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domingo, 24 de enero de 2016

PASAJE A LA LIBERTAD

PASAJE A LA LIBERTAD

EDUARDO SANGUINETTI, FILÓSOFO RIOPLATENSE

Uno de los errores de la izquierda del siglo XXI ha sido limitarse a la denuncia sin intervenir de manera activa dentro del Estado, siendo gobierno, para dar un giro definitivo en el estado de las cosas y no perpetuar el simulacro de una democracia desdibujada de su concepción original.

La legítima izquierda debe estar en la calle y en las instituciones, exigiendo cambios radicales (es decir, que van a las raíces del problema de concentración del poder) a los que las estructuras y castas de poder se opondrán por todos los medios.

El pueblo podrá alcanzar lo que desea si se moviliza, marchando para hacer efectivo su afán de arribar a una existencia en paz y armonía, en igualdad, solidaridad y fraternidad.

El principal inconveniente no es que la población no sea consciente de las enormes limitaciones de la democracia, sino que no cree que pueda cambiarse.

La historia muestra que sí se puede al menos temporalmente dar un vuelco gracias a la voluntad liberadora e inspirada de hombres y mujeres que no admiten ser explotados y perpetuar el fraude. En contra de lo que las estructuras de poder han informado, el cambio de dictaduras a democracias pasó como consecuencia de la enorme movilización popular, liderada por el movimiento de quienes estén nutridos de ánimo de cambios en la estructura del aparato explotador instalado en el planeta.

Se trata de preparar nuestras mentes para el combate vital por la lucidez, y eso significa que hay que estar siempre buscando cómo conocer el propio acto de conocer, haciendo de lado privilegios que reciben legisladores bien rentados, que ya no se representan ni a sí mismos, en nombre de la democracia y el orden vetusto que ya no tiene espacio para quienes somos herederos legítimos de una tradición donde el conocimiento implica responsabilidad y el pensamiento tenga un sitio de honor en la vida de nuestra comunidad.

Avanzar persistentemente y con voluntad de modificar el estado de las cosas, en un continente real donde se instale una nueva comunidad en la cual se aplique una nueva política, acorde a las necesidades del presente, no serializando situaciones que nos hacen estar unidos a un pasado perimido, nuevas actitudes para nuevas circunstancias, una nueva economía y una nueva cultura, que renazca de los orígenes y no importada de un mundo agotado en sus procesos creativos mercantilistas, con un mercado al servicio de intereses que nada tienen que ver con la cultura y en manos de burguesías parásitas que esconden sus estafas, bajo el tamiz de Centros Culturales, Museos y Universidades donde presentan a los intelectuales genuflexos y esclavos de estos explotadores y sepultureros de todo lo que tiene de transparente y nítido el acto creador.

Hago extensivo lo manifestado en esta columna a los pueblos de Suramérica, África y el resto de naciones bajo el dominio y la pesada bota del neoliberalismo; tierras donde el fraude, la explotación y la superchería, hoy en manos de corporaciones transnacionales que cuentan con la anuencia de las burguesías capitalistas al servicio y orden de Estados Unidos y la Unión Europea, victimizan a nuestros pueblos hambreados y jaqueados en su voluntad de acción, y no les dan otra posibilidad ante instancias electorales, que optar como alternativa válida la que instalé en elecciones de 1996, asimilándome a la propuesta de Charles Baudelaire a los habitantes de Francia de votarse a sí mismos

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