LOS MALES DEL PERIODISMO
JOJOSÉ SANCLEMENTE
Últimamente leo muchos artículos de periodistas que intentan explicar lo
mal que está el periodismo. Algunos, para teorizar sobre los culpables de este
mal, mezclan la situación de crisis de algunos medios de comunicación y de sus
empresas editoras con la mala praxis de los periodistas. Otros cargan sobre la
falta de independencia frente los poderes fácticos que atenazan a la
información, a saber: los anunciantes y el poder político.
Pocos se atreven a decir, alguno lo hace, que es la gente la que no sabe
valorar los contenidos informativos de calidad y estamos cayendo en una
sociedad desinformada o informada parcialmente por canales sucedáneos de los
medios de comunicación que se encuentran en las redes sociales. A lo mejor los
medios y sus periodistas hace tiempo que ya no tienen el monopolio de la
información, ni siquiera el de la mejor información. Eso sería un grave
problema. Es como si los médicos ya no fuesen los mejores prescriptores de los
tratamientos para una enfermedad y nos pusiéramos en manos de charlatanes
y curanderos.
Algún periodista como es el caso de Manuel Rico (director de Infolibre) se
inmola y reparte la culpa entre todos los colectivos, incluidos los lectores,
eso sí, de izquierdas: “¿Cómo hemos llegado hasta aquí? -se
pregunta analizando el panorama mediático español- pues muy sencillo:
somos responsables los editores, directivos de medios y lectores que afirmamos
ser de izquierdas, que denunciamos la situación mediática, que nos llenamos la
boca con la importancia de la libertad de prensa y que no hemos sabido o
querido crear, defender o apoyar medios que reflejen esa visión del mundo
(pudiendo hacerlo, claro).”
Otros como Miguel Mora de CTXT , nos salvan a los lectores y arremeten
contra el establishment de los acomodaticios y endeudados medios y de los
nuevos periodistas que han sustituido a los que han sido purgados por
incómodos:“Endeudados hasta las cejas y cada vez más alejados de la
realidad, muchos de estos medios han otorgado el timón a los periodistas más
mediocres y cobardes de sus plantillas, después de desembarazarse de los más
incómodos aplicando una reforma laboral bananera. Y hoy aparentan mantener un
poder que ya no tienen buscando pinchazos como sea, manipulando noticias y
encuestas, emitiendo vídeos de gatitos y masacres, dictando titulares a los
reporteros, intoxicando y asustando a las viejas con editoriales indignos de
ese género, ocultando en sus portadas informaciones relevantes cuando son
incómodas para sus dueños, excluyendo del debate a las firmas más críticas con
el sistema, y/o dando voz a prosistas de sonajero y cascabel carentes de
conciencia ética y social”.
Un gran periodista, Gumersindo Lafuente, aseveraba en su Manifiesto estival
sobre el periodismo acomodado que los males no estaban en los soportes sino en
el compromiso con la información veraz y libre: “Y ojalá que el oficio
periodístico—dice el impulsor de la Fundación PorCausa— se dé
cuenta de que su salvación no está en los debates estériles sobre el soporte,
las redes o la viralidad. Si no hay rigor, originalidad y compromiso, poco
interesante queda por salvar de algo tan bello como el periodismo.”
Lo fácil sería concluir que todos tienen razón en los males que asolan a
nuestro periodismo y a lo mejor esa es la conclusión a la que llegan ustedes
leyéndolos. Estaríamos entonces ante un fallo multiorgánico que los médicos
describen como lo más grave a lo que se enfrentan cuando un paciente ingresa en
la UCI hospitalaria.
Posiblemente en la UCI informativa habría que suministrar un tratamiento de
independencia al medio y al periodista para evitar que los poderes fácticos
siguieran dañando el corazón del periodismo, también sería necesario oxigenar
los pulmones para que entrara aire fresco y eliminara los residuos de
contaminación informativa interesada. A lo mejor esto bastaría para salvarse,
para sobrevivir, pero no para llevar una vida con normalidad.
Para volver a lo que quizá un día fue el periodismo para la sociedad, para
interesar a sus ciudadanos y recuperar la credibilidad en los medios y en los
periodistas tiene que darse otra condición: el periodismo debe ser capaz de
sacudir las conciencias de los ciudadanos. “Si las cosas siguen por
este camino—según Monica Bauerlein / Clara Jeffery (Mother Jones)— desaparecerán
las noticias que revelen algo sustancial acerca de la manera en que funciona el
poder. Hace falta tiempo (mucho más del que se puede justificar económicamente)
y estabilidad, hacen falta reporteros y editores seguros de que sus trabajos no
desaparecerán si no hay grandes beneficios, o si los poderosos se ofenden. A
este tipo de periodismo le mueve un deseo de sacudir las conciencias, no de ser
rentable únicamente” . Este puede ser el antídoto definitivo contra
los males del periodismo, pero no está al alcance de todos.
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