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viernes, 2 de diciembre de 2016

POR SILVIO RODRÍGUEZ Y POR MIS COLEGAS




POR SILVIO RODRÍGUEZ Y POR
 MIS COLEGAS
POR: ARLEEN RODRÍGUEZ DERIVET
Silvio Rodríguez, el poeta de la Revolución para todas  las generaciones que hemos crecido con ella, cumple 70 años hoy. Y en la hora suprema de la unidad nacional, un fugaz malentendido con la respuesta del creador a la colega Cristina Escobar, se airea en las redes sociales con morbo e invectivas que sólo creíamos propias de nuestros adversarios políticos.

Lo primero que es obligado decir es que Silvio y su esposa Niurka llegaron al memorial como millones de ciudadanos, después de vencer una fila infinita, que en su caso  -lógica del amor popular- se hizo solo un poco más breve, pero no menos ardua.

Tampoco sobra considerar la lógica reacción de la reportera al ver, por fin, a la persona cuyo testimonio queríamos todos. Del encuentro de ambos, en medio de ese raro sentimiento colectivo de entender y no entender la sin lógica de la muerte, que nos irrita y enmudece a ratos, salió el malentendido.

¿Qué entrada más lógica que el “Buenos días, Silvio”, de Cristina? ¿Qué salida más poética que el “no son buenos estos días” de Silvio?

Siguiendo el hilo de lo lógico, otros dos colegas, Froilán y Mariuska, hasta donde sé, “silviófilos” como los que más,  comentaban el suceso en cámara y a micrófono abierto antes de ir al aire  –lógica de estos tiempos de trasmisiones online que aún nos cuesta entender cómo funcionan-. Pero alguien decidió que aquel fragmento sería “pan caliente” en las redes sociales y lo lanzó como pasto del morbo y las invectivas soplando como un huracán contra el poeta, que solo merece nuestro mayor cuidado.

¿Por qué esa guinda de amargura? ¿No nos bastaba el ya muy amargo sabor de estos días de despedida al ser más caro en el afecto colectivo?

Hoy otra colega, Thalía González, interrogaba a Juan Miguel González, el  amoroso padre de Elián, que no consigue hablar de Fidel sin lágrimas, sobre la celebración de la muerte que hacen en Miami los mismos que quisieron robarle a su hijo. Y, oh milagro de la obra de amor del líder que veneramos. Juan Miguel no se irritó, no hubo rabia en su respuesta. Respondió con lo que él llama “el alegato”, la más breve y bella herencia de Fidel: su concepto de Revolución. Y citó sin dudar: “es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”.

Esa, aparentemente simple declaración suya, fue como la luz de un rayo, iluminando todo lo que en ese instante me parecía tan oscuro e inexplicable. Revolución es también unidad. Y hay gente afuera desesperada por quebrarla. No basta con firmarla. Hay que practicarla.

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