TRUMP, PINOCHET Y "NUESTROS HIJOS DE PUTA"
OLGA RODRÍGUEZ
Frente
al “Make America Great Again” de Trump,
los demócratas, encerrados en las paredes del marketing político, ajenos a la
calle, entonaron el “America is already great” (EEUU ya es un gran país).
¡America is already great! Mientras, en la vida real, encuestas como la que
realizó Reuters/Ipsos el día de las elecciones indicaban cosas como estas:
-
El 72% de los estadounidenses que votaron creen que “la economía está sometida
al chantaje de los ricos y poderosos”.
-
El 68% cree que “a los partidos y políticos tradicionales no les importa la
gente como yo”.
-
El 75% cree que EEUU “necesita un líder fuerte para recuperar el país de [las
manos de] los ricos y poderosos”.
-
El 76% cree que los medios del mainstream están más interesados en hacer dinero
que en contar la verdad”.
-
El 54% siente que “es cada vez más duro para alguien como yo salir adelante en
EEUU”.
A
pesar de esta realidad, el Partido Demócrata estadounidense apostó por el juego
de la normalización de la actualidad, como si aquí no hubiera pasado
absolutamente nada en los últimos años. Prefirió arriesgarse a que perdiera
Hillary Clinton ante Trump a tener como líder a Bernie Sanders, capaz de decir
bien alto que en América hay muchas cosas que no pueden seguir como están.
El
modelo de voracidad que nos ha llevado hasta aquí está agotándose, porque la
gente ha sido capaz de ver su verdadero rostro. Y ante ello, el establishment,
lejos de reconocer que es hora de más democracia, prefiere una huida hacia
adelante con la esperanza de poder seguir como hasta ahora, a costa del resto.
Y por supuesto, a costa del planeta, que sufre el vertiginoso aumento del
cambio climático, ese que Trump niega.
Por
eso las esferas del poder en Washington y en Wall Street tenían más miedo a
Sanders que a Donald Trump, quien ya cuenta en su equipo de confianza recién
formado con algunos de los mayores lobistas del país, como Jeffrey Eisenach
(del sector de las telecomunicaciones), Michael Catanzaro (del sector
petrolero) o Michael Torrey (del sector agroalimentario).
El
propio The New York Times señalaba hace
unos días cómo en campaña Trump prometió acabar con “el poder corrupto de los
intereses especiales” y cómo ahora “está llenando su equipo de transición con
algunas personas que son de esa clase de gente que tiene demasiada influencia
en Washington: lobistas y consultores corporativos”.
El
modelo económico actual no hace ascos a quien se ajuste a sus dictados. Ya en
los años setenta prefirió a dictadores sanguinarios como Videla o Pinochet que
a gobernantes demócratas dispuestos a aplicar medidas al servicio de los
intereses de la mayoría social.
Lo
mostraba bien el diario The Wall Street Journal en un editorial de 2013, en el que defendía para el
Egipto actual generales como Pinochet,
“quien tomó el poder en medio del caos pero se rodeó de reformistas de libre
mercado y dirigió una transición hacia la democracia”. La finalidad de dicho
editorial era la de apoyar a otro golpista, el general Al Sisi, que acababa de
tomar el poder en Egipto y al que no le importó que sus fuerzas de seguridad
mataran a más de mil manifestantes en menos de una semana, con la excusa de la
necesidad de “estabilidad”.
Como
entonces señaló Tony Blair en un
artículo titulado "La democracia por sí sola no significa un Gobierno
efectivo", “deberíamos comprometernos con el nuevo poder de facto [de Al
Sisi] y ayudar al nuevo Gobierno a llevar los cambios necesarios, especialmente
en materia económica”.
No
importa cómo sea el gobernante si sabemos que el gobernante va a estar de
"nuestro lado" en las medidas económicas. Lo resumió con claridad
Franklin Delano Rooselvelt refiriéndose al dictador nicaragüense Tacho Somoza:
“Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. O, parafraseando una
máxima muy de moda en los noventa, “It's the economy, stupid”.
Trump es xenófobo,
machista, demagogo y tiene un discurso de extrema derecha. Pero nada de eso
importará si con él se pueden perpetuar y prolongar buena parte de las
dinámicas económicas practicadas hasta ahora. De eso y solo de eso
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