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viernes, 20 de mayo de 2016

LA ÚLTIMA DUDA SIEMPRE ASALTA

LA ÚLTIMA DUDA SIEMPRE ASALTA

GUILLERMO DEJORGJ
La última duda siempre asalta al pecador, o eso dicen. Yo, como nunca he creído en nada -que no en nadie-, renunciaría a la verdad si no dijese ahora que eso ya no es cierto y sí que es verdad que ahora me encomiendo a los viejos héroes de la memoria, -a ver si por casualidad nos ayudan en esta época de oscuras esperanzas-.

Sin embargo, el refranero castellano es muy sabio, como bien es sabido por todos, mi querido lector, y de perlas como ésta se encuentra repleto. Y de sus retractores también.

La duda puede ser buena o mala consejera, pero siempre está ahí: nunca ha imposibilitado a nadie a hacer algo o aún no se conoce que se hayan cometido las mayores atrocidades en nombre de la duda. La duda siempre queda y parece como que nos pertenece. Yo, incluso, prefiero pensar que la duda es uno de los mayores patrimonios del ser humano y que es, de alguna manera u otra, el ánima de la razón, quien mueve realmente la mente del hombre. Es quien, desde mi modesto punto de vista, incita al hombre a pensar, a ir más allá de lo que puede ver o de lo que puede llegar a atisvar con su mente.

Sin embargo, el miedo siempre ha paralizado al individuo. Lo pone a la defensiva, reduce sus capacidades para afrontar la realidad y, por consiguiente, es mucho más manejable. Me gustaría decir en este artículo, que hoy he podido descubrir algo nuevo, que lo que cuento en estas sucintas líneas se perfila como un dogma irrefutable. Sin embargo, no es así. El miedo siempre se ha utilizado como arma arrojadiza para controlar a las masas. Busca el punto débil de un individuo y éste se hace sumiso y se aferra a aquel que esté dispuesto a salvarlo –sin duda alguna, también es verdad que un sistema educativo fallido con un 30% de fracaso escolar, por ejemplo, también ayuda a crear ciudadanos fácilmente manejables-.

Si soy sincero, mi querido lector, ante el miedo o la duda, me quedo con el respeto. Con esa sensación felina que a todos nos revela que no nos debemos de fiar de nada ni de nadie. Que nos hace estar alerta ante cualquier situación, sin denostar en ningún momento a nada ni a nadie, manteniendo ese respeto primordial hacia el individuo y hacia todo aquello que tenga que ver con las libertades de éste. Con ese respeto que nos hace mirar a los demás, con la misma ternura que nosotros esperamos con que nos acojan. Esa es mi elección. En esta sociedad actual, donde el ser humano ha sido capaz de (in)-evolucionar de las teorías teocéntricas hacia la más nihilista y narcisista perversión de las tendencias humanistas: donde el ser humano atiende tanto a su problema como hombre que se olvida de los demás.

No son tiempos para alardear de la humanidad de los hombres, sin duda: no son momentos para ello, aunque nos lo estén pidiendo a gritos y no nos enteremos.


@guillermodejorgj

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