Samir Delgado
Islas Canarias,
1978
"Por el enclave tricontinental de las islas lo poético supone una inmersión en lo universal"
Escritor, crítico de arte, gestor
cultural y periodista freelance. Licenciado en Filosofía y Máster en Bellas
Artes, es autor de libros de poesía y ensayo cuyas líneas de investigación
abarcan la temática del imaginario atlántico, el arte contemporáneo y las
poéticas de la insularidad. Integrante del proyecto interdisciplinar “Leyendo
el Turismo, 3 poetas”, coordinador del Encuentro Internacional de Literatura 3
Orillas y del “Tren de los Poetas”, actualmente gestiona el blog Purpuraria y
reside en México.
¿De qué le salva la poesía?
La
relación vital con la dimensión poética de toda existencia es una deriva
esencial de lo propiamente humano: salva por cuanto brinda una conciencia total
de nuestra finitud. Provengo de un archipiélago atlántico, de origen volcánico,
donde la poesía forma parte de su estatus geopolítico, de los griegos al
surrealismo. De ahí que la génesis de mi escritura sea una correspondencia
ética, socialmente comprometida, con su devenir histórico. Por el enclave
tricontinental de las islas lo poético supone una inmersión en lo universal, el
derecho a las diferencias y el enriquecimiento de los mestizajes. La poesía
multiplica cromatismos, acelera partículas, emancipa toda raíz.
¿Un verso para repetirse siempre?
Patria
es humanidad, lo dijo para siempre José Martí. Más allá de toda frontera, el
apego a la tierra, nuestra condición planetaria, cosmológica, supone un eje de
gravitación antropogénica que se manifiesta en los vínculos biográficos con un
paisaje, un tempo, el cuadro de cada uno. La multiplicidad de las vidas como
exponente de las singularidades. De ahí la máxima revolucionaria del amor al
congénere, al otro distinto, que constituye pluralidad, arco iris.
¿Qué libro debe estar en todas las
bibliotecas?
En
este momento de crisis estructural, irreversible, de cambio de paradigma me
decanto por el “Poeta en Nueva York” de Federico García Lorca. Por su factura
testimonial, por el grado experimental de su lenguaje, por la visibilización
poética de los negros de Harlem. Hay un antes y un después de ese libro para la
civilización occidental. Y el sirio Adonis también hizo su poemario neoyorkino,
incluso nuestro José Hierro. Es el libro que debe estar en todas las
bibliotecas de la gran manzana terráquea.
Amor, muerte, tiempo, vida…, ¿cuál es el
gran tema?
La
vida, viva la vida, decía Frida Kahlo. En lo que hay en ella de tiempo fatal,
de amor infinito y de muerte necesaria.
¿Qué verso de otro querría haber
escrito?
La
mar violeta añora el nacimiento de los dioses / ya que nacer es aquí una fiesta
innombrable.
Del cubanísimo Lezama Lima, en su poema “Noche insular: jardines invisibles”,
son los versos del Caribe global, de la melancolía criolla, de la fiesta
redentora que es la luz, la imagen, el verbo.
¿Escribir, leer o vivir?
La
vida en sí misma es pura grafía, textualidad del cuerpo, papeles al viento.
¿Dónde están las musas?
En todos los lugares y para ninguno solo. La creatividad debe ser compartida, final del cuento de la torre de marfil y el búnker del genio. Y de los patriarcados, la competitividad de la pose y el mercadeo de best sellers. Liberación de las musas, derecho universal del pan en la hora punta de la poesía.
¿Qué no puede ser poesía?
La
lectura obligatoria de Gustavo Adolfo Bécquer en un temario de las escuelas del
Borbón.
¿Cuál es el último poemario que ha
leído?
“El
hombre de la guitarra azul” de Wallace Stevens. Sigo la pista desde mi
autoexilio mexicano de todos aquellos poetas extranjeros que se han acercado de
algún modo al volcán Popacatepetl.
Si todos leyéramos versos, el mundo…
tendría
un final abierto, como la Rayuela de Cortázar, todos los mundos, el mundo.
Tres autores para vencerlo todo.
Predilección
total por las periferias, el extrarradio, lo híbrido: Dereck Walcott, Nicanor
Parra, Khalil Gibran.
¿Papel y lápiz, teclado o smartphone?
En el papel del diario, en el cuaderno
de todos los días, todavía hay un grado de excepción, de latido visionario, de
factor anticipador, que no es apreciable ni de lejos en la mecanización mental
del teclado y del exceso virtual del smartphone. Hago un llamamiento a favor de
los diarios, poner fin a los exámenes manuscritos de una vez por todas en las
escuelas, intensificar en las redes el delirio fascinante de toda palabra
escrita, de la poesía.
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