“ENTRE LA
DESMESURA Y EL PAROXISMO”
POR EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO RIOPLATENSE
No
pretendo construir una escritura del dolor y la rebeldía, tampoco volverme
profesional del desdén, de la suficiencia, del exilio interior “ni de nada”,
simplemente pertenezco a este tiempo, aún no adhiriendo a él… disconforme,
batallador como constante actitud ética y estética, en mi ser y estar.
Es
apasionante, vale la pena y le da un sentido a la vida, sobre todo en un
presente crítico que exige reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras
circunstancias, para luego actuar de manera decisiva, con un discurso directo,
sin dobleces, denunciando el teatro “bufo” del cual somos espectadores.
Por
supuesto me refiero a la fauna de candidatos a la presidencia de la República
Argentina, en las elecciones, que se llevarán a cabo en el mes de octubre del
año en curso, según lo pautado en nuestra bien ganada democracia procedimental.
Afirmo,
sin dudarlo, que ningún periodista o informador “especializado”, hoy, en
Argentina, desde ninguna columna de opinión tiene los cojones de centrar el
debate electoral tan brutal en la imposición de una realidad al margen de la
verdad y del deber ser, sin prohombres, sin proyecto de futuro, sin
sensibilidad por recuperar el sentido de una vida digna de ser experimentada…
solo confrontando, en temas que hacen a cualquier cosa, menos al devenir de la
vida de una nación y su pueblo.
Vivo,
y soporto este tiempo como una condena, como una angustia de saber que estamos,
pero no somos, en este estado de las cosas y permaneciendo en un tiempo vacío,
carente de “grandeza”, donde la utopía podía haberse cristalizado.
Poseídos
por la obsesión del poder, sin rumbo adonde dirigirse, los candidatos a la
presidencia en un marco dantesco, donde la ficción y la comedia dramática toman
perfiles nítidos, de narcisos e incapacidades.
Candidatos
al servicio de la desmesura y el paroxismo, que intentan imponer algún tipo de
legalidad a lo indecible… desestabilizando su entidad, ya de por sí endeble, a
falta de idoneidad, en la construcción de un programa de gobierno, avenido a
las prisas del tiempo que les ha tocado vivir, quedando desposeídos de
autoridad y tornándose, estos candidatos, en sujetos desencajados del milenio
que transitamos.
Los
candidatos ostentan las marcas propias del barroco, de la artificialidad
(apoteosis del artificio) y la parodia (fundada en la carnavalización), la
inarmonía, la ruptura de los cánones del “logos político”, en tanto único
referente que debiera tomarse como punto de partida, nunca de llegada.
Tal
el caso del devenir de estas escaramuzas, que a diario nos instalan en un “otro
espacio y tiempo”, los candidatos, apuntalados por relatos rústicos, de los
periodistas rentados que narran lo que jamás debería haber sucedido: la
ausencia de verdad, que no se asimila hoy a la realidad… creo merecemos algo
más acorde a una vida en plenitud y libertad… ejerciendo nuestros derechos y
aferrándonos a las garantías, que nos ofrece una Constitución muy clara y
concreta, en las metas y fines planteados.
La
historia del presente está metaforizada, es preciso que lo ponga en evidencia,
pues las relaciones del discurso del candidato oficial con los del otro, los de
la denominada oposición, con sus actores sociales y políticos enfrentados en
las luchas por el poder, ciegos y sordos a todo aquello que no sean sus propias
obsesiones e intereses… no repasan sus proyectos, vociferados e inexistentes
que jamás serán llevados a cabo… una ruptura con la realidad histórica, ya
anunciada en “Las ruinas circulares” de Jorge Luis Borges, donde el escritor
intenta con éxito, aniquilar y descalificar la verdad del texto, otorgándole
palabras nuevas de un antiguo pasado, que nos pertenece e invitarlo a sentarse
a la mesa de un presente que pareciera nunca llega.
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