NOSOTROS YA TENEMOS A
NUESTROS TRUMPS
ALBERTO GARZÓN
Dirán
que es provocación, que cómo puedo comparar. ¿Qué tenemos en España y en la
Unión Europea para decir eso? Tenemos cárceles para inmigrantes que no han
cometido ningún delito salvo no tener la suerte de nacer en el primer mundo,
los llamados CIEs; tenemos redadas policiales de carácter racista en los
barrios más populares; tenemos juicios abiertos por asesinatos como el del Tarajal
donde se disparó a los inmigrantes para que no llegaran a tierra; tenemos
discursos desde los gobiernos para asociar inmigración con delincuencia y
terrorismo -¿recuerdan a Maroto, dirigente del PP, diciendo que entre los
refugiados había muchos yihadistas que pueden poner bombas en las ciudades?-;
tenemos pactos con países tan democráticos como Turquía y Marruecos para que
detengan –como sea, hemos de añadir, así sea a palizas hasta la muerte- a los
inmigrantes a cambio de una buena suma de dinero, tres mil millones en el caso
de Turquía; tenemos que en Dinamarca multan con tres mil euros a quienes lleven
en coche a refugiados o inmigrantes sin papeles, además de que se les confisca
a los inmigrantes todos los bienes que excedan los mil euros; tenemos también
un muro-valla en las partes críticas de acceso a la UE, como Melilla,
exactamente como el que ya existe en EEUU y que Trump quiere ampliar, y donde
se producen devoluciones en caliente prohibidas por el derecho internacional. Y
así podría seguir mucho más, explorando las legislaciones nacionales, los
acuerdos internacionales y todo aquello que nunca está escrito pero existe,
como la discriminación en los centros de trabajo.
Pero
todo esto, que sólo es una parte, lo tenemos ya aquí, ahora mismo, gracias a
nuestros dirigentes bienhablados y supuestamente neoliberales y demócratas. Es
verdad, en España el rechazo a Trump es descomunal, y sólo un 16% considera que
será un buen presidente. Una gran noticia que habla muy bien de nuestra
sociedad. Somos el país con más desconfianza hacia Trump, incluso por delante
de México. Sin embargo, el riesgo es que al mirar a Trump como un loco estemos
normalizando en nuestro territorio un estado de la situación que es
prácticamente idéntico. La diferencia más sustancial, al menos en este ámbito,
es que mientras la UE considera sus medidas necesarias pero vergonzosas, el
multimillonario estadounidense las considera necesarias desde el orgullo más
absoluto. Lo que el presidente de EEUU parece no tener es vergüenza. Pero si a
los hechos nos atenemos, nuestros dirigentes de la UE son igualmente
sinvergüenzas, pero desde el disimulo de quien aún no quiere parecerlo.
Estos
días me han dicho que trivializo a Trump por decir todo lo anterior. Algunos de
los que me acusan de este modo son reconocidos propagandistas de la derecha
española, otros son propagandistas de la otrora izquierda del PSOE, y casi
todos son defensores a ultranza del mitificado –y fracasado- proceso
europeísta. Hay también una suerte de “progresía” que se siente cómoda
criticando al loco Trump pero que tiembla si se le recuerda el infierno que ya
viven muchos inmigrantes en nuestro país. Quizás sea porque muchas veces esto
se produce como resultado del silencio cómplice de esa progresía o incluso
gracias a su voto directamente. Pero no, nunca podemos atrevernos a trivializar
algo como el racismo o el fascismo. Tenemos el deber moral y político de
levantarnos contra ambos en todas sus formas. Pero subrayo: en todas sus
formas. También en aquellas que se visten como democracia moderna y progresista
pero que, en sus efectos sobre los desposeídos y los nadies, como los llamaba
Galeano, resultan ser exactamente lo mismo. Cuidado con considerar que Trump es
la barbarie en exclusiva. Desgraciadamente la barbarie tiene muchos
pretendientes.
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