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domingo, 27 de diciembre de 2015

LA HABILIDAD DE HUIR

LA HABILIDAD DE HUIR
GUILLERMO DE JORGE

Debo de reconocer que no siempre las cosas salen como a uno le gustan. Por eso siempre he huido de las sibilinas ondas del flautista de Hamelín.  Nunca tuve la necesidad de crearme un mundo a mi exacta medida -aunque os puedo asegurar que tuve razones para ello, incluso para exiliarme en él y huir de por vida entre sus calles-.
Siempre ha existido una idea con la que habitualmente hemos alardeado en las tertulias, en petit comité, incluso algunos, borrachos de las altas esferas, de tener una habilidad para huir. Y a la memoria más inmediata me remito. Quizás, es porque viene dada a nuestras obstinadas ganas de seguir perteneciendo a los náufragos o de por lo menos parecernos. Quién no ha vacilado por un momento en ser DiCaprio en el último suspiro del Titanic o un Robinson Crusoe del asfalto –aunque algunos, como el que subscribe estas líneas, siempre han sido náufragos,  pero quizás con un poco menos de suerte-.
Sin embargo, es así. Siempre hemos coqueteado con la línea de lo moral e inmoral. Siempre nos ha gustado, de una manera u otra, tentar a la suerte y por qué no,  a la autoridad competente –aunque siempre hemos salido esquilmados de una forma u otra: con los bolsillos vacíos y sin nada que decir. Y en algunos casos, incluso se han conseguido los mayores logros sociales-. Ahora todo eso es pasto de la historia, parece. Es alimento del papel y del polvo de las estanterías. Por suerte o por desgracia.
Pero siempre hemos sido condescendientes con aquellas actitudes que por un momento nos dejaban soñar. Aunque esa huida lo que buscaba al fin y al cabo era dejar a un lado las responsabilidades y salir indemnes de las situaciones más complicadas.
En estos últimos años ese concepto se ha ido inoculando en nuestro ser. Hemos dejado a un lado aquella idea innata que teníamos y por la que nuestro cuerpo se echaba a la calle a proclamar los derechos y libertades. Ahora, hemos dado alas a una sociedad en la que el individuo aspira a tener un puesto de trabajo –si puede- sin responsabilidades y sin complicaciones. Hemos puesto, sin darnos cuenta, un alto precio a todo aquello que fuese la búsqueda de compromisos y la creación de profesionales e individuos altamente cualificados y con ganas de tomar direcciones y dirigir proyectos y propósitos.
Y toda esta cultura de la huida ha defendido, en última instancia, la existencia y la creación de marionetas de carne y hueso que cada cuatro años endosan las filas de cada una de las urnas donde vuelven a votar a aquellos que les ofrecen un mundo idílico.

                                                                                           Guillermo de Jorge
                                                                                                      @guillermodejorg

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