LA LEGISLATURA DEL ESCAQUEO
IÑIGO SÁENZ DE UGARTE
Dos elecciones
después, 35 días después de las últimas, la política española continúa en el
congelador. Vaya por delante que los números son chungos –es decir, las
combinaciones parlamentarias son complicadas–, pero la incapacidad de los
partidos para encontrar la forma de elegir un Gobierno es cada día más patente.
Hablamos no de un Gobierno estable con mayoría suficiente para sacar adelante
reformas estructurales, sino de cualquier Gobierno cuyos integrantes puedan
hacerse la foto en la entrada de La Moncloa. Hasta ese punto han bajado las
expectativas de mucha gente.
Pero eso no es lo
peor. Tiene más delito que no se haya dado aún una negociación de contenidos
con mayores o menores posibilidades de éxito. Sí la hubo entre PSOE y
Ciudadanos tras el 20D, pero acto seguido la actitud de los firmantes de un
pacto que era insuficiente fue parecida a la de Rajoy ahora: ahora nos
apoyaréis, ¿verdad?
Por partes. Mariano
Rajoy recibió en junio un apoyo extra en las urnas en junio y después el
encargo del rey para formar Gobierno. Pero ni siquiera garantiza que vaya a
presentarse en el Congreso para solicitar la confianza de la Cámara. Prepara un
puré hecho con su programa electoral y el que acordaron PSOE y Ciudadanos y
cree que con eso basta. Con eso y con la presión de la prensa de Madrid, en lo
que pueda valer.
Albert Rivera
afirma que su partido es muy responsable y hará todo lo posible por que se
forme un Gobierno responsable porque a fin de cuentas su conducta siempre es
responsable. Después, anuncia que se abstendrá en la votación de investidura,
que es una forma de decir que este es un problema que tendrán que solucionar
otros, es decir, el PSOE. El partido que prometió a sus votantes que sería
"decisivo" parece estar más por la labor de quedarse mirando por la
ventana.
El PSOE..., ahí es
difícil precisar porque depende de qué PSOE hablamos, si del PSOE de Pedro
Sánchez o el de los barones que ya han decidido, después de consultar con
Susana Díaz, que el lugar del partido en esta legislatura es la oposición.
Volviendo a Sánchez, en principio no hay dudas. Nunca votará a favor de la
investidura de Rajoy, pero no tiene ninguna intención de volver a intentar
formar un Gobierno alternativo. "Que se pongan de acuerdo las
derechas", dijo el martes. No ocurre muchas veces que un líder de un
partido de izquierdas dice que la respuesta a los problemas de España es: lo
que diga la derecha.
Cabe la posibilidad
de que sea una maniobra de distracción, no sea que caiga sobre su cabeza una
lluvia de barro procedente del Sur como la que hubo en Madrid hace tres
semanas. Que Sánchez esté ganando tiempo a la espera de que Rajoy fracase y él
tenga una segunda oportunidad. Pero a día de hoy Sánchez ha dicho lo que ha
dicho, y a eso debemos atenernos. Y eso que salió muy satisfecho del resultado
de junio. Ahora nos cuenta que lo que los españoles le han
"mandatado" es hacer oposición.
Pablo Iglesias ha
anunciado que es "prácticamente imposible" un pacto de investidura
con el PSOE. Lo mismo cambia de opinión, pero en Podemos están ya más por la
"guerra de posiciones". Y tampoco les fue muy bien con su
hiperactividad de la anterior legislatura.
No caigamos en la
desesperación o el cinismo. No da igual qué Gobierno se forme. Sin embargo, los
ciudadanos tienen la modesta aspiración de que las elecciones sirvan para algo.
Ya saben, se vota, se forma un Gobierno y ese Gobierno hace cosas. La
democracia no consiste en votar cada seis meses y escuchar en ese periodo de
tiempo los mismos mensajes en un permanente día de la marmota.
Parece que los
partidos no han aprendido mucho de lo ocurrido en los seis meses posteriores al
20D. Seguimos enfrentados a la estrategia del ocultamiento. La votación de la
Mesa del Congreso nos ofreció un ejemplo nada edificante. Resulta que salieron
elegidos unos nombres y nadie sabe quién les dio los votos necesarios. Rajoy
interpreta la Constitución como le place –ese texto sacrosanto siempre que se
habla de Cataluña–, incluso cuando tiene que ver con la única función relevante
que tiene el rey, además de fomentar el turismo a Mallorca. El Gobierno se
queda sin otro ministro, que se va de candidato a las elecciones vascas, y
ahora hay que asignar su cartera a algún compañero de Gabinete con mucho tiempo
libre. El Gobierno sólo puede ocuparse de asuntos de trámite, pero eso no le
impide poner en marcha las reválidas que condicionarán la vida escolar de miles
de alumnos, dejándoles sin ella posiblemente para siempre.
¿Celebramos en
junio unas elecciones o un paripé que dejó las cosas como estaban?
Sí, los números son
chungos, como también lo es la actitud irresponsable de Rajoy, la verborrea
irrefrenable y contradictoria de Rivera y el absentismo de Sánchez condicionado
por el circo de diez pistas del PSOE. Si vamos a unas terceras elecciones,
todos quedarán cubiertos de barro o de una palabra algo peor.
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