ELLAS. CAPÍTULO 20
DUNIA SÁNCHEZ
Ando eclipsado
en esta diminuta ciudad. Mis pisadas invernales me llevan lejos de ese modesto
hotel. Conmigo mi maleta, mis poemas. Hoy jornada de domingo, visita
desahuciada de las gentes, de las miradas. No sé a dónde ir. Solo sé la
necesidad de algún sitio para sentarme. Mi techo es este cielo azulado,
pincelado por algunas nubes blancas. Iré
algún parque y allí esperaré a mañana. Presiento que mi memoria se adolece, se
enquista en la desorientación. Espero
que todo esto no sea más que pasajero.
Desagrado a depender de alguien mientras mis cimientos se ofuscan. Ahí
el gran parque vigilante del océano. Necesito recuperar fuerzas y penetro en el
hasta hallar un banco. Saco mi libreta, esta libreta donde se erige todas mis
sensaciones.
Arboledas.
Sombras.
Escombros de una
aurora,
Donde el
retorcer de mis manos
Caen en el
vertiginoso duelo
De la
desmemoria.
Dolor.
Angustia.
Espíritus
abatidos
Disciernen en mi
vasto paso
Convergiendo con
la duda,
Desparramando el
todo
De mi
existencia.
Ojos
Perdida
Llamas
enganchando
En el carruaje
de los sueños caídos
Bajo las
ciénagas del desdén,
Del desinterés
de mis piernas, manos
En los bosques
perpetuos a la quema.
Cansado.
Apagado.
Me siento
fallecer
En las mareas
remotas de un nombre
Que viene a mí
Con la
brutalidad de alas rotas.
Levanto la vista
y delante de mí, de espaldas, una pareja con sus hijos. El hombre por su
postura me parece conocido. No sé, en algún encuentro fortuito de esta ciudad.
Lo miro. Solo su espalda me es familiar, de qué será…por unos momentos me
despisto he intento recordar pero mi cabeza anda en los riscos obstinados al
olvido. Me alzo, despacito me dirijo a ellos sin misión de entorpecer la
contemplación del mar. Quiero saber quién, quién en mi pasado me dibujo esa
figura familiar. Brotar en el sentido del espesor de una esperanza. Tengo que
hacer algo. No puedo fallar así en los fotogramas pasados. Pero no logro a
medida que avanzo y me aproximo a reconocerlo.
Todavía no es grave pero hay síntomas de que mi memoria se borra y solo
estoy. Me aislaré en el encierro de mi ser, vagaré en la decadencia hasta
culminar mis días. No quiero que me vean así, en el duermevela de mi mente, en
el despreciable parar de mis ilusiones. Este será el último libro, un poemario
que no lucirá ante mí. Todo depende de las prisas del editor. Espero que no sea
demasiado tarde. Sí, cuando yo aparcado en una silla y mis ojos miren la nada
del ayer, del hoy ante ellos. Tengo fría las manos, un cierto soplo gélido y
maléfico aplasta mis pisadas. Me detengo tras de ellos y miro como mira un niño
una golosina. Una familia creciente en la gratitud a la vida. Pequeñas cosas
ennobleciendo su amor, sus cadenas a ras de un océano invisible para mí. Antes
de fugarme en el silencio quería decírselo a ella…¡Ay Anne¡ Si supieras…Acá
aislado, balanceándome en la duda, con destino incierto, orbitando bajo
lágrimas. De ella si tengo la imagen. No lo entiendo. Serán los años cuales
convivimos juntos. Será los daños causados en los secretos del alma. Pongo mi
mano sobre su hombro, el se vira. Hay rareza en sus ojos verdes pero me
reconoce, creo yo...
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