MUERTOS MADE IN USA
DAVID
TORRES
La explosión de una
bomba casera en un barrio de Nueva York este fin de semana ha conmocionado los
cimientos del imperio y de buena parte de la metrópoli, hasta el punto de que
todos los telediarios y periódicos europeos abrieron en portada con el petardo
a pesar de que no había ni una sola víctima mortal. Una vez más, la noticia no
es otra sino Nueva York, ya que cuando revienta una bomba en el centro de Kabul
o de Bagdad, llevándose por delante a medio centenar de personas, se considera
poco menos que normal, cosa de mal tiempo, y se incluye en la sección de
meteorología.
Poco después de la
explosión, el alcalde Bill de Blasio tranquilizó a la población diciendo que no
se preocuparan, que el artefacto -una olla a presión con cables similar a las
que estallaron en la maratón de Boston- era de fabricación nacional. Por lo que
había que preocuparse era por el tarado que en un centro comercial de Minnesota
apuñaló a ocho personas después de invocar a Alá. Tampoco llegó a matar a
nadie: por suerte, un policía fuera de servicio sacó la pistola y acabó con él.
Los dos incidentes sucedieron casi a la vez, pero la simultaneidad no revelaba
un origen común. El Estado Islámico reivindicó las puñaladas en nombre de los
yihadistas que combaten en Siria e Irak, pero dejó pasar la oportunidad de
dejar una firma en el norte de Manhattan.
De lo que ya se
hablado menos es de los más de sesenta soldados sirios muertos en un ataque de
la coalición internacional liderada por Estados Unidos cerca del aeropuerto de
Deir Ezzor. Eso -la muerte y la insignificancia informativa- les pasa por estar
en Siria en lugar de estar en Nueva York. El comunicado con que los
responsables del Pentágono intentan excusarse por el error cometido en mitad de
la tregua parece un monólogo de Gila; al comentar la compleja situación militar
que se vive en Siria, con las tropas gubernamentales y las milicias del ISIS
operando muy cerca unas de otras, sólo les faltó decir: “Oye, que en vez del
alto el fuego hicimos el fuego alto”. Como si la compleja situación militar no
tuviera nada que ver con ellos.
Esa confusión entre
los uniformes del ISIS y los uniformes del ejército regular contrasta bastante
con la precisión de los bombardeos en Libia donde la distinción entre las tropas
rebeldes y las leales a Gadafi consistía en que los primeros llevaban camisetas
del Madrid y los segundos del Barca. O puede que fuese al revés, no estoy
seguro. El caso es que en Libia los misiles buscaban con exactitud infalible su
objetivo, como si tocasen al timbre antes de explotar, para estar seguros de
que mataban únicamente a los malos. Con Estados Unidos pasa lo mismo que con
algunos matones de mi infancia, que allá por donde andaban, las hostias
rondaban cerca, y nunca sabías si era mejor ser su amigo, ser su enemigo o no
ser nada, porque alguna hostia te iba llover encima a ti. A menudo, la única
manera de escapar de un matón es crecer.
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