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viernes, 8 de abril de 2016

LOS BORBONES, SUS CUENTAS Y SUS CUENTOS

LOS BORBONES, SUS CUENTAS
 Y SUS CUENTOS

VICENTE CLAVERO
Para unos medios, la infanta Pilar es la “hermana del rey emérito”. Para otros, “la tía de Felipe VI”. Aquéllos seguramente pretenden significar que sus andanzas panameñas son cosas del pasado. Éstos no se avienen a desvincularlas de la “nueva” monarquía supuestamente inaugurada por el hijo de don Juan Carlos. Yo tampoco las desvinculo, porque la monarquía de antes y de ahora son una misma, y también lo es la familia que la encarna.

Pese a su pregonado patriotismo, la afición de los Borbones a expatriar sus capitales, como hizo la infanta Pilar durante cuarenta años a través de una sociedad opaca ubicada en Panamá, viene de muy antiguo. Su abuelo Alfonso XIII desvió a bancos de París y Londres parte de la fortuna que acumuló durante su reinado. Y eso fue lo que le permitió no irse al exilio con lo puesto cuando le pilló por sorpresa la proclamación de la Segunda República.

Según algunos autores (José María Zabala, El patrimonio de los Borbones), el 14 de abril de 1931, Alfonso XIII disponía en dichos bancos de valores extranjeros por un importe equivalente a casi cincuenta millones de euros de hoy. Gracias a ello, pudo darse en el exilio una vida de lujo, si no de crápula, y costear la de su numerosa familia, que tenía por costumbre no dar un palo al agua.

En los diez años escasos transcurridos hasta su muerte, el depuesto rey se fundió dos terceras partes del dinero que había colocado a buen recaudo fuera de España. Quedaron poco más de dieciocho millones de euros a repartir entre sus herederos, de los que fue el conde de Barcelona quien sacó más tajada.

Entre lo que le legó directamente su padre y lo que le correspondió a la muerte de la reina Victoria Eugenia, don Juan de Borbón recibió lo que hoy serían unos siete millones de euros, que engordaron con la posterior venta de los palacios de La Mgadalena (Santander) y de Miramar (San Sebastián) y de la isla de la Cortegada (Pontevedra), entre otras propiedades inmobiliarias.

Aunque diga lo contrario la leyenda, el conde de Barcelona no murió pobre. El Mundo reveló hace tres años que don Juan dejó un patrimonio de 1.100 millones de pesetas de 1993, de los que 728 millones permanecieron custodiados por la banca suiza incuso después de su regreso a España. La mitad, aproximadamente, recayó en su primogénito, don Juan Carlos, que nunca repatrió ese dinero, según reconoció la propia Casa Real en 2013.

Si el ahora rey emérito tuvo otras cuentas en el extranjero, como mínimo para alejarlas del escrutinio público, es una incógnita que sin duda algún día se despejará. Su abuelo hacía negocios amparado en el título de duque de Toledo, cuando no en nobles y cortesanos que le servían de tapadera. A miembros de su propia familia no utilizó nunca, que se sepa.

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