DE LA DESILUSIÓN A LA RABIA: 8-M PARO INTERNACIONAL DE MUJERES
Durante la última década oímos hablar de
crisis económica y crisis de valores democráticos. A estas, las feministas
añadimos la crisis de cuidados. Obviamente estamos ante una crisis
sistémica a la que me atrevería a denominar crisis vital o crisis de vida. La
anomia se apodera de la sociedad y surgen los monstruos: los asesinatos de
mujeres por las violencias machistas se multiplican y aparecen reacciones
racistas y xenófobas. La reacción conservadora crece. Se publicita la
transfobia e incluso se defiende la inferioridad femenina en las instituciones
europeas.
El simulacro de la igualdad en el que
vivíamos se ha quitado la máscara. Asistimos a un fuerte rearme reaccionario y
patriarcal que de modo simbólico cristaliza en la elección de una figura
como la de Trump en Estados Unidos. Tras años de luchas forjadas en la creencia
del pasito a pasito y con paciencia (a ser posible no molestando mucho), las
feministas hemos ido incidiendo socialmente en las leyes y las prácticas. Los
principios ilustrados de la fe en la evolución constante nos hacían soñar con
un futuro en igualdad de derechos. Sin embargo, hemos tenido que abrir los
ojos: nos están matando, ni se valora, ni se paga nuestro trabajo
doméstico y de cuidados, se nos discrimina en el empleo. La explotación,
dominación y violencia sin tapujos, consecuencia del rearme patriarcal, están
teniendo como consecuencia positiva el despliegue de la lucha de las mujeres.
Los años e incluso siglos de
aportaciones de las mujeres que nos sucedieron antes nos ha servido para
sentirnos capaces y valorarnos. Ya no es sólo la heterodesignación y la mirada
del otro la que guía nuestros actos. Rechazamos este modelo masculino dominante
porque estamos construyendo otros espejos en los que mirarnos. El
empoderamiento colectivo femenino nos ha hecho ver que si nosotras paramos se
para el mundo y que si nos organizamos somos capaces de hacer temblar la
tierra.
¡Basta de buenismos! “Las chicas buenas
van al cielo y las malas a todas partes”, coreábamos en los años ochenta. Porque
“somos malas, pero podemos ser peores”. El cielo en la tierra se nos muestra
esquivo. Hemos trabajado por hacer leyes, normas, protocolos, acuerdos y
medidas muy bonitas sobre el papel que únicamente permite dar un barniz de
igualdad a esta sociedad heteropatriarcal y cerrarnos la boca cuando vamos a
denunciar cómo somos tratadas en realidad. “Esto no es como antes. Estamos
avanzando”, porque ya tenéis leyes que os protegen”. “¿De qué os vais a
quejar?, “si estáis sobreprotegidas”, se nos reprocha. Lo llaman “neomachismo”
pero es en realidad este pensamiento el que ha permeado el pensamiento
colectivo.
La rearticulación heteropatriarcal exige
un despliegue feminista que no maquille más el machismo y sus violencias. En
este contexto de violencias contra las mujeres, la lucha feminista se despliega
con una fuerza inesperada y llama a la movilización internacional. “Si nos
tocan a una, nos tocan a todas”, pero nos seguirán tocando si no somos
radicales y removemos los cimientos sobre los que se asienta nuestra
sociedad. El tiempo del simulacro ha de acabar y por eso se llama al Paro
Internacional y a gritar con una sola voz a todas las mujeres del mundo.
El control de los cuerpos, la
discriminación laboral (con la feminización del paro, la precariedad en la
contratación y la brecha salarial), la explotación de las mujeres en el trabajo
doméstico y de cuidados y las violencias contra las mujeres tienen todas el
mismo origen: este sistema de dominación patriarcal que pensábamos estábamos
destruyendo y que hoy se muestra más fiero que nunca.
El Paro Internacional de Mujeres es el
inicio de una revuelta feminista que vuelva a repolitizar un problema que,
aunque se quiera, ya no se puede obviar. El construir una sociedad más justa
bajo un modelo en igualdad de derechos nos interpela a tod@s porque en el mismo
está el germen de la sostenibilidad de una cotidianidad vivible. El patriarcado
y su brutalidad se nos muestra como lo que es: un sistema de muerte. Plantéate
si de verdad quieres seguir viviendo en esta sociedad o por el contrario estás
dispuesta/o a sentirte parte de un movimiento internacional que con un paro
simbólico quiere mostrar las vergüenzas de este sistema para cambiar.
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