LA DEMOCRACIA NO SOPORTA MÁS
AL SEÑOR RAJOY
GUMERSINDO LAFUENTE
"El
señor Rajoy no soporta más democracia; la democracia no soporta más al señor
Rajoy". Irene Montero, portavoz de Podemos, podría finalizar así su
discurso de defensa de la moción de censura si esta al fin llega a presentarse.
Sería un irónico homenaje a las palabras pronunciadas por un desgarbado Alfonso
Guerra en mayo de 1980, cuando defendió la fracasada moción contra el entonces
presidente del Gobierno, Adolfo Suárez.
Hoy,
como ayer, vivimos una situación delicada. Al Partido Popular le asedia la
corrupción. Tenemos a un fiscal general del Estado y a un fiscal Anticorrupción
abrasados por las sospechas. A un ministro de Justicia incapaz de dar
explicaciones creíbles de sus mensajes a "Nacho" González. Al número
dos del Ministerio del Interior recibiendo al hermanísimo (hoy también en la
cárcel) justo al día siguiente de que se supiese investigado. Al presidente
haciéndose el Rajoy, es decir, dejándolo estar y de viaje por las Américas. Y a
todo el país, votantes del PP incluidos, sorprendido ante la dimensión y los
tintes mafiosos del escándalo.
Parece
por tanto que motivos sí hay para una moción de censura. Ayer mismo, en La Ser,
Pedro Sánchez pedía la dimisión de Mariano Rajoy. Pocos minutos después, casi
como una secuencia ensayada o una reacción rápida, Pablo Iglesias hacía pública
su intención de presentarla.
Es
posible, sí, que en unos días veamos en el Congreso debatir a Irene Montero con
Soraya Saénz de Santamaría en el arranque de las sesiones, para dar paso luego
a los primeros espadas de cada partido y, cómo no, al candidato a presidente,
que no sería otro que Pablo Iglesias, obligado a desgranar su programa de
gobierno.
Y
aunque la moción sea derrotada, seguro que para alguno de los protagonistas
será una buena ocasión de demostrar lo que tiene que ofrecer. Es de suponer que
Iglesias intentará aprovechar la ocasión para alejarse de las ocurrencias
callejeras, que al principio pueden resultar divertidas, pero terminan siendo
cansinas, para, en sede parlamentaria y con las televisiones en directo,
explicarle al país sin intermediarios cuál es su alternativa.
Así
lo hizo hace 37 años Felipe González durante casi dos horas para lograr, desde
ese día, ir allanando el camino hacia su mayoría absoluta de 1982. Así lo
podría hacer Iglesias, aprovechando además la sede vacante en la cabeza de
cartel del Partido Socialista.
Pero
también puede ser una gran oportunidad de fijar sus posiciones y sus ambiciones
para Albert Rivera, justo en un momento en el que el PP, por primera vez en
muchos años, parece un partido al borde del KO, tambaleándose ante el fuego
amigo de sus corruptos.
Por
mucho que se empeñen los voceros del partido del Gobierno y del resto de la
oposición, calificando la iniciativa de Podemos de numerito, circo o
acusándoles de mala fe, utilizar los recursos que ofrece la Constitución para
controlar la acción del Gobierno en una situación excepcional como la que hoy
vivimos no parece nada exagerado. Cosa diferente es que al PP no le guste, al
PSOE le venga fatal o a Ciudadanos le obligue a tomar una posición más radical
frente a Rajoy y sus ministros.
Por
otro lado, la iniciativa no está exenta de riesgos. Lo que es una oportunidad,
puede transformarse en calvario. Nada garantiza la brillantez de Montero, para
muchos una incógnita, ni el acierto de Iglesias, listo pero siempre al borde de
estropearlo todo con alguna ocurrencia.
Repasando
las imágenes de 1980, da un poco de envidia el encanto, la dicción, la sonrisa
de un Suárez aún en forma aunque ya se sabía acosado. El descaro y la ironía de
Guerra. Y el empaque y atractivo de un González en su mejor momento. No creo
que nos venga mal trasladar el debate político de los platós de la televisión
al Parlamento y cambiar la ambición por el share de las audiencias por el
siempre más noble ejercicio de conseguir el respaldo de los ciudadanos con sus
votos.
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