MIRANDO
HACIA OTROLADO
NAVARRO SAN LUIS
Hace un tiempo asistí a un espectáculo que podría calificar de
lamentable. Un cordón de policías cercaba la calle Castillo esperando que un
“señor” se bajara de su limusina sin sufrir ataques en su persona. La imagen
del ladrón custodiado que necesita la protección de las fuerzas del orden se
está convirtiendo en algo habitual en este país. Esa imagen me hace reflexionar
sobre dos cosas 1) los chorizos se previenen del pueblo cuando debería ser
justamente al revés 2) el acompañamiento y la seguridad de estos personajes se
costea con los impuestos y el dinero de los ciudadanos.
Cuando Zapatero abandonó el país todo el mundo lo criticaba.
Ahora estamos cuatro veces peor y nadie abre la boca. ¿A que viene tanto
conformismo? ¿Por qué este silencio? ¿Es que la gente siente vergüenza en
reconocer que ha votado por un ladrón?
Recuerdo otros tiempos en que las personas se unían ante la
injusticia, coincidente con el nacimiento del sindicato, del verdadero
sindicato, no esto de ahora, una figura de brazos caídos.
Me conmueve la indiferencia de los jueces y del Gobierno, todos
ellos echados de barriga y a verlas venir, y esta población amorfa que no
reacciona ante lo que está pasando.
La corrupción es nada menos que el cáncer de la sociedad y
desgraciadamente nos estamos acostumbrando a esta enfermedad. Mientras no
salgamos de este pozo de podredumbre el país no marchará como nosotros
queremos.
Vaya la indignación por
delante, si es que esto tiene algún arreglo.
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