LA DOCTRINA ZAPATA
Quizá la clave esté en ganar cambiando simbolismos como el de la dimisión,
igual que se ha ganado cambiando los códigos de la vieja política, apunta el
autor
A lo largo de la vida de una persona normal, por lo general, ésta no apoya
institucionalmente el bombardeo de países por interés económico, ni justifica
cobrando un sueldo público la muerte de inmigrantes a nado, ni abre cuentas en
Suiza para esconder dinero robado a los contribuyentes. Pero a lo largo de una
vida normal una persona puede haber cometido muchos errores comunes, como
reírse de lo que no se debía reír, bajar la basura a deshora, aparcar en doble
fila o conectarse al wifi del vecino. Cuando, por cosas de la nueva política,
personas normales llegan a un cargo público de esos que estaban destinados a
ser ocupados por el propio sistema, sucede que se encuentran con dos grandes
problemas: tener un pasado de persona normal y tener enfrente una gigantesca
lupa que el poder tenía guardada en el armario de las ocasiones especiales.
En el momento en que el poder enfadado descubre estos errores comunes
cometidos antes de llegar al cargo por esas personas, los pone en primera
página de todos los diarios y cadenas nacionales bajo el titular “El concejal
robaba wifi”. En ese momento un ejército ideológico comienza a corear “ladrón,
ladrón, ladrón” y la reacción de quien llegaba a la vida pública con intención
de mejorarla no es comparecer en tele de plasma y agarrarse al sillón, sino
dimitir. Dimitir porque sabe que cuando el poder agarra la presa no la suelta.
Dimitir dejando esa amarga sensación de derrota entre los que creen que la
gente, aunque no esté invitada a la fiesta del poder, debe poder gobernarse a
sí misma.
La última vez que alguien copó todas las
portadas del país hizo falta la foto de un personaje que había participado en
el saqueo de Bankia después de ser ministro de Economía siendo introducido en
un coche de la policía. A Guillermo Zapata le bastó con unos tuits de mal gusto
de hace unos años, escritos en un contexto de humor negro. Lo que ha pasado con
Zapata puede suceder con cualquiera que pretenda colarse en el sistema sin
pasar por el filtro de los partidos oficiales. En unos casos el problema se
llamará humor negro, en otros beca black y en
un futuro wifi del vecino. En cada caso se
llamará de una manera distinta, pero la estrategia del poder será la misma
mientras funcione. Y funciona.
Decía Pepe Mujica que un pecado de la izquierda es el infantilismo. Ese
pecado que te permite creer que puedes llegar a robarle al mismísimo poder la
gestión de ciudades como Madrid y Barcelona sin tener preparado un protocolo de
actuación para afrontar el brutal ataque que seguro llegará. Igual no es mal
momento para que los movimientos que se supieron organizar para llegar a ganar
en muchas ciudades del país, aprendan de la doctrina Zapata y decidan como
norma general qué hacer en estos casos.
Guillermo Zapata usaba
en una conferencia de 2013 una escena de la película Espartaco para explicar cómo esos anonymous que
eran los esclavos decían todos ser Espartaco cuando el general romano
preguntaba por él, para salvarlo. Llamaba el crucificado Zapata anonymous a los
esclavos en aquella conferencia y no era casual. Quizá por ahí vayan los tiros,
porque nadie importe en particular, porque no importe nada que alguien dimita
porque llegará otro nombre que no nos importará demasiado para ocupar ese mismo
puesto desde el que desarrollar la misma labor. Quizá la clave esté en ganar
cambiando simbolismos como el de la dimisión, igual que se ha ganado cambiando
los códigos de la vieja política. Si el poder entiende que una dimisión deja de
hacer daño, igual tiene que revisar la doctrina Zapata.
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