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domingo, 4 de octubre de 2015

LA GUERRA DE LOS FÓSILES

LA GUERRA DE LOS FÓSILES

MARTIN GRANOVSKY
Terminada la gira de Francisco, algo está claro por el eco que aún despierta: la crudeza del vocabulario papal se convirtió en un huracán para el sistema político de los Estados Unidos. La prueba es la renuncia anunciada por el presidente de la cámara baja, el republicano de Ohio John Boehner. El periodista de The Washington Post Mike DeBonis escribió que Boehner venía siendo presionado para que fuese aún más confrontativo con el presidente Barack Obama en temas como gasto público, aborto, inmigración y salud.

El propio Boehner, un católico practicante que lloró en el discurso de Francisco en el Congreso, aclaró que no decidió renunciar sacudido por la emoción que le produjo el Papa.

Es obvio también que el huracán Francisco no pulverizó un sistema político ya híperpolarizado, con republicanos sin posibilidades de gobernar pero que aprovechan su control de la mayoría parlamentaria para trabar lo que pueden.

Lo que hizo el Papa con el ventarrón de sus mensajes en favor de los inmigrantes, sus alusiones a Martin Lüther King y su llamado insistente a controlar el calentamiento global del mundo fue dejar la crisis al desnudo en toda su dimensión.

Quien hable del cambio climático en los Estados Unidos automáticamente queda sometido a la metralla de James Mountain Inhofe, el senador de Oklahoma que preside la Comisión de Medio Ambiente y Obras Públicas y es un mimado de Big Oil, como llaman en los Estados Unidos a los lobbyistas de las grandes empresas de energía y petróleo. La mayoría de sus donantes proviene de Big Oil o de los hermanos Koch, propietarios del poderosísimo grupo Koch Industries y compañeros de ruta del buitre Paul Singer en la pelea contra todo tipo de regulación en cualquier sector de la economía y en la donación de fondos a la ultraderecha republicana.

 Ya cuando el Papa lanzó en junio su encíclica sobre el cambio climático Inhofe reivindicó los combustibles fósiles al igual que lo hizo Jeb Bush, hijo del viejo George que fue presidente entre 1989 y 1993 y hermano del ex presidente George que gobernó entre 2001 y 2009. Inhofe es presbiteriano. Jeb Bush es católico. Ubicados en franjas distintas del cristianismo, ambos superan sus diferencias, sin embargo, gracias al más grande de los combustibles fósiles, el petróleo. El xenófobo Donald Trump y su cabello teñido a la manzanilla son solo la caricatura del grupo de poder que se empeña desde hace 35 años, cuando Ronald Reagan ganó sus primeras elecciones, en hacer que los Estados Unidos sean cada vez más desiguales. Menos salvajes en sus modos verbales, Inhofe, Koch, Singer o Bush están obsesionados por quitar aún más impuestos a los más ricos y aún más límites a los conglomerados más fuertes. Todos ellos parecen inmunes a noticias recientes como la renuncia del presidente de Volkswagen Martin Winterkorn luego de revelaciones según las que esa empresa cometió fraude al instalar en sus autos a gasoil un software para detectar la presencia de controles para la emisión de gases. Otra noticia que marca una tendencia diferente en el mundo es que mientras Francisco visitó los Estados Unidos Obama también recibió al presidente chino Xi Jinping. Ya llegaron a dos acuerdos. Uno, contra los ciberataques. El otro contra las emisiones de efecto invernadero. Mientras tanto los fósiles redoblan su guerra dentro y fuera del territorio norteamericano. Están enojados porque el Papa hasta les enseñó quién fue de verdad el republicano Abraham Lincoln. Y quieren revancha.

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