzales punzadas de nostalgia a la espera de la llamada redentora. Vamos, que
se entiende perfectamente el subidón que les ha provocado su acuerdo con el PP
porque nadie podía imaginar que cinco ridículos votos pudieran costar 1.400
millones de euros, que es el monto que el Ejecutivo vasco se ahorrará de pagar
al Estado tras el pacto alcanzado por el Cupo. .
Lo
que se entiende menos es que al PNV le parezca una locura que el PSOE y Unidos
Podemos rechacen los presupuestos “sin entrar en el contenido y sin explicar qué
harían al día siguiente”. ¿O acaso en el Parlamento vasco no tiene un acuerdo
de legislatura con los socialistas en el que la base de todo es declarar
proscritas a las tijeras que con tanta fluidez desenvainan los políticos del PP
en el resto de España? ¿Qué representa la corrupción endémica que carcome de
arriba abajo al partido de Rajoy ante el influjo seductor de una bolsa repleta
de dinero para la construcción del costoso y controvertido Tren de Alta
Velocidad y la tarifa eléctrica de media tensión que afecta a las empresas? En
realidad, nada porque son parte del precio. Con esa rara habilidad y simpatía
que suelen mostrar los portavoces nacionalistas cuando suben al estrado del
Congreso, Esteban zanjó el asunto con un “no es el mejor escenario ni el más
práctico para que se depuren las responsabilidades” por los casos de corrupción
del PP. Listo.
La
corrección política de estos complejos momentos, y explicar este pacto a los
votantes del PNV va a exigir a los jeltzales una labor pedagógica monumental,
obliga a este tipo de discursos envueltos en celofán. Imaginen a Aitor Esteban
o a Andoni Ortuzar diciendo que sí, que pese al acuerdo firmado no van a cejar
en exigir desde el Congreso responsabilidades a Rajoy por tanta carcoma en su
partido, que, pese a todo, no son un partido de fiar y que en cuanto las
condiciones lo permitan no dudarán en retar al Estado para una reconfiguración
territorial para que Euskadi tenga representación en Bruselas sin la tutela
española. Lo más probable es que la Brigada Mediática de Guardia les daría
hasta en el cielo del paladar acusándoles de penas peores que a Barrabás.
La
de ahora es la prueba definitiva, por si a alguien le quedaba alguna duda, de
que el PNV es el partido político más camaleónico de Europa. En seis meses ha
pasado de mostrar toda la cordialidad y el buenrollismo del mundo a Pedro
Sánchez a denostarlo por “crear gresca” en el PSOE y apoyar los presupuestos
del PP. La duda que existe es en qué situación quedan sus relaciones con sus
socios ideológicos en Cataluña, a quienes cortejaba lejos de la miradas de la
gente corriente como amantes furtivos, el PdeCat, quienes bordean el
despeñadero por reclamar al PP la misma celeridad para llevar adelante unas
negociaciones que pongan fin a su conflicto territorial sobre una base cuyo
contenido no variaría mucho del que casi ha regalado al PNV por cinco míseros
votos. Son las cosas de la política aunque en Cataluña deben estar mascullando
lo que ya advirtió el poeta Wystan Auden: “El mal comparte nuestra cama y come
en nuestra mesa”.
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