ELLAS. CAPÍTULO 7(NARRATIVA)
DUNIA SÁNCHEZ
Presente.
Sí, está presente enlazada en el aseo, en la meticulosa tarea de recoger esta
casa a golpe de fregonasos. La siento en su vaivén imparable, osado. Yo, aquí,
con cierta quema de mi fortaleza. Estoy resacada. Me apetece dar una vuelta.
Miro el reloj y su tic-tac, tic-tac me dice que avanza para las cuatro de la
mañana ¡Qué estúpida he sido¡ Me
avergüenzo de haber cogido esta borrachera y más que ella lo sabe. Tomaré
vuelo, intentaré incorporarme de este sillón y la abrazaré. Tengo ganas de
salir, da igual la hora. Necesito por unos momentos aislarme de estas paredes
embarradas en añejos recuerdos. Recuerdos sumidos en la tempestad de la
hipocresía, en los tormentos de la ignorancia. Ahora, libre...ella, aquí.
Silenciosa, serpenteando de un sitio a otro como si no existiera. Ánimo, me
digo. Que la verticalidad sobrevuele mis piernas e ir en su búsqueda, callada.
Miro el reloj de nuevo, las horas no avanzan su tic-tac, tic-tac me retuerce.
Me gustaría que este día diera ya su comienzo y su fin. Comenzar una nueva ruta
donde el nacer de las sensaciones y emociones fragmentarán el ayer y lo
alejará, lejos, muy lejos…Tengo náuseas. No debí beber pero estaba sola, no
sabía cómo cubrir mis sentimientos hacia aquel que se marchó. Y limpia y que te
limpia. No sé lo que hace. No creo que yo haya evocado tanto destrozo. Quiero
llamarla y mi voz desciende en vertiginoso campo de la fatiga ¡Qué débiles
somos¡ Somos resonar de impíos cuchillos que en unos minutos puede desvanecer
nuestra lucha. Tenemos que ser nosotros mismos aunque nos abofeteen, aunque
avalanchas de estupideces nos cerqué para hacernos caer. Creo que ya me sostengo
en pie ¡Laum¡ ¡Laum¡ creo emitir su
nombre. Sí. Sus pisadas certeras se acercan, vienen con la valentía de elevarme
¡Qué horror¡ y yo en estas circunstancias: desnuda, aborrecible, apestosa ¡Qué
hacer¡ No hay remedio…qué venga, qué venga. Para qué esconderme, ella está bajo
mi techo. Tic-tac..tic-tac, el reloj parece acelerarse en mi llamada. Las
cuatro y media. Miro a través de la ventana, la luna sigue ahí. Parece mi
guardaespaldas, me protege. Sus ojos…sus
ojos veraces me miran, no me interrogan como si ya supieran todo esto ¡Dame la
mano Laum¡ Me siento arrinconada en las densas tinieblas de alas arrancadas en
el mecer de los años. Ya no puedo más. Hoy ha sido el final de este camino
rebozado de ortigas sobre mis manos y ahora…Sí, ahora ¿qué pasará ahora? He
marchitado una existencia, la de él. Déjame respirar. Inspiro y espiro, espiro
e inspiro y solo la memoria me trae a él. Por dónde andará, decaído, confuso.
Perdóname Laum, no te hice caso. Los prejuicios de esta sociedad son aliento
feroz que he temido. El miedo. Sí, el miedo al qué dirán no por mí, sino mis
allegados. Sufrimiento. Demasiado, la repulsa me da vértigo, me desmorona en
sentido de la ausencia. Sí, has café, creo que me ayudará. Me sustentará por el
momento de este hiriente malestar...
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