ELLAS. CAPÍTULOS 18 Y 19
“NARRATIVA”
Ha vuelto, me
habla y habla. Yo aquí resignada cociendo un vuelto de pantalón de él. Coge a
los niños y se va. Me detengo por un momento y después cruzo esa puerta y
escaleras abajo los sigo. Quiero ir con ellos. Los alcanzaré y unidos iremos a
ese parque donde los niños puedan jugar mientras meditamos en la llanura franca de un océano
quieto. Ya estoy al lado de ellos. El serio pero se de esa emoción después de
una discusión terminada en buenos vientos. Aunamos nuestra energía, despacito
entramos en ese paraje donde arboles de no sé dónde y cascadas artificiales
embelesa a los viandantes. Dejamos a los niños y nos sentamos de espaldas
mirando el mar. Ese mar emancipado de nuestros quebrantos, de nuestros apuros.
Sencillamente lo bello caricia nuestras pupilas en el sentido angosto de esta
ínsula. No sé lo que sería de mi si viviera lejos de él, de este minúsculo
trozo de tierra en la inmensidad del océano. Estaría rota, oxidada, cargando
añejas cadenas condenada a la desidia, a la dejadez. Sí, te necesito. Abráceme
con tus estrellas marinas y caracolas. Dame de aquello que carezco. Nos
perdemos en toda su amplitud, en todo su afable fragancia. Me gusta, me gusta
su olor. Sal y algas cabalgando en su inmersión en los viejos barcos. Mis hijos vienen, se sientan con nosotros y
me digo que estarán pensando en vernos juntos…hace tanto tiempo…Felicidad,
amor, compasión describen sus ojos y se quedan al lado nuestro, callados,
disfrutando de la perfección de este mundo. Galopo en sus destinos, todo está
tan mal. Violentos espíritus succionando de este globo. Nos matamos, nos
herimos, nos odiamos. Todos…si, todos. Un gato escuálido y gris pasa ante
nosotros, los niños lo señalan y ríen. Les hace gracia. En el allí y ahora, más
allá del horizonte, pueblos horrorizados por bombardeos, inocentes que no se pueden defender del
exterminio que se lleva a cabo. Ellos no se dan cuentan pero él sí , me limpia
una lágrima. Ay esta tierra, sometida a la
nada. Y buscamos y buscamos en otros misterios del universo. Qué idiotas somos.
Sanar todas las heridas, todas las cicatrices, todas las carencias de este
planeta…este planeta llamado azul, llamado tierra. Bosques ennoblecidos algún
día se irán y nosotros no más que seremos cenizas sobre un mar difunto, sobre
una esfera llameante de vacío. El mañana...el mañana de mis hijos. Juro ser
vertical, asomarme contra los vendavales de la anti prosperidad e ir por
delante de todos los rastros no valerosos en el resurgir de sus destinos. El
mañana…el mañana de mis hijos. Yo y mi marido nos marcharemos entre cenizas
proyectadas al universo y ellos se valdrán autónomamente con el devenir
serpenteante de sus huellas. Baja más y más la marea. Iremos a la orilla y allí
con nuestros pies descalzos chapotearemos nuestra unión, nuestro compromiso a lo
largo de los años, dure lo que dure
ELLAS. CAPÍTULO 19
Mi
lugar ¡Qué extraño¡ ¿Será aquí? En la lejanía de esa ciudad girando y girando
en el ímpetu de la oquedad ronca de su sonido. Lo cierto que es grato estar,
ser ave libre en busca de las dimensiones de nuestras alas al unísono. Pero no
sé. Soportaría tanto silencio, la precariedad a mi vista de un océano que no
siento. Sí, el callar bronco de los coches, de los bocinazos, de la
charlatanería, de la hipocresía enderezada allá abajo. Yo sé que desea lo mejor
para mí. Pero no…esto no. Prefiero estar bajo un techo y con la soltura de
nuestra intimidad revolcarnos bajo los fuegos del amor. No hace falta la huída.
Sería fatal. Tendremos que hacer frente a la cotidianidad, alejarnos de todo
insuflar de las murmuraciones. Es más ya me siento mejor, quiero irme de aquí,
de este equilibrio entre hombre y tierra. Los respeto, los aplaudo pero el
engendrar de nuestras singladuras pienso deben de ser envergadura del cara a
cara, no los ojos blanco frente a lo real. Mi lugar, no Laum, te equivocas. Sí,
me gusta este amplio campo en la cima de la montaña, en la cima ajeno a los
desordenes de nuestro globo. Pero Laum tenemos que volver. Ándate, antes que la
noche regrese con su mutismo mortal. Iremos como tú quieras, caminando
por senderos agotados, por piedras dormidas hasta el océano. Sí, espero, cuando
terminemos de comer. Nos despediremos de estas bellas personas calladamente y
vagaremos por las entrañas de esta isla donde todos sus caminos nos llevan a la
costa, a la costa. Da igual lo que tardemos, nos abastecemos y en alguna cueva
donde los aborígenes tomaron como sagradas reposaremos. Mi lugar. Nunca
sabremos de cierta manera donde está. A lo mejor está en un desierto, en una
tundra, en parajes glaciales desheredados del devenir. Espero la partida a lo
que yo creo mi lugar. Mi lugar, soles dorados, lunas plateadas, astros
emergiendo en el regir de las leyes del universo. No somos nada. Mi
lugar, planeta tierra, es lo único sincero que puedo decirte. Una mota de polvo
encasillada en no sé dónde. No quiero otro, no quiero a nadie más. Curar la
sangre escandalosa de este globo es lo único. Para que más vidas extrañas en el
confín del cosmos, galaxias comiéndose unas a otras, galaxias expandiéndose y
contrayéndose en un caos. Mi lugar, aquí sentada, contigo. No pido más. Otros
seres de otros mundos, que se queden en su casa, su lugar. Primero tenemos que
resolver la matanza desbaratada de este lugar. Impresionante es el paisaje. No
Laum no me identifico con él, adoro todo sea ya alquitrán como lindos los
lindos boscajes que nos rodean. Es la evolución. El imperio de la masiva
tecnología del bien y el mal. Ciclos. El ser humano vive ciclos, este
terminando en la estampida aborrecible del poder. No me mires así, este lugar
me hace cavilar. Y ahora en estos instantes, en estos momentos me surgen ideas
de este lugar llamado tierra, el mundo azul. Ay la belleza…eres bella…me
atiendes y unos ojos llenos de vigor me socorren, me sanan del ayer.
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