SE TERMINA EL AÑO PERO
NO EL CICLO
ALFREDO
SERRANO
Ya
estamos en el año 2017, a punto de ser investido Trump como Presidente de los
Estados Unidos, y mientras tanto, Maduro continúa al frente de Venezuela; Evo
gobierna en Bolivia; y lo mismo ocurre con Correa en Ecuador a la espera de lo
que suceda en las próximas elecciones del 19 febrero. Los agoreros del fin de
ciclo exageraron. Es innegable que estamos ante un profundo avance de la
restauración neoliberal en América Latina, pero muchos se excedieron en sus
pronósticos apocalípticos. Las derrotas electorales en la Asamblea legislativa
en Venezuela (diciembre 2015), en el referéndum por la repostulación en Bolivia
(febrero 2016) y la pérdida de algunas ciudades importantes en Ecuador (febrero
2014) supusieron un importante revés al progreso de los procesos de cambio. Sin
embargo, a pesar de las infinitas dificultades, se ha logrado resistir. Y, por
ahora, el trío nacido en constituyentes no tira la toalla.
La
región indudablemente ha tenido importantes transformaciones en clave política.
Macri preside Argentina con un giro radical de sus políticas que procuran hacernos
olvidar de la positiva herencia K. En Brasil, el golpe de Estado de Temer ha
permitido un golpe económico con el objetivo de restituir el orden neoliberal.
No son cambios menores porque no son países cualesquiera, ni por su tamaño ni
por su importancia geopolítica. A eso se suma el pacífico (Colombia,
Chile, Perú y México) que prosigue su profundización neoliberal a pesar de las
protestas ciudadanas. Y Paraguay es un comensal más en esta cena conservadora
luego de otro golpe, el que se diera contra Lugo hace ya varios años.
De
una forma u otra, se consolida el bloque geopolítico de derechas en el
continente. A eso cabe añadir un frente externo adverso que no debe
subestimarse. Estamos inmersos en una larga contracción económica mundial que
es usada como excusa para fortalecer el espíritu global neoliberal. Se impone
progresivamente el sentido común propio de las recetas de los recortes
sociales, privatizaciones que conllevan merma de soberanía, creciente
darwinismo económico, supremacía del poder financiero, reconcentración de la
riqueza en pocas manos. Esta racionalidad también se observa incluso al
interior del bloque más progresista a la hora de tener que decidir qué hacer
ante una situación hostil y compleja. Todo, absolutamente todo, está en disputa.
Pero
en este devenir, hay un pequeño gran detalle que no puede ser descuidado. En
cualquier ciclo largo, obligatoriamente se debe afrontar muchos momentos cuesta
arriba. Algunos propios de situaciones ajenas y otros como consecuencia de
las contradicciones y tensiones casa adentro. Ni todo es color de rosa ni
existe linealidad que valga cuando se navega a contracorriente. Y en esos
casos, aguantar y resistir el viento en contra es una fortaleza excesivamente
infravalorada en estos tiempos en los que prevalecen las promesas vacías y los
globos de colores.
La
épica revolucionaria está habituada a edificarse en base al momento fundacional
que suele poner punto y final en términos simbólicos con el régimen antiguo.
Suele ser escasamente seductor el período que toca estar en resistencia. No
resulta sencillo explicar ni argumentar que ante tales circunstancias
históricas no queda otra alternativa que interrumpir relativamente el ritmo
progresivo de mejoras. Eso trunca drásticamente las crecientes expectativas y
tiene indudablemente un alto coste político. Para procesos políticos tan
acostumbrados a acelerar, frenar es casi una renuncia a un sello de origen.
De
la superación o no de este momento histórico, dependerá que podamos hablar de
fin de ciclo o no. Por ahora, lo que sí podemos afirmar es que estos últimos
años han constituido un ciclo corto tumultuoso en el que se igualan y rivalizan
los proyectos. La hegemonía neoliberal no iba a acabarse en una década por
mucho tiempo que este lapso parezca. Lo mismo que las independencias
necesitaron de mucho recorrido para consolidarse, sería un craso error
histórico creer que ahora todo se termina. Más que tener paciencia, lo que se
requiere es levantar la vista, mirar atrás en la Historia y adelante hacia el
Futuro, y seguir creyendo que sí se puede. Solo si se cree en ello y se
buscan las opciones considerando que el “pasado, pasado es”, este ciclo largo
tendrá posibilidades de no cerrarse. Por ahora, se acaba el año y todo está tan
incierto como abierto. El ciclo continúa no sin vaivenes. Y suponer que todo
sería viajar en VIP era creer demasiado en Santa Claus.
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