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miércoles, 2 de septiembre de 2015

COLA DE CABALLO



COLA DE CABALLO
DIDI GRAU

Hay un caballito sin cola
dentro de una caracola
en el fondo de la mar.
(Y no es cola de pegar.)
Hay quien dice que la cola
se fue por ahí a pasear sola.
La anchoa una cola halló
y al caballito llevó.
Entonces quiso ayudar
y la cola colocar.
El caballito, nada lerdo,
con ella estuvo de acuerdo.
Ponérsela en la cabeza
fue su primera torpeza.
El caballito enojó
y a la anchoa reprendió:
“¡Piense usted con más esmero!
¡Esto no es ningún sombrero!”
La puso después por delante
como trompa de elefante.
“¡Qué anchoa tan ignorante!
¿Le parece esto elegante?”
Se mostró más enojado
cuando la tuvo al costado.
“¡Piense un poco, por favor,
y colóquela mejor!”
La anchoa, muy ofendida,
le contestó enseguida:
“Usted podría ayudar
e indicarme en qué lugar.”


“No sé cuál es el lugar,
por eso la dejo actuar.
Yo no la veía jamás.
Debía estar por atrás.”
Así la anchoa halló el lugar
y pudo la cola colocar.
La despidió muy atento
el caballito contento.
Y como ya tenía cola
se metió en la caracola,
para mirarse al espejo
y quedarse muy perplejo:
“¡Ay, qué pena, no es mi cola.
Yo soy caballo de mar!”
 

Ni doña labios contraídos
que trajina acallando algarabías
porque en su mejor semana
todos los días
son lunes de mañana
ni el gordinflón
que hasta la más roja tajada de sandía
salpica con hediondo malhumor
pueden dejar de sonreír
mientras dicen la palabra
CARCA
JA
DA
 

 

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