ELLAS. CAPÍTULO 4(NARRATIVA)
DUNIA SÁNCHEZ
Ellos,
aislado en la incertidumbre del qué será. Seguro que ya a estas horas él se
habrá ido, refugiándose en el desorden del engaño. Y ella, mi querida Anne…¿Cómo
estará? Lo aprecia, ha sido tan benevolente…tan exquisito con el rumbo de sus
pisadas. El tiempo trajina en caos. Una primavera por venir y un invierno por
irse. Todo está revuelto. Llueve, no llueve. Un astro rey que inspira a los
pájaros desorientados ante la venida de nubes densas, pesadas. Hoy me encuentro
pesada. No sé, no me gustan estas cosas. El deteriorado me lo imagino. Ella
sumisa en un vaso de alcohol arrojando todo lo que le quedaba de él. Ay querida
Anne te precipitas por riscos por no asumir tu verdad, tú única verdad ¿ Para
qué lo intentaste? Supongo que para agradar, para complacer a los que te
rodeaban. No pensaste en ti. No te paraste y escuchaste la reconditez de tu
alma. Todo esto me apena. Sufrimiento, temor por ti ¿Qué hago ahora? Estoy
aquí, en el trabajo dando clases de matemáticas. Ecuaciones y más ecuaciones,
derivadas, integrales y áreas ¿Qué área te has marcado? Supongo la de un hoy
incierto. Ya sé que no querías dañar. Al final todos han terminados en tumbas
flotantes de heridas que tardarán mucho tiempo en cerrar. Sé que te encerraron
en tus singladuras, te rechazaron en el ayer. Sí, lo recuerdo. Tu cuerpo
desnudos para observar de que sexo eras, tu ser espantado ante los gritos
injustos de esos que no aceptan a la persona por cómo es sino la apariencia.
Así estás, eclipsada, inmersa en el que dirán. Qué digan lo que digan no es
asunto tuyo sino de ellos. Un cierto temblor se apodera de mi, la preocupación,
el interés de cómo estará. Me embarco en estelas sin luz en el camino hacia su casa. La noche me
resguarda con sus astros emanando a medida que las horas pasan. Sobre un arco
de pétalos de rosas llegaré y sonreiré. Tal vez logré salvarla de las tierras
movedizas que se mece. Crecer y crecer bajo el techo del querer, de la belleza
casi perfecta de la intimidad, del suculento roce de la caricia surgida en el
regazo lapidante del ayer. Me ando y en vertical me expansiono bajo su techo,
su techo maloliente de amores insanos, impuros, llevados por las corrientes de
alas moribundas hasta el fin, hasta el cansancio.
Camino
y camino, ficus ambulan a mi alrededor, jardines donde la sombra de la
madrugada esconde el misterio de su nuevo nacer cuando el astro rey se emancipe
de la luna. Camino y camino hasta su casa, hasta su puerta moribunda donde el
tremor de los sentidos contagia mis pasos precipitados. Sola, no hay nadie en
la calle solo el eco luminiscente e intenso de las constelaciones invernales.
Toco y toco. Nadie responde. Noche gélida que me hace acrecentar el temor sobre
mis espaldas. Toco y toco. No hay luz de sus huellas. Merodeo la casa con
cierto sudor, cierta desesperación. La preocupación se cierne en mi cabeza,
latidos con la celeridad de que algo va mal ¡Ay querida Anne¡ ábreme, estoy
aquí a los pies de estas paredes que me encapsulan en desasosiego, en
miedo…tanto que me retuerzo. Quizás debería de haber venido antes pero…
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