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sábado, 25 de junio de 2016

“CULTURA VIRTUAL SILICONADA”

“CULTURA VIRTUAL SILICONADA”

POR EDUARDO SANGUINETTI, FILÓSOFO

Hoy, la libertad individualse encuentra restringida y acotada en sus prácticas sexuales, con la integración del sexo espectáculo, virtual y sus operaciones digitales.La sociedad articuló nuevas maneras de controlar al individuo, mediante la producción de “máquinas de follar”, es decir individuos que siguen las tendencias de una aparente liberación sexual, pero sin los “Principios del Placer”, indispensables para una plena sexualidad.

Un simulado erotismo y sus vertientes, en versión virtualizada digital, subyace y reinan en el relato pormenorizado de la actualidad. Publicado en réplica patética, en cuanto medio del mundo existe, en todos los idiomas y colores. Los/as, protagonistas-estrellas del nuevo mundo de la “cultura del virtual siliconado”, asimilados/as a una farándula que dicta y rige, bajo la vigilante mirada de proxenetas digitales, estos súper star del porno virtual, se legitiman con solo estar y posar, relatando sus tránsitos, y experiencias vividas en lenguaje procaz. Cumplen así, los rituales de esta novísima tradición del hoy, devenida en “literatura metamorfoseada de la aldea global”.

Los gobiernos y corporaciones capitalistas, hoy, asumen, organizan, reprimen, censuran, compran y venden lo que denominan cultura del presente: ideas que devienen en adoptar a presión actitudes y comportamientos, como los sexuales, que se traducen en ideas operacionales, que actúan directamente en una actitud, cual proceso social y político en acto.

Una “cultura virtual prostibularia” apuntalada por el sistema neoliberal en cenit y la “pax-imperial” como soporte del porno. Un sistema que no modificará su horizonte, habitado por una humanidad esclava y avara de sus placeres, cómplice y agradecida al consumismo del “principio del sexo espectáculo” “como causa de todo y de cualquier cosa”, hasta de la verdad de sus propias economías, devenidas en las carencias del deseo, que supieron adquirir. Una humanidad aterrada, cual rebaño amancebado, sin intención alguna de salir del territorio más pantanoso de toda la historia.

Los modos del pensamiento e investigación dominantes en esta cultura del presente, tienden a identificar los conceptos normativos y represivos con realizaciones sociales efectivas o adoptan más bien, como normas, los modos en los cuales esa sociedad en caída libre, “traduce” estos conceptos a la realidad, construida en las corporaciones de los medios de comunicación, intentando mejorar la transposición. El resto, lo que es “intransponible”, se considera como especulación de un “pasado perimido por decreto”.

Educar para una independencia intelectual y personal, en beneficio de la comunidad, suena como si se estuviera hablando de un fin aceptado y aprobado. En realidad no es así, pues también conlleva consigo el educar, efectuar denuncias, manifiestos, proclamas que no siempre se acomodan en beneficio del gobierno de turno. Por lo tanto se convierten de inmediato en subversivos y violadores de algunos de los más sólidos tabúes democráticos del neoliberalismo. Pues su cultura dominante promueve la heteronomía (como contraposición a autonomía), bajo la máscara de autonomía, dificultando y retrasando el desarrollo de la satisfacción de necesidades y limitando el libre pensar y la experiencia.

Estas tendencias represivas y regresivas acompañan la creación de una comunidad, ya en acto, bajo una administración absoluta del hombre, y las alteraciones simultáneas del modo de trabajar, comprar, vender, transitar y follar, socavan los fundamentos de la democracia.

Tras el simulacro de la libertad tecnológica, se acepta la heteronomía (reitero: antónimo de autonomía) en formas de libertades y comodidades, cual prostitutas rentadas de la sociedad del espectáculo multimediático capitalista, donde el resultado se visualiza en un estado de mutua dependencia general que oculta la verdadera jerarquía.

La cultura fue redefinida en el régimen capitalista: las grandes obras del pasado, musicales, literarias, filosóficas, teatrales e incluso cinematográficas dejaron de ser perdurablemente válidas, lo que expresan ha perdido vigencia, por decreto de gobiernos asimilados a la “cultura digital prostibularia”. Estas obras que en el pasado destacaban y resaltaban en forma escandalosamente veraz, muchas veces la realidad que denunciaban o dibujaban, incluso estando en contra de ella, han sido neutralizadas, reduciéndolas a ser “obras del pasado”, con lo cual ya no conservan su delirio creativo, su golpe constitutivo de discontinuidad, en una sociedad alienada donde las ideas, si es que existen, son normativas, no-operacionales, en consecuencia de la servidumbre, desigualdad, injusticia y dominio institucionalizado de una comunidad, sojuzgada bajo la pesada bota del neoliberalismo.

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