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jueves, 21 de mayo de 2015

FLORES...

FLORES...

DUNIA SÁNCHEZ
Inquieta. Se podría decir que estaba intranquila cuando asomaba sus ojos grises al balcón para olisquear sus plantas. Se le encendía un no se que de emoción cuando comprobaba que eran bien bellas, bien perfectas. Sus ojeras tras noches de insomnio se marchaban, abrían la puerta y en silencio se evadían hasta que la luna regresara a regar sus sueños.  Pero hoy….Hoy sus flores amanecían maravillosas ¿Por qué?, se preguntaba ella. En días anteriores estaban decaídas, como sin aliento para vivir.  El astro rey se regocijaba, la miraba en su felicidad.  Si, hoy me tomaré un respiro, les dijo a sus plantas, daré un paseo por cualquier parque y me olvidaré de vosotras por unos instantes.  Qué jornada tan elocuente, tan enhebrada a la sustancia de la vida, tan dichosa. Fue al parque más próximo. Su paso lento llenaba su cabeza de pajarillos pensantes que la redujo a sentarse en un banco.  Desde ahí observaba todo ser que ambulaba ante ella. La anciana con sus perros en busca de esos gatos callejeros para alimentarlos, los enamorados que de mano danzaban el gozo del amor, el atleta que con su sudor dejaba atrás sus penas, sus derrumbes.  Se acordó de sus plantas ¡Qué bonitas estaban¡ Todavía en su cavilar la atiza una fuerza superior a ella, el por qué. No entendía. Antes marchitas y ahora verticales como veleros que avanzan contra las mareas. Se levantó. Retorno a su casa y casi corriendo se fue hasta el balcón. Allí estaban, bien puestas, bien lindas.  Por su mejilla corrió una lágrima. Lágrima que a su corazón llegaba ¡ Ay mis pequeñas me dais vida¡ Llenáis mi soledad con la exuberancia y riqueza de vuestro don.  Permanecer así. Así, tan bellas hasta que la muerte sea fosa profunda que me evoque. Mientras os cuidaré.  Se dio cuenta que las flores la miraban y que una a una los pétalos se iban cayendo sobre sus rostro. Una fuerte emoción se apoderó de ella. Aquellos pétalos mezclados con sus lágrimas se transformaban en nubes de corazones de colores que ascendían hasta el firmamento. Supo que era su hora, la despedida. Ella y sus plantas. Sus plantas y ella

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