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domingo, 24 de abril de 2016

EL PAÍS NO ESTÁ PARA PERDER EL TIEMPO

EL PAÍS NO ESTÁ PARA 
PERDER EL TIEMPO

POR ALBERTO RODRÍGUEZ

ALBERTO RODRÍGUEZ NUESTRA MANO SIGUE TENDIDA, NUNCA ES TARDE.

Que la política en este país, entendida en sentido amplio y también en el concreto, mutó y sigue mutando, es un hecho indiscutible. Igual de indiscutible que la realidad social, laboral y económica no, ni un ápice.

Esta contradicción evidente entre las condiciones materiales de vida de millones de personas y el intento desesperado de las élites por seguir aferrándose a obscenos privilegios es la que mueve toda discusión posible, aunque muchas veces aparezca maquillada por el tema de actualidad banal del día.

En este contexto, la campaña feroz y descarnada contra Podemos es un buen síntoma, excelente podríamos decir. No para la salud democrática del periodismo, la separación de poderes o la libertad de expresión, evidentemente. Pero si como demostración palpable, de que por primera vez en décadas en nuestro país, el trasvase de derechos, de condiciones de vida, de poder al fin y al cabo, entre las mayorías derrotadas y las élites victoriosas, es posible. Ni mucho menos está conseguido ese trasvase, pero nadie puede negar que está más cerca que nunca, que podemos acariciarlo con la punta de los dedos. No hay más escenarios, ejes, campos de batalla, o como lo queramos llamar, que el definido anteriormente. El intento burdo de volver al viejo debate izquierda-derecha solo es una prueba más del grado de descomposición del consenso del 78 y todas las instituciones y pactos surgidos del mismo. Aferrarse a lo viejo, no entender lo que ocurre, solo les va a traer disgustos y dolores de cabeza, el 20-D es buena muestra de ello.

Por más que se empeñen, ese debate está superado, pero no por la elaboración teórica de Podemos, sino por la realidad, por su propia avaricia que hizo saltar por los aires lo que hace unos pocos años, parecía inamovible. Negar esto sería tan torpe, tan ilusorio y tan trasnochado, como negar que en 2011 cientos de miles de personas le pusieron cuerpo, cara y cerebro a este agrietamiento en la muralla de "lo posible".

Quedan dos semanas y nos jugamos el futuro.

Uno de los pilares más importantes en el que se apoyan las élites, los poderes fácticos del país y su representación política partidaria, es la eficacia. La capacidad de gestión, el realismo. El pragmatismo económico, que transmite la sensación, sobre todo a las autodefinidas "clases medias", de que están jodidas, que la cosa va mal, pero podría ir peor, mucho peor. Siempre hay alguien por debajo de ti en la escala social y el miedo a que pudieras ser tú, funciona aún como poderoso diluyente de la voluntad de cambio de una parte importante de las víctimas de la crisis.

Pero este pilar, este sentido común todavía mayoritario, hace aguas. La deuda en torno al 100% de PIB, el incumplimiento flagrante del déficit y el anuncio por parte de las instituciones europeas de la necesidad de 20.000 millones de euros de recortes, es la herencia de los brillantes gestores de la crisis económica. Y decimos que hace aguas porque la reflexión es clarísima, y podríamos escucharla ahora mismo en cualquier bar, en una cena familiar o esperando en la cola del centro de salud: Llegó la crisis, perdimos los empleos y nos recortaron diciendo que era inevitable, que era la única solución posible. Ahora resulta que seguimos sin trabajo, los datos macroeconómicos son peores y la gente sigue pasándolas canutas gracias a esos recortes, y la solución que nos proponen es seguir recortando. Impresionante.

Esa moto cada vez es más difícil de vender, esa sensación de orden, de estabilidad, está demostrando ser ficticia, irreal, un timo vaya.

Por eso a la ya clásica pregunta: ¿Qué va a pasar?, solo hay una respuesta posible. Si queremos más de lo mismo, un desagradable menú con diferentes cocineros pero idéntica receta, pues ahí tenemos la Gran Coalición, tan deseada por los consejos de administración del IBEX35 y las editoriales de El País. Si queremos más de lo mismo, pero encima gastándonos 160 millones de euros de dinero público, pues a por la segunda opción, la repetición electoral.
Cualquiera de estos dos escenarios es una mala noticia, terrible, pero no para Podemos, sino para el país y su gente. A los hechos nos remitimos.

Como decíamos, solo hay una salida a la pregunta del millón. Un gobierno de cambio y progreso, estable, respaldado por 11 millones de votantes y 161 diputados y diputadas, con apoyo ya más que explícito de muchas fuerzas del arco parlamentario.

Esa es la única posibilidad real de acabar con tanto sufrimiento, que nos parte el alma día sí y día también. Un país donde aumentan un 20% los suicidios, no está para perder el tiempo.

Las cientos de miles de personas que forman, de una u otra manera, esta herramienta llamada Podemos, van a decidir, de manera vinculante, entre sufrimiento o cambio.

Pedro, nos encantaría que la base social del Partido Socialista pudiera hacer lo mismo, muy posiblemente el resultado sería muy parecido. ¿Quizás por eso no quieren convocarla?

Nuestra mano sigue tendida, nunca es tarde.

* Del muro de FACEBOOK  de Alberto Rodríguez

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