LAS 72 VÍRGENES DE FRANCO
RAQUEL PÉREZ EJERIQUE
La querella
argentina contra el franquismo está llamando a las puertas de la justicia
española con puños y nudillos. Al otro lado de la pared, la maquinaria
institucional va apalancando muebles y armarios para que nadie abra, para que
nada cambie, para que no se corte el pastel ni se horaden boquetes por los que
entre el aire de la memoria histórica.
La Fiscalía
General del Estado, que es el órgano acusador que nos debe representar a todos,
se pone la capa y espada colonial –"a mí Argentina no me manda"– y ha
enviado una circular en la que dice a los fiscales acusadores que no acusen en
el caso del franquismo que lleva la jueza Servini desde el país austral. Se
están bloqueando las comparecencias de víctimas y de 19 altos cargos
franquistas. Por si a alguno le entra un cosquilleo de llevar la contraria, la
nota enviada se permite recordar cómo acabó la causa española y el propio juez
Baltasar Garzón. Desmenuzados por el sistema.
Franco manda
mucho para llevar 40 años muerto, esta vez sin necesidad de amenazar, hacer
propaganda, decretar o fusilar. Manda porque cuatro décadas después sigue
habiendo defensores de lo suyo. Desde su tumba ilegal en el Valle de Caídos –el
derecho canónico dice que solo se puede enterrar allí a pontífices, cardenales
u obispos– sonríe y disfruta de su premio. Nadie le tose porque, así como a los
musulmanes les esperan 72 vírgenes en el cielo, a Franco le esperaban
centenares de guardianes en la tierra para proteger su pasado y su futuro.
Cuando se
dieron cuenta de que había una decena de demandas para exhumar cuerpos en el
Valle de los Caídos, el Gobierno derogó, en julio de 2015, los 9 artículos que
habrían permitido recuperar cuerpos. Rajoy fusiló así el principio de
"perpetua memoria" en la cara de los familiares. A ver quién aguanta
más sin reírse.
Cuando, por un
milagro jurídico, el caso de los hermanos Lapeña se escabulló de esa masacre y
un juzgado ordenó exhumar sus cuerpos, el sistema se sorprendió de su descuido.
Se cortaron unas cabezas y Patrimonio Nacional salió a anunciar lo siguiente:
cumpliremos la sentencia, pero antes la retrasaremos. Y se pusieron a pedir
informes "imprescindibles" mientras el hijo de Manuel Lapeña, de 92
años, sigue a la espera. Cuando la Interpol pidió detener a altos cargos
franquistas, Rajoy preguntó quién era ese tal Interpol. Cuando se pidió
extraditarlos a Argentina, la maquinaria negó el Atlántico y el océano
Pacífico.
Los guardianes
han puesto sus esfuerzos en parchear la querella argentina: que se estampe, que
se hunda, que se extinga. Son listos. Saben que hay ganas de saber y si dejan
un hilo del que tirar se les va a deshacer el vestido.
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