LA AMORALIDAD
DEL PP
POR
JUAN TORTOSA
Por Juan Tortosa Como
Manuela Carmena, yo creo en la reinserción. El delincuente puede y debe ser
reinsertable. Con el inmoral, por lo general, sabemos a qué atenernos. Cuando
alguien se comporta de manera indecente, sus cartas están ya sobre la mesa…
pero el problema son los AMORALES. Con los amorales, el común de los […]
Como
Manuela Carmena, yo creo en la reinserción. El delincuente puede y debe ser
reinsertable. Con el inmoral, por lo general, sabemos a qué atenernos. Cuando
alguien se comporta de manera indecente, sus cartas están ya sobre la mesa…
pero el problema son los AMORALES.
Con
los amorales, el común de los mortales nos encontramos en inferioridad de
condiciones. Como es bien conocido, “amoral” significa carente de moral,
persona sin principios que, como parodiabaGroucho Marx, en el caso de tenerlos
no encuentra ningún inconveniente para cambiarlos apenas entiende que eso es
necesario.
En
el mundo de los negocios, el amoral suele estar dispuesto a pagar el precio de
su actitud ante la vida. Sabe que se la juega a cara o cruz y muchas veces sale
cruz, mala suerte. Pero en el mundo de la política, en cambio, el amoral tiene
muchas posibilidades de salir airoso. A costa de los ciudadanos a quienes roba,
miente y empobrece.
A
mí, sinceramente, se me caería la cara de vergüenza si estuviera implicado
(presuntamente, claro) en la Púnica, en la Gürtel, en Nóos, Malaya, Palma
Arena, Campeón, Edu, en los Eres… y mi careto estuviera día sí y día no en los
informativos, en los periódicos… mi nombre en los boletines de radio y
televisión, en twitter y en facebook porque un juez me ha llamado a declarar,
porque han registrado mi casa o mi oficina, porque me han metido en la cárcel,
porque me han imputado, porque me van a juzgar, porque me pueden condenar…
¿Qué
les deben decir todos estos prebostes otrora poderosos e intocables a sus
hijos, a sus vecinos, a sus amigos para explicar su situación? ¿Viven
escondidos o salen a comprar el pan, el periódico y el cuarto y mitad de
filetes como si no pasara nada?
Lo
que cada uno de ellos pueda contar en su círculos privados lo desconozco, pero
sí sé la actitud que mantienen en público. Y me da vergüenza. Vergüenza ajena.
Intentas adivinar su pensamiento tras sus forzadas miradas sonrientes, tras sus
caras de circunstancias, y lo único que te imaginas es que han conseguido
llevarse tanta pasta que todo lo demás se la suda, que les da igual, que ya
pasará el chaparrón y entonces ellos continuarán con el yate a punto y el riñón
cubierto.
Tras
las municipales y autonómicas del 24-M, muchos de esos presuntos delincuentes
se han visto de súbito despojados de las cuotas de poder que hasta entonces
detentaban ¿Serán conscientes de la satisfacción que existe en la ciudadanía
tras haber conseguido arrebatarles tantas alcaldías de primera división, tan
importante cuota de poder municipal y autonómico?
Este
fin de semana estuve en Valencia y pude comprobar el aire de alivio que hay en
el ambiente. Es mucha la gente que sonríe satisfecha y que te cuenta que tiene
la sensación de haber conseguido quitarse un enorme, y desde hace tiempo
insoportable, peso de encima.
-Ya
era hora, me dice la dueña de un restaurante. Llevábamos mucho tiempo deseando
que esto ocurriera, que los del pp perdieran la Generalitat y la alcaldía de
Valencia. Parece un sueño, por fin lo hemos conseguido. Sabe que estamos de
visita y que hemos venido de Madrid.Y por cierto, añade, felicidades también a
ustedes, los madrileños, por los resultados en el ayuntamiento. Cómo me hubiera
gustado poder votar a Manuela Carmena.
Escucho
estas cosas y no puedo evitar preguntarme qué estarán sintiendo tanto los
defenestrados como muchos de quienes aún les votan ¿Serán conscientes de la
necesidad de aire fresco que existía y continúa existiendo en el ambiente? ¿No
se les ocurre preguntarse por qué hay tantos ciudadanos que experimentan esa
sensación de alivio?
¿Cuando
llegará la hora en que, gobiernen unos u otros, se pueda afrontar un resultado
electoral con la deportividad de un partido de tenis, por ejemplo, y
estrecharse la mano sin más al final de la contienda? ¿Qué tiene que suceder en
este país para que, cuando acudamos a las urnas, lo hagamos para elegir la
papeleta que nos parezca mejor y punto? ¿Cuándo dejaremos de votar por miedo a
unos, por odio a otros, por ganas de revancha a unos terceros…?
Las
cosas empezarán a cambiar cuando vayamos a votar y elijamos entre ofertas y no
entre trincheras.
Para
eso es imprescindible acabar, cuanto antes, con los comportamientos amorales en
política. Como yo también creo en la reinserción, no pierdo la esperanza.
J.T.
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