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sábado, 26 de marzo de 2016

EL CAMINO...

EL CAMINO...

DUNIA SÁNCHEZ
Comenzamos en la profundidad de un bosque que exhala brumas. Andamos como perdidas en la dimensión grandiosa de su humedad. Penetramos en su cuerpo sin saber con qué deparará nuestros pasos. Miramos atrás y nuestras huellas son invisible espíritu que mece las ramas con la vaga brisa. Queremos saber de su enigma, del misterio que cubre nuestros ojos con velo de llovizna. No hay prisa, es noche sin luna, solo el hueco nuestras almas entregadas a él. Ocultas en esta gran extensión del monte virgen. No sabemos a dónde llegaremos pero todo tiene un final. Avanzamos, de la mano, con una prieta sonrisa en nuestros labios. La humedad hace incursión en nuestras carnes pero la olvidamos. Al final del camino nos hallamos un acantilado, la bruma se detiene ahí, nosotras también. Meditamos, recorremos con nuestros pensamientos ese denso mar oscuro que se halla ahí debajo. Desliamos nuestras manos y alzamos nuestros brazos como signo del vuelo libre. Alas se engendran, alas matizados por una respiración positiva y energética. Volamos en el sentido de nuestras sensaciones…sí, sobre ese mar oscuro y rugoso que se halla ante nosotras. Cachalotes salen a nuestro encuentro, algas que nos tienden sus dedos delicados al pasar a ras del océano…y de pronto…caracolas emitiendo el sonido de la tierra. Ahora somos dos en una con vuelo firme y seguro. Regresamos al bosque. Un bosque donde la bruma se hace invisible. El alba parece erupcionar con su tonada broncínea. De nuevo de la mano andamos, el esplendor de ese lugar es extraño y animoso. Nos hemos perdido al encuentro de sus palabras, del saber. Nos da igual, una cueva se interpone en nuestro camino y dentro encendemos una hoguera de la vida, de nuestra vida. Un perro amarillo ladra afuera, nos indica que tenemos que volver. Lo seguimos, descalzas, cristales rotos a nuestro paso hasta la civilización.  Llegamos a la ciudad, aun duerme. Ensangrentadas de sudor y despacio seguimos en esta alma de ruidos y atropellos. Nos da todo igual, ya sabemos donde se halla el murmullo de nuestras vidas.

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