ELLAS. CAPITULO 8 y 9 (NARRATIVA)
DUNIA
SANCHEZ
Se
endereza, desnuda presiente mi llegada hasta ella. Sigo en la sutileza de mis
huellas en este piso húmedo. Ahí está, frente a la ventana, mirando la plateada
en todo su brío.
Ella
ya sabe que estoy en este salón, no se da la vuelta sigue y sigue ensimismada
en su luna redonda. Tal vez la timidez, el azorar de ser imprudente la asusta.
Me acerco con cierto palabras en mi cabeza “ Te juro Anne que nada saldrá de
aquí. Conservaré nuestro secreto bajo un sótano impensable a los demás. Estoy
aquí, tras tu espalda ¡La belleza ronda tu piel pálida, frágil. Te juro que
seremos una mientras a puerta cerrada andemos juntas por esta casa. Después,
dos, cada una tomará el rumbo de la vida cotidiana. Pero nos volveremos a
encontrar, así, solas con la mirada fiel de los astros. No, no diré nada. A
nadie le interesa nuestra vida solo a nosotras” . Pongo lentamente mi mano
sobre su hombro frío, muy frío. Ella se estremece, se gira. Sus ojos vuelan a
través del mutismo, del cansancio. Busco y Busco, no hallo nada…a ras de sus
manos queda la maléfica cicatriz del pasado¡ Qué hacer¡ La abrazo, sus brazos
caídos indican que su voluntad es pésima. Venga , mujer, le digo. Salgamos de
aquí, de esta casa tétrica, esbozo de estaciones mal logradas. No se mueve. Me
dirijo hasta su habitación desordenada y cojo algo de ropa. Se la llevo y se la
deposito en el sillón. Ella sin prisas se viste, se abriga. No dice nada. Pongo
mi mano sobre la suya y la llevo afuera. Ella no se resiste, se deja llevar. Un
taxi, lo paro. Subimos y le digo el lugar que deseo ir. Lejos, muy lejos
donde la pisada de la humanidad deteriorada sea irreconocible.
Lejos, muy lejos donde los pinzones azules duermen en el balanceo invernal.
Lejos, muy lejos donde los pinares silban a la vida cuando el viento canta.
Lejos, muy lejos fuera de esta urbe que ahoga, que nos aniquila con su polución
grotesca. Lejos, muy lejos donde el llanto de un niño aguijoneado de sed y
hambre no nos distorsionen por unas horas. Y callo. Lejos, muy lejos donde mi
beso en su cuello sea culminante caricia del reverder de su mirada. Mirada
ofuscada. Mirada perdida. Mirada opaca. Mirada de pozos cubiertos de lodo. Todo
es silencio. El taxista baja la emisora, me escucha. Debe pensar que no debemos
estar muy bien. Sí, en plena madrugada dos mujeres una con rostro de cenizo y
otra con el empuje de la incertidumbre. Me callo. El taxista sube otra vez el
programa que escucha. No sé si Anne le molesta. Está inerte, sin ganas. A mí no
me entorpece, me da lo mismo. Para allá vamos. Traspasamos la ciudad, todo es
oscuro. Constelaciones nos persiguen en nuestra ruta a la cumbre ¿Y por qué
este lugar? Será que allí nos conocimos en una jornada de chubasco febril.
Quiero rememorar ese instante. Instante eterno que en su memoria volverá a
flotar…¡Ay Anne¡ Lucha, vence...
ELLAS.
CAPÍTULO 9 (NARRATIVA)
Las cinco.
Son las cinco.
Carcomidas sentencias
Habitan en el ayer.
Aislado.
Estoy aislado.
Luces devorando.
Madrugada insomne
Lanzada al vacío.
Cotidianos revuelos
De farolas
Al encuentro del desahuciado.
Marchito.
Me hallo marchito.
Roca rajándose
En mis sienes
Con el estallido
De las garras del adiós.
Oh no,
Me abraza la duda,
Me abraza el cimbrar
De un viejo paseo
A través de angostas sendas
Donde arboledas rajadas
Se desploman sobre mis manos.
No, no puedo dormir. Me siento angustiado, desvalido,
desamparado de todo lo que se cocido en mi reconditez. Hombre pobre de verdad,
su verdad. Llueve. Otra vez la llovizna deforma la serenidad que quiero
alcanzar. La siento golpear los cristales de la ventana de este miserable
hotel. Desnudo, solo una toalla enrollada esperando el secar de la ropa para
irme cuando el alba me indique los pasos a seguir. Mientras no queda otra.
Escribir y escribir. Eso que he hecho toda la vida. Será un poemario triste,
sin nada de esperanza, cerrado para aquellos que quieren saber. Ella no existe.
Ya no …solo es una demacrada figura en el con la sombra del pasado. No sé lo
que me pasa. Siento que me llama, que me llama. No es el eco de las gotas al
caer ¿Me estaré volviendo loco ante esta situación? Olvido. Sí, que olvido se
apodere de mí y me lleve por la ruta incolora del fenecer. Me miro al espejo.
Veo un hombre caer, un hombre de ojos blancos como el deshielo desplomarse ante
la celeridad del recalentamiento ¡Ojos blancos¡ Ahora me sudan las manos y mi
vitalidad siente escalofrío ¡Aléjate de mi¡, grito al espejo. Mi puño quiebra
una imagen lamentable, mi puño sangra y sangra. Me encuentro mejor. Me enrollo
papel higiénico en mi mano. La sangre no cesa, sigue su andadura pero no hay
dolor. Ya no hay nada. Me siento en el sillón, continuo.
Ocaso precoz,
Heridas lamidas
Por el terror
Anclado en mis sienes.
Te busco, te busco…
Ya no estás.
Agujas oprimen mi pecho.
Respiro.
Respiro el haz voraz
De su atmósfera.
Mariposas.
Mariposas blancas
Son visita.
La muerte, la muerte…
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