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domingo, 29 de noviembre de 2015

CÍNICOS DE TODOS LOS PAÍSES: UNÍOS,PERO DEJADNOS EN PAZ

CÍNICOS DE TODOS LOS PAÍSES: UNÍOS,PERO DEJADNOS EN PAZ

POR PATROCINIO NAVARRO VALERO

De nuevo suenan los clarines de la guerra, y con los mismos argumentos. De nuevo, los gobiernos de una supuesta cristiandad llaman a la lucha armada contra sus enemigos, en este caso asesinos fanáticos terroristas de un supuesto islamismo. Pero hay que ser claros, no cínicos.
NO SERÁ  EN MI NOMBRE
De nuevo suenan los clarines de la guerra, y con los mismos argumentos. De nuevo, los gobiernos de una supuesta cristiandad llaman a la lucha armada contra sus enemigos, en este caso  asesinos  fanáticos terroristas de un supuesto islamismo. Pero hay que ser claros: existen Mandamientos, como el “no matarás” en cuyo cumplimiento  ni verdaderos cristianos ni  verdaderos musulmanes matarían; solo los partidarios del “Ojo por ojo”, que aquí parecen ser todos los enfrentados. Y otro Mandamiento, tampoco admitido por ningún bando en litigo,  propone no robar los bienes ajenos. La paz es un bien; el petróleo es un bien. El dinero y toda clase de riqueza son bienes y todo eso está en litigio.

Por tanto, me pregunto: ¿Irían a la guerra un profeta, un místico cristiano? ¿Lo harían un místico sufí –musulmán, un verdadero creyente o simplemente una persona honrada y de buen corazón cualquiera que fuese su pensamiento espiritual? Estos ejemplos nos ayudan a comprender que una buena persona o una persona verdaderamente espiritual acepta la ley del amor y por tanto es pacífica y no desea lo ajeno. Sin embargo, una persona sumisa  a alguna clase de esas jerarquías de poder  disfrazadas de religiosas o de  amantes de los derechos humanos  se deja seducir por la lucha entre esas jerarquías de poder que ni aceptan la ley del amor, ni les importa mandar matar y además desean más poder y riquezas… de otros. También nuestras. Esa clase de persona sumisa y carente de espíritu crítico, adiestrada por los medios de propaganda,  lo es  hasta el punto de morir por aquellos que le dominan y  desear correr con los gastos de sus guerras, siempre encaminadas a enriquecer a unos pocos a costa de la muerte y la pobreza de muchos, incluidos  quienes les apoyan.

Debemos estar despiertos porque estamos asistiendo en nuestros días  a una impostura de la peor especie, aunque ya deberíamos estar acostumbrados a tanto cinismo a la hora de justificar guerras. Pondré un ejemplo reciente: el gobierno británico, que está planteándose  la guerra, acaba de recortar 12 mil millones de libras de ayudas públicas a parados y necesitados para sumarlas en esas misma cantidad  a la máquina militar (citado por Librered.net el 27 de este noviembre). Y como todos sus amigos belicistas, hallará el modo de justificar esa doble injusticia: contra los suyos y contra la especie humana.

La guerra, se nos dice,  es contra los terroristas. Terroristas, oh asombro, cuya paternidad  y financiación corresponde precisamente a quienes ahora llaman a las armas para combatirles, y a sus amigos y aliados de Oriente Medio. ¿Cabe mayor desvergüenza?  ¿Y de dónde sale y ¿a dónde va el dinero que pagan los terroristas por las armas que compran? ¿Nadie lo sabe? Entonces para qué están los servicios de inteligencia? Y si lo saben,  ¿por qué  no se toman medidas para controlar todo eso? …

Naturalmente que uno no desea que existan terroristas, ni siente por ellos la menor simpatía, ni justifica, como es natural sus crímenes, pero que no nos engañen los que dicen querer combatirlos, porque para acabar con algo primero no hay que crearlo, y después  hay que usar los remedios adecuados. ¿Y qué remedios son esos, si no es cortar con el mercado de armas con las que los terroristas matan? ¿No es más sencillo controlar a unos cuantos traficantes de armas que a grupos terroristas que las compran? ¿No es más sencillo seguir “la ruta” del dinero del armamento que usan los terroristas y controlar sus fuentes de financiación? Pero, ay, ¿y si los mismos que les venden las armas a los terroristas o a sus gobiernos  protectores en la sombra fuesen los propios gobiernos o sus “delegados de ventas”? Entonces, ¿quién pone el cascabel al gato?

Decimos que vivimos en un mundo civilizado. Si eso fuese cierto, ¿por qué se sigue fabricando armamento de todos los calibres y modelos imaginables? Nadie puede creer que vivimos en un mundo civilizado viendo lo que vemos. ¿No es más sencillo que estos gobiernos de occidente que se dicen cristianos o defensores de los derechos humanos ordenen cerrar las fábricas de armas, destruir todas las que existen y perseguir a quien provee de estos instrumentos de muerte a grupos terroristas? Algunos dirán: oh, esto es una utopía. ¿Es una utopía un mundo sin guerras? ¿Acaso no es esto algo deseable por casi todos nosotros? De no ser así, de rendirnos, de encogernos de hombros o de seguir  a la música militar, seríamos una humanidad condenada a matarnos cada vez que unos pocos mandamases  lo decidan.  ¿Es esto deseable o algo inadmisible para una persona de juicio y conciencia sana?

Sé que no está en ningún programa político la demanda de echar el cierre de las industrias de las armas que tan pingües ganancias dan a los Estados y a sus amigos, pero tal vez va siendo hora de que comience a figurar como un capítulo importante a la hora de presentarse a las elecciones un dirigente político que se precie de honrado y abierto a toda utopía posible, porque utopía no quiere decir imposibilidad, sino horizonte a alcanzar.

Personalmente, como amigo del  Príncipe de la Paz,- que no es premio Nobel precisamente-  amo la utopía de la paz  que sé que ha de llegar cuando el conjunto de la humanidad madure, pero si entre tanto hay guerra, no será con mi apoyo emocional ni intelectual ni moral. No será en mi nombre cuando truenen sus cañones. Eso nunca.

28 de noviembre de 2015

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