LA CRUELDAD DE TRILLO
JOSÉ MARÍA CALLEJA
Dentro
del amplio catálogo de mezquindades, negligencias criminales y mentiras que
desplegó Federico Trillo antes, durante y después de la muerte evitable de 62
miliares españoles, quizá lo más sangrante desde el punto de vista político y
humano haya sido su nula empatía con las víctimas y sus familiares, su
desprecio y criminalización a los que habían perdido a sus hijos o hermanos, su
crueldad.
Trillo
no sólo quiso enviar al psiquiatra a los familiares de los muertos, es que les
dijo que los militares fallecidos sentirían vergüenza por cómo estaban actuando
ellos, que sólo trataban de buscar la verdad y recuperar los cadáveres de sus
hijos y hermanos. Esto a unos padres a los que les habían entregado los restos
mortales de una víctima que no era su hijo. Esto a unos familiares a los que
les entregaron un féretro con tres pies. Esto a los familiares de unos
militares a los que con haber leído lo que ponía en sus anillos de boda les
hubieran identificado.
Treinta
cadáveres sin identificar porque, como decía Trillo con suficiencia redundante
a los familiares, "en el Ejército no hay forenses". ¿Y en la Guardia
Civil? Pues sí, hay forenses que se podían haber enviado para que identificaran
a las víctimas como hicieron profesionalmente los forenses turcos. Pero Trillo
no quiso forenses, mandó militares de su confianza para que echaran un vistazo,
optó por apilar con urgencia los restos en sacos, le daba igual quiénes fueran
los muertos.
Ese
desprecio por el dolor ajeno, esa nula capacidad para ponerse en el lugar de
sus subordinados, ese énfasis al decir en un mitin, ante el corrupto PP
valenciano aplaudiendo, que él lo había hecho todo por España, constituyen un
delito añadido a la negligencia criminal, al haber desoído las quejas de
militares que avisaron con tiempo del riesgo de lo que finalmente ocurrió.
Suele
alardear Trillo del recurso a la confesión para liberarse de culpas y pecados.
Posiblemente peque con más desparpajo ante esa posibilidad inmediata de redención,
que desde luego no han tenido las víctimas de sus pecados. Es de suponer que
Trillo se habrá confesado, pero desde luego que no ha pedido perdón a quien
debía, a los familiares de los militares, algunos creyentes como él y que han
dejado de creer.
Ese
matonismo de "aquiétense, criaturas", con el que Trillo ha pateado a
cualquiera que tenga una leve sensibilidad, refleja desde luego la nula culpa
que siente el que fue factótum en asuntos judiciales del PP, y traduce un
desprecio y una soberbia propia de un individuo como este.
Luego
tenemos al ministro de Justicia, Rafael Catalá, capaz de echarle la culpa de la
muerte de Rita Barberá a los que denunciaron su presunta corrupción y que dice
que en el caso de Trillo no cabe pedir perdón, porque no hay delito ni culpa.
¿Qué decir del inefable Martínez-Maillo, que suelta una 'supuestísima' gracieta
al preguntarnos si queremos enviar a Trillo al islote de Perejil? Nula empatía,
desprecio a las víctimas.
Después
de 14 años de sentirse muertos y zaheridos, los familiares de las víctimas del
Yak 42 han sentido este martes "alivio", un "oro moral",
porque la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha hecho suyo el
dictamen del Consejo de Estado y porque, después de unos primeros momentos a la
defensiva en la conversación, la ministra ha llegado a la conclusión de que
aquel vuelo nunca debería haber despegado, según han contado.
Se
trata ahora de investigar las contrataciones de los 43 vuelos anteriores al de
la matanza, de aclarar dónde están los más de 100.000 euros que van de los
149.000 destinados en principio para el vuelo a los 36.500 que finalmente
llegaron.
La
ministra Cospedal se ha comprometido a investigar el caso, las contrataciones,
y uno de los familiares espera que así sea porque un nuevo desengaño le
resultaría insoportable.
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