EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO. LA PARÁBOLA ANTIMONÁRQUICA DE MARK TWAIN
POR PEPE GUTIÉRREZ-ÁLVAREZ
Conocido
el Dickens norteamericano, Samuel Langhorne Clemens; Florida, EE UU,
1835-Redding, id., 1910), más conocido como Mark Twain…Fue un aventurero
incansable, encontró en su propia vida la inspiración para sus obras
literarias. Creció en Hannibal, pequeño pueblo ribereño del Mississippi. A los
doce años quedó huérfano de padre, abandonó los estudios y entró como aprendiz
de tipógrafo en una editorial, a la vez que comenzó a escribir sus primeros
artículos periodísticos en redacciones de Filadelfia y Saint Louis. Con
dieciocho años, decidió abandonar su hogar e iniciar sus viajes en busca de
aventuras y, sobre todo, de fortuna. Trabajó como tipógrafo durante un tiempo
en su región, para después dirigirse a Nueva Orleans; de camino, se enroló como
aprendiz de piloto de un vapor fluvial, profesión que le entusiasmaba y que
desempeñó durante un tiempo, hasta que la guerra de Secesión de 1861
interrumpió el tráfico fluvial, poniendo fin a su carrera de piloto.
Posteriormente
se dirigió hacia el oeste, a las montañas de Nevada, donde trabajó en los
primitivos campos de mineros. Su deseo de hacer fortuna lo llevó a buscar oro,
sin mucho éxito, por lo que se vio obligado a trabajar como periodista,
escribiendo artículos que enseguida cobraron un estilo personal. Su primer
éxito literario le llegó en 1865, con el cuento corto La famosa rana saltarina
de Calaveras, que apareció en un periódico firmado ya con el seudónimo de Mark
Twain, nombre técnico de los pilotos que significa «marca dos sondas». Como
periodista, viajó a San Francisco, donde conoció al escritor Bret Harte, quien
le animó a proseguir su carrera literaria. Empezó entonces una etapa de
continuos viajes, como periodista y conferenciante, que le llevaron a Polinesia
y Europa, y cuyas experiencias relató en el libro de viajes Los inocentes en el
extranjero (1869), al que siguió A la brega (1872), en el que recrea sus
aventuras por el Oeste.
En
1870 se estableció en Connecticut. Seis años más tarde publicó la primera
novela que le daría fama, Las aventuras de Tom Sawyer, 1/ basada en su infancia
a orillas del Mississippi. Antes había escrito una novela en colaboración con
C. D. Warner, La edad dorada (1873), considerada bastante mediocre. Sin embargo, su talento literario se desplegó
plenamente con Las aventuras de Huckleberry Finn (1882), 2/ obra ambientada
también a orillas del Mississipi, aunque no tan autobiográfica como Tom Sawyer,
y que es, sin duda, su obra maestra, e incluso una de las más destacadas de la
literatura estadounidense, por la que ha sido considerado. Cabe destacar
también Vida en el Mississippi (1883), obra que, más que una novela, es una
espléndida evocación del Sur, no exenta de crítica, a raíz de su trabajo como
piloto.
Con
un estilo popular, lleno de humor, Mark Twain contrapone en estas obras el
mundo idealizado de la infancia, inocente y a la vez pícaro, con una concepción
desencantada del hombre adulto, el hombre de la era industrial, de la “edad dorada”
que siguió a la guerra civil, engañado por la moralidad y la civilización. En
sus obras posteriores, sin embargo, el sentido del humor y la frescura del
mundo infantil evocado dejan paso a un pesimismo y a una amargura cada vez más
patente, aunque expresada con ironía y sarcasmo. Una serie de desgracias personales, entre
ellas la muerte de una de sus hijas y de su esposa, así como un grave quebranto
económico, ensombrecieron los últimos años de su vida.
A anotar uyna agradable “biopic”: The
adventures of Mark Twain (1944) de Irving Rapper. Fredric March es Samuel Langhorne Clemens, el nombre real de
Mark Twain, en este estupendo biopic firmado por el artesano Irving Rapper. Con
Alexis Smith, Donald Crisp, Alan Hale y John Carradine que a pesar de su atractivo
reparto no ha sido estrenada aquí al menos que yo sepa.
Abolicionista,
demócrata radical, fue un convencido antiimperialista, escribió algunas novelas
históricas como Un yanqui en la corte del rey Arturo, 3/ pero sobre una obra
maestra The Prince and the Pauper (1881) de la existe una subestimada
adaptación cinematográfica dirigida por William Keighley, en 1937, una obra y
una película que nadie debe (o debería) ignorar que por cuanto da cuenta del
profundo rechazo de Twain a la institución
monárquica que nunca tuvo que soportar, algo que aquí no podemos decir
hasta el extremo de que parece que la palabra república ha de referirse al
extranjero (Portugal sin ir más lejos, Catalunya no muy tarde si la ciudadanía
se impone) porque aquí resulta poco menos que subversiva.
El
príncipe y el mendigo es una le sus obras más cáusticas. El motivo central del
libro —el azar y el parecido físico entre un niño mendigo y el príncipe de
Gales, hijo del rey Enrique VIII, provocan un intercambio de roles: el mendigo
pasa a vivir en la corte y el cortesano entre los mendigos— una maniobra que
oculta una idea que no podía ser más atractiva en su sencillez: lo que hace al
príncipe es el ropaje, la percepción de los guardianes que no dudan en
apalearlo cuando lo contemplan como un sin techo. Estamos en 1547, un mendigo
Tom Canty, vive con su cruel padre (encarnado por Barton MacLane un habitual
del cine de gangster) en Offal Court aunque es un muchacho que apunta la
nobleza natural del mejor pueblo
El
mac guffin es sencillo: el simple cambió de ropa propicia un intercambio de
identidad. Y aquí entra también la causticidad de Twain: el mundo de la Corte
británica será escrutado por la mirada de un niño que procede del mundo de los
nadies y, a la inversa, el mundo de la mendicidad será escrutado por la mirada
de un niño que procede del mundo de la corte. De hecho: más que de un doble
descubrimiento de mundos opuestos se trata aquí y ahora de una critica feroz
sobre el funcionamiento de esos mundos. Ninguno de los dos tiene motivos para
sentirse satisfecho con lo que ve: el príncipe descubre sin quererlo una
realidad que no coincide en absoluto con la idea que se había hecho de ella, y
las intrigas y ritos cortesanos se revelan a la mirada del mendigo en toda su
maldad, corrupción, hipocresía y fatuidad. Tampoco el mundo de los mendigos
merece ser idealizado, la miseria convierte en brutales a muchos hombres, en
particular al padre del muchacho)
Pero
la mirada crítica más aguda se ceba en la corte el rey Enrique VIII, comenzando
por este mismo que abusa de sus súbditos y ordena matar a sus esposas. Los
nobles (representados por el personaje encarnado conde de Hertford, con el
rostro de Claude Rains)) conspiran para conseguir poder y no dudan en llegar al
crimen para alcanzar sus objetivos. Sus días se pierden practicando estúpidos
rituales, el crimen también es moneda corriente. Es la idea expresada por
Buñuel, la miseria no puede hacer a la gente buena. No existen los
sentimientos, se hacen mofas de la educación y de la diferencia, se insulta, se
miente, se traiciona. .
¿Se
puede salvar alguien en esta urbe de 1537 regida por su majestad Enrique VIII.
Hay un cura (el padre Andrew) que intenta que el niño mendigo adquiera
educación y conocimiento, pero es asesinado por el padre de éste; hay un duque
(Norfolk) que desea lo mejor para el príncipe, futuro rey de Inglaterra, pero
es encarcelado por el conspirador conde de Hertford; hay un aguerrido soldado a
sueldo, Miles (Errol Flynn), el bueno imprescindible e toda película de
aventura que se precie, al que, a éste sí, se le permitirá poner su espada al
servicio del príncipe; y están, sobre todo, los dos niños, tibia esperanza de
un futuro mejor (que Twain era el primero en reconocer su inexistencia). Se
trata, pues, de la lucha de unos pocos contra muchos o, dicho de otro modo, de
la lucha de unos (todavía) inocentes contra el flujo de la Historia, que no
admite la noción de inocencia.
Esta
versión –bastante asequible por lo demás- bastante superior al que puso en
escena un decadente Richard Reischer en el año 1978 para mayor gloria de Mark
Lester (Oliver) y de un reparto de estrellas. Es un filme que merece una
revisión ya que sorprende por su buen entendimiento de la amarga visión del
mundo que tenía Twain (también por saber expresarla con convicción) y por su
solidez a la hora de anudar los conflictos dentro del mundo que se recrea,
poniendo el acento tanto sobre los aspectos más evidentes del relato (el gran
sello de Inglaterra convertido en cascanueces a los sones de un Korngold cuyo
papel pautado apunta más hacia Tchaikovsky que hacia su habitual modelo,
Richard Strauss;; la opinión del príncipe sobre el odio de los ; Tudor a los
curas) como en los más secretos, que son los mejores (mostrar las costumbres de
la corte combinando la reconstrucción, la apariencia de realidad, con la ironía, la mirada perpleja del recién
llegado).Sencilla de construcción (una secuencia para describir al mendigo,
otra para describir al príncipe, una secuencia para mostrar las desventuras de
uno. otra secuencia para mostrar las desventuras del otro),
Notas
1/
Entre sus versiones cinematográficas anotemos: Tom Sawyer (1930) de John
Cromwell. El estimable director John Cromwell dirige esta versión sonora de Tom
Sawyer, que está protagonizada por Jackie Coogan, niño que saltara a la fama
por protagonizar junto a Charles Chaplin la película “El Chico”; Las aventuras
de Tom Sawyer (1938) de Norman Taurog. El director Norman Taurog, que ya había
realizado “Hucklebery Finn” a principios de década, retoma las aventuras por el
Mississippi con buenos resultados. Tommy Kelly era Tom Sawyer y Jackie Moran
interpretaba a Jackie Moran. Walter Brennan, Ann Gillis y May Robson aparecen
como personajes secundarios; Tom Sawyer (1973) de Don Taylor. Enésima
revisitación de las andanzas de Tom Sawyer por el río Mississippi. Con Johnny
Whitakker, Celeste Holm, Warren Oates y una jovencita Jodie Foster.
2/
Huckleberry Finn (1931) de Norman Taurog. Adaptación del famoso libro de Mark
Twain, con la participación del actor Junior Durkin como Huckleberry Finn.
Jackie Coogan repite su papel de Tom Sawyer; Las aventuras de Huckleberry Finn
(1939) de Richard Thorpe. Mickey Rooney en su período estelar interpretando el
clásico de Mark Twain. Un producto Metro co-protagonizado por Walter Connelly,
Rex Ingram y Lynne Carver; Las aventuras de Huckleberry Finn (1960) de Michael
Curtiz. La Metro Goldwyn Mayer y Michael Curtiz, el director de “Casablanca”,
elaborando un título que protagonizaban Eddie Hodges, Archie Moore y Tony
Randall; Las aventuras de Huckleberry Finn (1974) de J. Lee Thompson.
Huckleberry Finn, ahora en plan musical, bailando por las orillas del gran río
estadounidense. Huckleberry Finn es encarnado por Jeff East y Jim por Paul
Winfield.
3/
Un yanqui en la corte del rey Arturo (1931) de David Butler. Las peripecias de
un americano en la pretérita corte del Rey Arturo con el protagonismo estelar
de Will Rogers. Película con un reparto exquisito, ya que además del citado
Will Rogers, aparecen Maureen O’Sullivan, Myrna Loy y William Farnum; Un yanqui
en la corte del rey Arturo (1949) de Tay Garnett. Adaptación musical dirigida
por el siempre interesante Tay Garnett. Bing Crosby, Rhonda Fleming, William
Bendix y Cedric Hardwicke como Rey Arturo son los principales intérpretes de
esta historia de aventuras temporales.
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