POR SILVIO RODRÍGUEZ Y POR
MIS COLEGAS
POR:
ARLEEN RODRÍGUEZ DERIVET
Silvio
Rodríguez, el poeta de la Revolución para todas
las generaciones que hemos crecido con ella, cumple 70 años hoy. Y en la
hora suprema de la unidad nacional, un fugaz malentendido con la respuesta del
creador a la colega Cristina Escobar, se airea en las redes sociales con morbo
e invectivas que sólo creíamos propias de nuestros adversarios políticos.
Lo primero que
es obligado decir es que Silvio y su esposa Niurka llegaron al memorial como
millones de ciudadanos, después de vencer una fila infinita, que en su
caso -lógica del amor popular- se hizo
solo un poco más breve, pero no menos ardua.
Tampoco sobra
considerar la lógica reacción de la reportera al ver, por fin, a la persona
cuyo testimonio queríamos todos. Del encuentro de ambos, en medio de ese raro
sentimiento colectivo de entender y no entender la sin lógica de la muerte, que
nos irrita y enmudece a ratos, salió el malentendido.
¿Qué entrada
más lógica que el “Buenos días, Silvio”, de Cristina? ¿Qué salida más poética
que el “no son buenos estos días” de Silvio?
Siguiendo el
hilo de lo lógico, otros dos colegas, Froilán y Mariuska, hasta donde sé,
“silviófilos” como los que más,
comentaban el suceso en cámara y a micrófono abierto antes de ir al
aire –lógica de estos tiempos de
trasmisiones online que aún nos cuesta entender cómo funcionan-. Pero alguien
decidió que aquel fragmento sería “pan caliente” en las redes sociales y lo
lanzó como pasto del morbo y las invectivas soplando como un huracán contra el
poeta, que solo merece nuestro mayor cuidado.
¿Por qué esa
guinda de amargura? ¿No nos bastaba el ya muy amargo sabor de estos días de
despedida al ser más caro en el afecto colectivo?
Hoy otra
colega, Thalía González, interrogaba a Juan Miguel González, el amoroso padre de Elián, que no consigue
hablar de Fidel sin lágrimas, sobre la celebración de la muerte que hacen en
Miami los mismos que quisieron robarle a su hijo. Y, oh milagro de la obra de
amor del líder que veneramos. Juan Miguel no se irritó, no hubo rabia en su
respuesta. Respondió con lo que él llama “el alegato”, la más breve y bella
herencia de Fidel: su concepto de Revolución. Y citó sin dudar: “es ser tratado
y tratar a los demás como seres humanos”.
Esa,
aparentemente simple declaración suya, fue como la luz de un rayo, iluminando
todo lo que en ese instante me parecía tan oscuro e inexplicable. Revolución es
también unidad. Y hay gente afuera desesperada por quebrarla. No basta con
firmarla. Hay que practicarla.
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