ADIÓS AL AÑO DE LA DECEPCIÓN
Y LA VERGÜENZA
GASPAR LLAMAZARES -
Apena constatar
que la ilusión del cambio se ha tornado en decepción. Y no solo por el voto
ciudadano, que sí sustituyó el tradicional bipartidismo por un desconocido
pluripartidismo, sino también por los pulsos y el antagonismo en las izquierdas
que han prevalecido sobre ese mandato renovador que resultó de las urnas. Apena
también ver cómo el ciclo de luchas sociales frente a la austeridad y el
autoritarismo se han quedado fuera de un Gobierno que mantiene incólume el
reparto del poder en favor de las oligarquías nacionales e internacionales.
Así es, hace un
año soñábamos con ver al PP en el banquillo, haciendo oposición, regenerándose
de sí mismo. Y ahora memos dicho adiós a 2016 lamentando su continuismo en el
Gobierno. Parecía imposible, pero Mariano Rajoy ha logrado entronizar la táctica
de los tiempos muertos en temas esenciales como la regeneración democrática,
las políticas sociolaborales o la reforma constitucional. Hemos pasado en doce
meses del sueño a la pesadilla recurrente.
Pero si algo
hay aún más preocupante, es la incapacidad mostrada en los últimos días por las
izquierdas o entre las fuerzas del cambio para consensuar la oposición. Los
desacuerdos manifiestos están dando oportunidades inesperadas al que parecía un
bipartidismo agonizante, y más tarde abriendo los desacuerdos y el riesgo de
división en el seno de las propias formaciones del cambio. Estos hechos
muestran que la exclusión es una enfermedad contagiosa: empezó entre la
izquierda y entre lo nuevo y lo viejo, siguió entre las fuerzas del cambio y
ahora infecta a sensibilidades y corrientes internas de los partidos, aireadas
públicamente en un flujo turbulento e incomprensible.
Corremos
el peligro de echar por tierra las esperanzas de cambio y regeneración surgidas
con el 15M: la de una representación plural frente al bipartidismo, la del
cambio frente al continuismo y la de la nueva cultura política plural y
participativa frente al presidencialismo y el sectarismo de la vieja política.
No ayuda ni
favorece al optimismo patrio mirar hacia la Unión Europea, que en 2016 ha
dejado de ofrecer referentes inspiradores y se ha reafirmado en su faceta más
vergonzante. Despojada de su identidad política y solidaria; transformada en un
mercado financiero sometido a la congelación de la austeridad con los efectos
consiguientes de desindustrialización y desigualdad social; insensible ante los
efectos de las guerras al otro lado del Mediterráneo. Este es el dibujo de la
UE de la vergüenza, la misma UE que pone vetos a miles de personas que huyen de
guerras geoestratégicas cuyo origen está en la disputa de los recursos por
parte de un capitalismo depredador que aprovecha afrentas regionales y
conflictos religiosos y utiliza el exilio como amenaza. Se recrea así un clima
de guerra fría que bloquea la auto determinación y la soberanía de los pueblos,
que convierte en papel mojado el derecho internacional y el derecho
humanitario.
Apena constatar
que, tanto en esta UE como en esta España, los acontecimientos de los últimos
tiempos han favoreciendo la Operación Gatopardo consistente en relevar al
neoliberalismo por la involución ultraconservadora.
Queda ahora el
ingrediente esperanzador con el que empezar 2017, la no resignación. Cada vez
es más urgente la recuperación de una izquierda coherente, seria y amable que
dé respuesta a estos retos. Izquierda Abierta (IzAb) quiere formar parte de ese
proceso de forma activa. Una izquierda que ofrezca respuesta y resistencia a la
reducción y degradación acelerada del mundo del trabajo digno. Que avance en un
modelo fiscal justo. Que consolide los servicios públicos y cambie los modelos
de gestión pública frente a las privatizaciones. Que ponga en marcha medidas
preventivas y refuerce la justicia frente a la corrupción. Que abogue por los
derechos sociales y dé pasos definitivos hacia la igualdad. Que rompa con el
machismo desde la base educativa. Que apueste por otros modelos de consumo y
sostenibilidad. En definitiva, una izquierda que consiga no ser un argumento
más para la frustración y la involución.
Apostemos por
un 2017 que recomponga las fuerzas del cambio y entre ellas se imponga la
colaboración. Solo así acabaremos con la degradación de la derecha y su
operación Gatopardo.
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