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lunes, 28 de noviembre de 2016

“La verdad ignorada”

“La verdad ignorada”

POR: EDUARDO SANGUINETTI,
 FILÓSOFO
Permanecemos en un mundo asimilado a un estado de podredumbre jamás experimentada, carcomido hasta la médula por el cáncer de la corrupción en todos los espacios: el cultural, judicial, corporativo-empresarial, mediático, sindical y político.
Estado de putrefacción que se ha propagado a todos los rincones del planeta, donde asistimos al fin de una era, entre la simulación y el simulacro, la mentira y la complicidad de los pueblos, que como única réplica a toda esta porquería, marchan “ejerciendo el derecho a manifestarse”… marchas rutinarias, sin efecto alguno en el hacer y deshacer de los gobiernos de corruptos e ignorantes.
Los golpes siguen cayendo sobre quienes con valor hablan sobre la verdad. No es fábula, esta atrocidad se asimila a la denominada realidad que hoy soportamos, los que nos nutrimos de valores libertarios y revolucionarios, sabiendo que existe otro mundo por vivir, donde todos/as tengamos espacio.
Con una lucidez tal vez simple, quizás insuficiente, pero en general bastante clara, comprendo el porqué de las guerras, comprendo que no quieran comprenderlo quienes dictan y rigen en el planeta. Sé que las justificaciones basadas en ideologías de ocasión, en filosofías con fecha de vencimiento y otras razones que dan, son coartadas, medio consciente, nacidas de patologías diversas, aplicadas a sus “políticas” de exterminio y de esclavitud.
Hemos vivido con la certeza, de que decir la verdad era esencial, para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos ricachones corporacionistas y de los dictadores herrumbrados. Hemos creído que los luchadores por la verdad, los denunciantes de corrupciones sistémicas, capaces de hacer frente a los autores materiales y logísticos de genocidios o de airear las tramas encubiertas del poder mafioso, podían modificar el destino de la humanidad. ¿Quizás haya sido así?… hoy, definitivamente no existe esta posibilidad, de creer en que alguien tome en acto la posta del inolvidable “Che” Guevara, en sus ánimos revolucionarios, para hacer de esta existencia algo digno de ser experimentado.
Los habitantes del planeta, continúan hipnotizados en sus smartphone, viven inmersos en el twit, un espacio virtual donde toda reflexión sobre lo que sea se remite a 140 caracteres (el emisor de la información le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar) con la ayuda inestimable de los informantes escribas de las corporaciones mediáticas que, instalando fábulas y noticias falaces, de lo que jamás ha ocurrido mantienen al ciudadano idiotizado, dócil y sumiso.
Me pregunto, ¿de qué sirve tomar conocimiento de que los bancos son antros de robo y de saqueo, si los siguen utilizando los ciudadanos?, o si se conoce la existencia de la mentira en los discursos de políticos corruptos, ¿de qué sirve saberlo si no hay una reacción del pueblo? ¿Por qué esa tendencia a hacer íconos de inútiles, parásitos y corruptos, instalados por las corporaciones que todo lo manipulan?
Cuando el hombre ya no piensa en las cuestiones esenciales: verdad, libertad, vida, muerte, los fines primeros y últimos, cuando solo le interesa el destino de una nación política y sus candidatos fetiche, en democracias procedimentales fingidas, cuando las grandes cuestiones metafísicas no causan dolor, ni extrañeza. La humanidad dormida, anestesiada y temerosa se vuelve bestial, la filosofía posmoderna, hace dos décadas procuró desembarazarse de la metafísica; física y literalidad ocupan el lugar de la metafísica y la superficie sustituye a la dimensionalidad del abismo psicológico y la altura metafísica.
Pues, desacreditada la distancia entre representación de vida y vida, la cultura de hoy juega a menudo a mantener los privilegios mediante estatutos de poder y discursos externos que legitimen como diferente lo igual… la diferencia sufre un exilio involuntario, al margen del acontecer del pliegue de espectáculo puesto en escena, donde la retórica del lenguaje sustituye a la fluidez de la dialéctica, y los actos deberían sobrevolar las voces.
¿Cómo ser objetivo? ¿Cómo ser justo? ¿Cómo ser exacto? ¿Cómo decir la verdad “verdadera” y no la que yo deseo? ¿Cómo hacer que la verdad tenga su espacio de honor? Planteados estos interrogantes, indecisos y conscientes de la subjetividad de todos, dándonos cuenta que cualquier juicio es relativo, verdadero, falso y oportunista, no podemos hacer otra cosa que negarnos a juzgar, dejar de una vez por todas de proyectar nuestro egoísmo, nuestras miserias, nuestra subjetividad apasionada… pero, casi imposible lograr una relatividad absoluta.
Descubrir que nuestras instituciones, nuestra vida cotidiana, nuestros sistemas de interpretación, están sometidos al imperio de la simulación, es poco más que descubrir que el modelo humanista de la vida es algo más que un modelo.
El sueño de todo dictadorzuelo es no tener que ocultar ni justificar nada al pueblo sojuzgado y reprimido, no preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos que oprime. Esta instancia se ha convertido en realidad, lo podemos experimentar en Argentina, donde un pueblo marcha al ritmo de la desmesura y paroxismo de un gobierno, que como norma de conducta tiende a eliminar sus derechos y garantías, una comunidad anestesiada y resignada a ser atropellada, bombardeada hora a hora, por cantidad de noticias, jamás digeridas y con una respuesta facilitada por el medio emisor, que lleva al devenir en la apatía del receptor apático y sin energía emocional para responder. Hago extensivo lo manifestado a las naciones de Latinoamérica y del mundo, tan reduccionistas, en sus fines de instalar la verdad, como principio y fin de sus actos de ser y estar en este planeta.
Este es el estado natural y continuo que como paisaje recibimos. Lo que resultaría aún más ingenuo, sería elevar al terreno del deseo justo lo que ya existe como realidad. Porque aunque el conocimiento implique realidad, la irresponsabilidad e ignorancia instalada en los poderes, no va a “curarnos del conocimiento”, ni de la incapacidad para asumir responsabilidades.
A modo de epílogo, les digo con certeza que jamás confíen en alguien que se dedica a los negocios, compra y vende en bolsa de valores fantasmas, tiene cuentas en ¿paraísos? fiscales, miente, es ignorante y temeroso del pueblo… “A partir de cierto punto, ya no se puede volver atrás, ese punto es el que hay que alcanzar”, Franz Kafka, Diario Íntimo.

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