“LEY MORDAZA”
POR EDUARDO SANGUINETTI
La
tendencia a censurar, excluir y silenciar, suprimiendo todos los movimientos
sociales espontáneos, que las comunidades y los pueblos experimentan, cual modo
de expresión emergente, se ha puesto de moda en el mundo neoliberal.
En
España, el gobierno de Mariano Rajoy, el ministro de España, a mi parecer un
émulo light del genocida Franco, ha aprobado la ley mordaza, la cual va contra
las protestas sociales, el uso de objetos, ropaje que manifiesten en su diseño,
estar a favor de frases, imágenes que no se asimilen al “nuevo orden vigente”
en España.
Rajoy,
su parlamento y la monarquía infecta, podrán mandar a examen el atroz engendro
de sus estatutos políticos de siglos pasados, para que en el taller de las
definiciones le instalen “por fe religiosa”, firmas y sellos de lacre al
diploma de su guerra privada contra la libertad de expresarse, cada ciudadano,
como le parezca y la verdad, hoy sin espacio para acomodarse en un sistema
necrótico y medieval.
El
modelo implementado en la España inquisitoria, modelo siglo XXI, preparado para
institucionalizar el “servilismo” y el “temor” en el pueblo, en la patria del Quijote y del Cid,
pareciera no tener dificultades en ir implementando leyes violatorias de los
derechos humanos elementales. Conseguirá, no se dude, el regreso de la economía
feudal de la tierra y la renta, el hambreamiento de la ciudadanía trabajadora,
estudiantil y cultural, en pensamiento ubicado en antípodas, inverso, del que
movió a La República… aniquilada por el autodenominado Regente vitalicio, el
leviatán jurídico que lo llamaron “Caudillo”, aglomerando sobre si todos los
poderes del estado, por supuesto me refiero a Franco, el asesino de una cultura
y de sus referentes.
Se
ha conseguido exhibir la tristeza infinita y el inverosímil silencio de
cementerio de las multitudes de indignados españoles, el desmayo de las
especulaciones del espíritu, de las letras y las artes, en la patria de
Unamuno, de Cervantes, Galdós, Hernández y Machado, de Federico García Lorca,
de Goya y Murillo y Picasso, de Albéniz y Manuel de Falla, de Margarita Xirgú y
Rafael Alberti… ha conseguido exhibir las tradiciones oscurantistas,
encapuchadas y torvas, ahogando el genio y el ingenio de la estirpe, las
prisiones plenas de coraje e ideales y los bancos del magisterio universitario,
vacíos de dignidad y esperanza, bajo la pesada bota de la iniquidad, la
soberbia y la ignorancia de los fanáticos de la opresión… sublimizada en la
angustia de los oprimidos.
Entre
las faltas graves que contempla la ley
“Mordaza”, está la desobediencia a la autoridad, así como la negativa a
identificarse cuando así lo requieran los policías. Se aplicarán multas a
quienes no colaboren con las fuerzas de seguridad en la averiguación de delitos
o en la prevención de acciones que puedan poner en riesgo la “seguridad
ciudadana”, léase la seguridad de unos pocos que detentan el poder. La ciencias
políticas de este milenio -cada vez más sutiles en sus trabajos de autopsia y
menos lúcidas para sus conclusiones terapéuticas – tiene explicación para esta
clase de disfunciones de la vida en libertad de expresión, de la fisiología de
la historia de hoy, fraguada en las usinas de los servicios de inteligencia de
las macrocorporaciones financieras y lanzadas en formato oficial, por las
administraciones de los gobiernos del planeta.
Los
“nuevos grupos de presión”, tal el caso de gobiernos funcionales a prácticas
violentas y excluyentes, da idea de la presencia de un contrapoder, presente en
corporaciones invisibles, que manipulan, dictando y rigiendo los destinos de
España, en este caso e infiltrándose en el paisaje congelado de la vieja
Europa… entes de pesada realidad, que accionan al margen de los estatutos
jurídicos vigentes, pero cuya sangre llena las arterias legales y desborda su
energía en los intersticios de la estructura de una civilidad que desea avanzar
hacia una comunidad, sin grupúsculos de manipuladores… donde el silencio, sea
enteramente cómplice de las prácticas prostibularias y censoras, aplicadas hoy
-aquí- ya, en la denominada madre patria.
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