CAPÍTULO 16. ELLAS....
DUNIA SÁNCHEZ
16
Perecederos
sentidos abatiendo la luminosidad de la mañana. Vivo con el destino en una
maleta por terminar de deshacer. Vivo sin rumbo, en este hotel ahora donde la
sonoridad de la ciudad me abre hacia un nuevo sendero. Cemento y más cemento,
es lo que necesito para hacer el borrón de lo de ayer. A quien llamar, mi móvil
no tiene ni batería. Incomunicado cavilo en el que hacer. Mi mente rota
ávidamente, en un desorden que me hace sentar y escribir y escribir. ..
Roto
viento ven
Con
el quejido
De
alas desplumadas
En
gris.
Sutil
aventura
Oscurecida
Por
la fetidez
Del
grotesco aliento
De
su cabello.
Temblor.
Dilema.
Cobertura
oxidas
De
sonatas evadidas.
Muerte.
Vida.
Palpitante
engendrar
Del
desapego
De
mi corazón.
Romper o no romper. Corregir o no corregir. El
primer impacto es lo que queda, lo que vale. Ni romperé, ni corregiré. Así lo
dejaré como revoltijo de mi estómago. Me encuentro pesado, agotado. Cuando
llame al editor le diré de su publicación, lo necesito. Necesito el expulsar el
mal gusto de mis sentidos. Me tiendo en la cama y mis ojos estáticos contra un
techo de hotel. La habitación es pequeña y es mejor así. No necesito grandes
espacios para librarme de este amargor. No quiere llover hoy, larga son las sombras
marrones que me tiran y tiran.
Y
creía.
Sí,
creía en el brotar de los besos
Desalojados
de mortecinas figuras
Andantes
tras de mí.
Y
creía.
Sí,
creía en el fragor imperecedero
De
la nobleza de las almas
Bailando
al sobre mis hombros.
Y
creía.
Sí,
creía en la ausencia de la fragilidad,
En
la distancia de féretros
Planeando
a ras de mi vientre.
Te
busco y no te hallo. Mi mano se extiende sobre estos papeles esculpiendo lo que
me has dejado, ojos amarillos en los agujeros infinitos del delirio. Me restablezco
y sigo mirando este techo de la nada, aquí en un hotel moribundo en el centro
de la ciudad. Me levanto de nuevo coge mi maleta y guardo mis cosas. Me visto y
aceleradamente me voy. No sé a dónde pero lejos de este sitio, se me hace
insoportable, apestoso. Solo. Yo y mis versos anudados a lo sucia que es la
vida. No me entiendo. Yo asentía, pero hay algo que me lleva a ti. Sí, a ti
Anne. Ven, te digo. Mi cavilar se esfuerza en traerte. Ven, te digo
antes que el cruce entre la noche y el día me destroce más y más. Estoy
aburrido, con el tronador desprecio. Y es que cuesta, cuesta olvidar...
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