ELLAS. CAPÍTULO 14
(NARRATIVA)
DUNIA
SÁNCHEZ
14
Flores y más
flores ante mi entrada de este mercado cerca de mi casa. El ya duerme después
del jaleo de todos los días. Discusión, tras discusión ¿Por qué habrá elegido
ese trabajo? Ya sé de la situación difícil que estamos viviendo. Pero me paro
ahora, no es mejor esperar. La necesidad no es tanta ¡Como me gusta el olor a
gente en este mercado¡ Es temprano y todos los puestos abiertos. Hoy lo he
encontrado enfurecido me ha dicho malagradecida como si yo lo obligará. El taxi
es muy duro. Horas y horas vagando en la nada de una ciudad al encuentro de
algún cliente entero pues es peligroso, no sabes a quien subes en tu auto.
Compraré algo de verdura, algo de fruta y no sé si pescado o carne. Esa es la
cuestión. Pasaré a ver qué pinta tienen. Aquí es todo fresco. Me gusta el
color, el aroma del mercado. Me siento libre, no como esos grandes comercios
que te agotan, parecen echarte. Ya estoy tranquila. Sí, margaritas. También
llevaré unas margaritas para el comedor. Margaritas y margaritas, las verá
cuando levante. Sí, cuando la noche retorne a nuestro hogar. Los hijos ya
acostados dirán y papa y yo siempre contestará lo mismo trabajo y más trabajo
cuando libre estará con ustedes todo el día. El no comprende que me paso el día
en casa, que ya casi no me relaciono con nadie solo con el eco de la radio
dando noticias y más noticias horribles, agrias a la sensibilidad. Yo también
trabajo para que todo esté en su orden. Que si la limpieza, que si la comida,
controlando la economía, abasteciendo los pilares de esta casa, que si coser
algún botón. El no lo ve. A veces me contrarío y no me entra ganas de saludar a
nadie, ni ahora que estoy en este mercado. Compro y me voy para preparar la
comida antes de que lleguen los niños. Ñame, batata, papas, ajos, berros,
judías, zanahoria, calabacines…no sé si me faltará algo para el potaje. Bueno
me largo de aquí la furia de antes me ha dejado destartalada, confusa. Todo es
silencio bajo este techo, el duerme, de aquí escucho sus ronquidos. Voy un
momento a la habitación. Lo miro y ante mí el amor. Me remuerde las sienes, no
debí enfadarme con él pero lo veo plácido, tranquilo, manso. Ya se le habrá
pasado. La radio, la radio…pero que dice, ataques químicos. Me da miedo. La
atmosfera frágil que nos envuelve herida. Muertes y más muertes. No. No. No
estoy de humor para escuchar los descalabros de la humanidad ¿Humanidad? Acaso
nos podemos llamar humanos o ser animal de origen aberrante. Espero que esto no
termine mal. Muchos catastrofistas anuncian una tercera mundial. Ya no me extraña
nada. Voy a por el potaje de berros pero antes zurzo un pantalón que me ha
dejado Pano aquí. Ay este padre de mis hijos…es un desastre. Todos tendríamos
que aprender a coser. Sí, nuestros odios, nuestras venganzas, nuestras heridas.
Y coser y coser mientras viene a mí un soñar, un soñar con mis ojos en estas
paredes de la cocina. Soñar y soñar de la espera hecha realidad en el surcar de
nuestros deseos. Soñar y soñar lejos de aquí, del mundanal bullicio de una
ciudad que con sus bocinazos y ruido me consume a un estado de aislamiento.
Soñar y soñar de vergeles bienaventurados donde niños y mujeres crecen en la
esperanza, en la paz. Soñar y soñar que el despierta y viene a mí, me besa las
mejillas y me dice todo ha cambiado. Soñar y soñar que mis hijos crecerán en
una sociedad sin el dolor de los acantilados rasgadores al daño. Soñar y soñar
en un árbol plantado por nosotros y que después las generaciones venideras
puedan recoger su fruto, no podrido sino exultante en la libertad que gira y
gira en torno a las hogueras del bienestar. Soñar y soñar que nuestras
sensaciones no sean violadas por las agrestes noticias del día a día. Ya he
terminado. El viene. Hola, me dice como perdón por las yermas palabras de
antes. Me besa en la mejilla y yo sueño que soy feliz. Coge su pantalón y se
marcha. Otra vez a su labor, de parada en parada a la espera de alguien. Soñar
y soñar el término de todo esto. Lo quiero aquí, conmigo, con mis hijos. Todo
esto es muy duro y más duro para él. Ese odioso taxi. No queda remedio, no hay
otro trabajo. Soñar y soñar en el solaz de una ruta guiadora de nuestras manos juntas a todas
horas, en todos los instantes. Pero no. Aquí estoy preparando la comida, el ya
fugado de mi vista, en la calle. Me
arrimo a la ventana, lo observo. Su agotamiento impera, es borrasca que lo
lleva a la decadencia, a la masacre de su razonar. No, no hay tiempo. Coge su
taxi y otra vez sola ¡Sola¡ Soñar y soñar...Coloco el ramos de margaritas, las
miro, acaricio cada pétalo blanco como fe del cambio y dejo de soñar y soñar…Si
abandono este lapsus que me ha emancipado de lo real. Seguro empiezo a preparar
la comida. Cortar y cortar. Yo sé lo que cortaría, esta rutina. No quiero
apagarme, hay que ser vertical, veraz. Yo ama de casa me declaro sumisa al
rigor de lo cotidiano. Yo mujer de sus labores me declaro esclava de esta
atmósfera, de este techo. Yo mujer nacida para servir me declaro harta del
ahora. Yo mujer tengo frío, una gélida mañana me vence, me derrota ¡Sola¡
Ocuparé mis pensamientos en los mismo de todas las jornadas. Pero hoy no puedo.
Quiero soñar y soñar. Mi cabeza parece estallar, golpeo la mesa con este
cuchillo y me desahogo. Y soñar y soñar
en lo venidero. Lloro. Golpeo y golpeo hasta sangrar la palma de mi mano.
Sangre corriendo. Voy al baño, abro el grifo del lavamanos y la dejo ir. Con papel higiénico me envuelvo la mano y de nuevo a la cocina.
Me apresuro, la comida lleva su tiempo...
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