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miércoles, 27 de enero de 2016

La mamandurria de Homero

La mamandurria de HomerO

GUILLERMO DE JORGE

            Uno de los retos a los cuales nos enfrentamos en este nuevo año es abordar la cantidad desorbitada de administraciones públicas que existen y que, sin duda alguna, ahoga el sistema social actual.

Y todo es debido a que, en la época de bonanza y en un intento divino de ser condescendiente con todo ser viviente –y si es con un empleo público y a dedo, mejor- elucubramos un sistema de administración que ofrecía a todo aquel “allegado”,  a un “cuñado” o a un “primo hermano”, su particular parcela de poder y, en consecuencia, su pequeño terreno caciquil, aunque sólo fuese un puesto en la administración por cuatro años –aún retengo en la memoria aquella parodia seca y sesgada del Sr. Alcántara, un Imanol Arias ecuménico, que accedía a uno de los Ministerios y sus más “allegados” le imploraban su parte particular del pastel-. El ciudadano se enfrenta a una administración demasiado grande. Existen muchísimas duplicidades para dar los mismos servicios. Según en donde se resida, uno debe de pagar más impuestos que en otros y eso que se supone que vivimos en un mismo estado –incluso algunos aún quieren federarlos aún más-. Existen organismos que sólo tienen una función representativa y que por ello se deberían suprimir, ya que el darles otro tipo de competencia serviría sólo para volver otra vez más a engordar una administración que ya por sí sola es bastante extensa para las funciones y necesidades que realiza al ciudadano. Ante este inquietante panorama, se añade la opacidad de los diferentes escalones administrativos. No existe un control exhaustivo de las entradas y salidas de las diferentes transacciones económicas que realizan las instituciones públicas. Generalmente, quienes controlan el flujo económico de las instituciones públicas suelen ser cargos o personas asignadas por los propios gestores, dando pie a la opacidad de la gestión y, en algunos casos, a la omisión del deber.

Si estas dos premisas van a ser la base de la nueva Ley de Administraciones Públicas estaríamos dirigiéndonos a otro orden autonómico mucho más efectivo y mucho más práctico, donde la eficacia y el buen aprovechamiento de los medios y recursos comunes serán los objetivos de cada gestor público y, por lo tanto, el fin último de un líder que se precia en dirigir los designios de una sociedad.

Nos guste o no, debemos de empezar a defender una cultura y una educación eficaz y práctica, que forme una sociedad más sensata, más productiva tanto en el plano personal como en el profesional y quizás con menos paja en la cabeza o con menos pájaros preñados en qué pensar. Porque al final, los hombres son  incapaces de pensar, si tienen los estómagos vacíos. Y como es sabido por todos, hacer la compra con la barriga vacía es mala consejera y más aún cuando lo que echa en el carro propio lo paga el ajeno.
                                                                                              Guillermo de Jorge
                                                                                                @guillermodejorg

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