DIVAGACIONES DE UNA NOCHE
DE OTOÑO...
DUNIA SÁNCHEZ
Cerrada. Cerrada
noche donde los grillos cantan a los pasos guiados en la profundidad del
cosmos. Estrellas, nebulosas, galaxias se enaltecen cuando como ojos somos
tentación de ser vigías en el movimiento relativo de su lejanía. Subimos al
roque más alto. El asombro conquista una sonrisa de vida ¡Ay la madre tierra¡
Que pequeño somos. Sombras nada más, sombras minúsculas en un espacio grandioso
como es el universo ¿Estamos solos? No. No quisiera pensarlo, el vacío de
nuestros espíritus emerge en la energía cuando nos vamos, idos más allá de la
oquedad de un nicho, de un agujero. Viajamos
a través de las ondas espaciales en un ritmo lento para que la luz
regrese a nuestro yo. Y aquí el pleito,
las guerras abusivas que atascan las calles de sangre, de un tremendo horror
visionado por la inocencia de la impotencia. Llanto. Llanto que se alarga y
detiene frente a una estrella fugaz, un meteorito desintegrándose al rozar esta
atmósfera agreste, repleta de desahucios al propio ser humano. Sí, humanos nos
llamamos. Terráqueos en alguna parte de Andrómeda. Horizontes lejanos se
avistan tras una lente, muy lejanos. No sé…espero que esos otros mundos, esas
otras historias no sean replica del hambre, del desgarramiento, de las penurias
no lejos de aquí. Seguimos abogando en la vieja espera, espera acosada por el
milagro de otros ¡Ay madre tierra¡ Ven a por mí, bésame, hacer el amor a ras de
la ventura de las arboledas sostén de la verticalidad de nuestra respiración.
Cerrada. Cerrada noche…
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