ELLAS. CAPÍTULO 3
DUNIA SÁNCHEZ
El sol vuelve de
su remota estampida de nubarrones. Salgo. Necesito cualquier bar lejos, muy
lejos, donde los vecinos no rumoreen mi conducta. Con celeridad bajo dos calles
más. Ahí, en una esquina, un bar de borrachines, si de esos en los que entras
al baño y está cubierta de mierda y mal olor. Me siento en un rincón y llamo al
camarero. Le pido un vaso de vino. Rápidamente atraviesa mi garganta seca, mi
garganta engarrotada, mi garganta que pide más y más. Otro y otro, me lo tomo a
la misma velocidad. Pago. Intento levantarme e irme de ese lugar, todos me
miran. Mis ojos lagrimosos es señal de lo que pueden o no pensar. Una mujer
ahogando sus penas en el alcohol, eso dirán. Me balanceo y cierto mareo hace
que mis piernas tiemblen, que cada paso que intento dar es como si danzase en
el aire. Todo para mi es doble, una distorsión que me embarga en penalidades.
Me voy. De farola en farola voy sosteniéndome. Intento estar erguida pero la
fatiga brota y me consume. Vomito, los transeúntes ni se inmutan. La pestilencia
que debo soltar lo dice todo. No sé como llego a casa. No atino en la cerradura
por unos momentos, pero ya…ya logro entrar. Todo me da vueltas. El baño…el
baño. Sigo vomitando hasta quedar desfallecida. A cuatro patas llego al salón,
me siento en el sillón. Vueltas y vueltas…caigo en un letargo, no por mucho
tiempo. Despierto, veo una luz penetrar
por mi ventana. Cavilo por unos instantes. Una luz que viene a por mí como
parte de mi espíritu mundano. Intento tocarla pero me doy cuenta de que es la luna,
la maravillosa luna: grande, exultante, bella. Me yerto y la miro y le hablo “
¡Por qué¡ ¡Por qué de esta situación¡ Me alcanza un baile de desdicha y me
columpio entre la duda y la realidad. Sí, tenía que irse pero sobre mis
espaldas pesa el daño. Un daño irreversible ¡Por qué¡ ¡Por qué¡…galopo en el
vértigo , en la maldita esencia que me ata. Yo. Sí, soy yo. A ella la quiero y
a el no. Todo ha sido muy largo…largo para corazones en el regazo de la lealtad
¡lealtad¡ ah que asco de palabra. No, no lo soy. Solo un ser que juega en dos
bandos…no sé, por lástima, por aprecio o por qué se yo”. Callo. Silencio. La
noche viene con su eternidad en los pensamientos, en lo embustera que he sido.
Arrepentirse o no. Mis piernas perdidas en una resaca me hacen caer. Y caigo.
Me arrodillo ante la oscuridad de mis ojos
y amarro lo que queda de mi. Siempre, amigo, amigo mío…Agárrame luna y
llévame donde la existencia no sea tan cruda, tan hiriente. Cierro los ojos,
quiero dormir. Las horas pasan y solo hago recordarlo, regenerando un no sé que
de arrepentimiento...
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